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Gran Vigo

Vigo “después de morirse” con el gran Madrileño

La resaca musical tras el show de puchito contrasta con el gran ambiente de una velada para el recuerdo

Antón Álvarez, alias C.Tangana, actuando este martes en el Puerto de Vigo. JOSE LORES

El Muelle de Trasatlánticos distaba mucho la pasada mañana de su noche anterior. Con una tranquilidad impropia de un lugar en el que 12 horas antes se había vivido uno de los conciertos más esperados, cantados y exitosos del verano vigués, decenas de transeúntes caminaban por una zona no hacía mucho abarrotada por millares y millares de personas. Jóvenes, pero también mayores, que reunidos, bailando, bebiendo y brindando, disfrutaron de un Antón Álvarez hecho a sí mismo.

El show de puchito, que llevaba años sin actuar en la ciudad pese a mantenerla siempre en su recuerdo, fue una oda al desenfreno, a la verdadera actitud y a las ganas de vivir, que desde el primer minuto supieron apreciar los asistentes.

Fuese desde el palco VIP –donde conocidos rostros como Núñez Feijóo, Alfonso Rueda, Marta Ortega o Michel Salgado dejaron constancia de que El Madrileño y su gusto no distingue de clases–, desde la primera fila del escenario –donde se gritaba con fuerza Ateo, Yelo o Cambia–, o desde el fondo del recinto habilitado por el Xacobeo –donde los no solo sedientos de música satisfacían su ansia–, todo el mundo gozó de un señor espectáculo.

Demasiadas mujeres, demasiados hombres, demasiados seres estuvieron en sintonía con la realidad de C.Tangana. Un artista que ha sabido revolucionar lo que es un concierto, dejando esa palabra a la altura del betún, transformando el concepto a su antojo y deleitando a tutiplén sin dejar indiferente a nadie. Ingobernable, como el que no tiene dueño ni ganas de dar explicaciones, el cantante sacó su veneno y lo esparció en masa.

Con media España Muriendo de envidia al no poder estar allí disfrutando de su joda, cantó la de Comerte entera y se comió a Vigo, que creyó en él aun siendo Ateo. El ambiente fue impresionante en todas sus definiciones con un público dispar y outfits que iban desde camisas hawaianas hasta sudaderas. Con gorras o sin gafas de sol. Todos ellos entregados como pocos lo han sabido hacer a un treintañero nacido en la capital española pero con el mismo arraigo por Vigo.

Las copas se sucedían conforme el paso de los minutos: en el plató que Tangana moldeó a su imagen y semejanza, pero también bajo el mismo. A idéntico ritmo, el de las canciones que iban sucediéndose, haciéndose más fuertes una tras otra, la embriaguez pasó de lo sonoro a lo acústico, del flamenco a la bachata, de las numerosas carcajadas a los multitudinarios aplausos, y de las fotos estáticas a los bailes más feroces. Un disfrute total, que como todo en esta vida tiene fin.

El de puchito también, pero una vez se apagaron los focos y la mesa comenzó a recogerse la gente pidió más. "Mira Maruxiña, mira como veño!", exclamaban para hacer salir al artista. Tras varios minutos esperando por él, sin más éxito que el de haber disfrutado de una actuación sin precedentes, fueron abandonando poco a poco. Sin saber cuándo será la próxima vez que puedan disfrutar de una velada así en la urbe, aunque esperando –eso sí– que sea lo más pronto posible.

Del Vigo del “antes de morirse” por C.Tangana al de después de hacerlo solo pasaron unas horas. El tiempo suficiente para pasar del alabado hito a la resaca musical más dura que la ciudad ha vivido en los últimos meses. Allí, en el Muelle de Trasatlánticos, donde solo unas horas atrás se arrejuntaban otros tantos miles de vecinos a las vallas dispuestas para controlar el aforo del lugar, se respiraba un ambiente diferente. Tranquilo pero nostálgico. Lo justo y necesario, teniendo en cuenta lo cerca que estuvo Antón, y lo lejos que podría estar de volver a pisar ese suelo.

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