Ópera latina, cine, teatro o puro show. La crítica musical ha buscado decenas de formas de catalogar el directo de "Sin cantar ni afinar" que ha confirmado a C.Tangana como el artista español del momento. Pero ayer sobre Vigo brilló y disfrutó Antón Álvarez, el hijo del vigués homónimo que emigró a Madrid hace más de tres décadas.

Vaya por delante que el que escribe era de los que en su día desconfió del talento de quien ahora ha tomado el verso de su Veneno para convertirlo en el nombre de una gira "para que lo escuche toda España". Porque ayer Pucho no solamente presentó su candidatura a concierto del verano en la ciudad o para componer el himno del centenario del RC Celta. Lo hizo para que su nombre resuene más allá de los incondicionales en discotecas y se le valore como algo más que un cantante.

A pesar de las quejas por los precios y la presencia de nombres como Marta Ortega y Alberto Núñez Feijóo en la zona VIP, la sensación de estar presenciando un espectáculo único fue el denominador común entre las más de 6.000 personas que abarrotaron el Muelle de Trasatlánticos. Tras horas y horas de espera, allí confluirían camisas hawaianas, outfits pensados por influencers locales, camisetas del Celta conscientes de la fecha en la que se celebraba o veteranos de su etapa en Agorazein. Y hasta donde alcanzaba la vista, en el Náutico y el Centro Comercial A Laxe, otros centenares disfrutaban de los acordes de quien suma casi 13 millones de oyentes mensuales en Spotify.

Atrás quedaba el Crema que a pesar de ser una de las principales referencias nacionales en el underground antes de comenzar a mudar su piel hacia el trap y otros sonidos latinos, generaba desconcierto en los grandes festivales comerciales a los que acudía por una performance en directo en la que se limitaba a corear algunos versos y bailar sobre sí mismo. El mismo que presumía de autotune, de culto al capitalismo, de los beef con Los Chikos del Maíz para demostrar la división interna del rap en España o de hasta copiar las bases de Drake en sus temas.

Pero eso fue antes de que Puchito se convirtiera en El Madrileño. En el Monte do Gozo santiagués, O Son do Camiño ya pudo comprobar la metamorfosis desde aquella primera edición de 2018 en el escenario secundario hasta la de este mes de junio, en la que a pesar de una espectacular tormenta eléctrica durante su actuación el jueves brilló con luz propia. La casa de su segunda familia tuvo que esperar más, casi un lustro desde su última actuación en la ciudad, pero no se hizo esperar.

Con algunos minutos de retraso sobre las diez de la noche el telón se levantaba y mostraba el inicio de una película que no pocos consideran el mejor directo de un artista en español en los últimos años. Los atronadores gritos de los fans al verlo aparecer con su traje azul de lino solo se vieron sofocados por las trompetas y la energía que desprende Still Rapping, uno de los pocos temas supervivientes de su repertorio anterior pero que sirve como declaración de intenciones mayúscula.

Ya en el papel de crooner, su Te Olvidaste iniciaba el bodegón costumbrista con el que Víctor González a la guitarra marcaría los tiempos, basculando entre el gamberrismo y la balada. Acto seguido rescataba CAMBIA! uno de los temas más emotivos del disco publicado en 2021 en el que narra las contradicciones a las que se ha tenido que enfrentar tras el éxito. Pero la canción guardaba un mensaje aún más especial.

"Ponme una copa para brindar con mi gente de Vigo" le espetaba al camarero de su banda. "¿Cómo está mi gente de Vigo? ¡A vuestra salud!" proclamaba poco después con el primer chupito de la velada. Lo hacía antes de corear los versos que en el videoclip, en el que participan Adriel Favela y Carín León, aparece un niño con la primera equipación del Celta en la temporada 2015/16. "Crecí escuchando historias de valientes" narraba mientras muchos recordaban las imágenes de ese paseo con la última camiseta con publicidad de Citroën, la de la última clasificación europea. "Y ahora vieron cómo ruge el león me piden que cambie" se sinceraba ante el acompañamiento de una tuba en la pasarela central.

La temperatura de la noche crecería con Comerte entera y Párteme la cara, donde las luces del local se atenuaron para mejorar la atmósfera, íntima pese a la multitud y a la presencia de 40 músicos en el escenario. Solamente con su sonado "Yelo" volvería a las andadas, tirando de playback pero disfrutando de cada segundo mientras bailaba y volvía a proclamar que "ha cambiado la industria de un país entero".

Sin apenas tiempo para reponerse -las barras y pasillos hacia los baños se caracterizaron por el escaso tránsito-llegarían los dos duetos más especiales de la noche. Lucía Fernanda (Madrid, 1996), complementaba a la perfección la bachata de Ateo para reivindicarla como canción de redención gracias a una puesta en escena que hace incluso olvidar la original de Nathy Peluso. Sin embargo, desde Sudamérica llegaría el invitado sorpresa de la noche para interpretar Nominao aprovechando uno de los cambios de focos en las mesas centrales. El "maestro" Jorge Drexler, se colaba en el sarao con uno de los temas que apuntalan la versatilidad del Madrileño, capaz de actuar junto a uno de los cantautores más reconocidos de la escena sin desentonar.

El mejor momento de los "entrantes", como él mismo los definía en su setlist, llegaría con el tema que mejor define la fusión vivida en su último disco. Los primeros acordes del imponente viento metal que da comienzo a Demasiadas Mujeres se prolongarían más de lo habitual para alcanzar el clímax necesario para que el artista avanzara por el provocador (la pasarela que se adentra en medio del público) y se entregara, con más pasión que notas afinadas, a la improvisada procesión digna de Semana Santa. Centenares de teléfonos móviles se convertían en velas para acompañar esa "música del infierno que sonará el día de mi funeral".

El juego de luces, el acompañamiento de los violines y las arengas de Pucho durante el estribillo demostraron que la canción, más allá de su más que probable componente autobiográfico, se ha convertido en un himno. Incluso al final de la misma, decenas de personas corearon los versos del pasodoble de la "Campanera" utilizado como sample de la canción en una escena que casi 70 años después de que lo popularizara habría emocionado a Joselito.

Primeros platos en su tiny desk

Ya recogido en la comodidad de su mesa camilla, el banquete continuaba con uno de los temas más exitosos desde el lanzamiento del EP del año anterior. El "Me maten" cantado a coro con Antonio Carmona y su hija Lucía al frente, refrescaba ese ambiente festivo de barrio. El líder de Ketama tendría tiempo para recuperar su "No estamos locos" mientras que La Húngara se sumaba con su "Mala malita".

Después del aclamado "Ingobernable", El Madrileño constataría que no hay género que se le resista o escape con una emotiva versión del "Aunque tú no lo sepas" de Enrique Urquijo con los ojos vidriosos. Uno de sus objetivos con su disco homónimo era establecer un vínculo que le conectara con la misma música que escuchaban sus padres y las generaciones anteriores, algo que lograría también con el "Los tontos" cantado junto a Kiko Veneno. Solamente su "Tranquilísimo" subido a la mesa para bailar volvería a mostrar esa vena más canalla y disfrutona mientras reconocía su felicidad por estar en "esta ciudad tan importante para mí, aquí con mi familia".

Cansado de ver cómo ningún miembro de la banda abonaba sus consumiciones, el camarero Javier Dichas decidía sumarse bailando "Llorando en la limo", otro de los temas autobiográficos. Si en 2015 lanzaba en "C.H.I.T.O" un "saludo a mi gente de Vigo" antes de proclamar su amor a Carlota Cosials, hoy celebra que a pesar de haber perdido todo ello, "sólo estoy cumpliendo lo que dije un par de meses atrás".

Sin embargo, al cumplirse la hora de concierto llegaría el momento más esperado por todos los presentes. El Madrileño se quitaba la careta y lanzaba el guiño definitivo al club de sus amores. "No sé si lo sabéis, pero yo tengo sangre viguesa, mi viejo es aquí de Vigo" arrancaba, añadiendo que "supongo que sabéis que tu viejo normalmente es el que decide cuál es tu equipo de fútbol".

En medio de la ovación cerrada del respetable y del aplauso virtual del equipo, cerraba uno de los 23 de agosto más especiales en la ciudad con una frase para la posteridad: "Así que vamos a hacer un brindis porque son 99 años ya, hermano. ¡HALA CELTA!". tras ese momento de euforia, El Bola cantaría su "Muriendo de envidia" antes de enfilar la recta final de la cita.

Llegaría el turno para "Nunca estoy" coproducido una vez más por su inseparable Alizz. La canción cuenta con un guiño a Alejandro Sanz como coautor de la letra -"odio que mis planes no sean tu camino / y haberlo negado por estar contigo / y quién me va a curar el corazón partío"- y marcó el cambio de rumbo de su carrera. Al igual que en su lanzamiento durante el confinamiento en primavera de 2020, Antón Álvarez se mostró solo con un foco de luz sobre él y con una conexión directa al corazón de las miles de personas que lo encumbraron como ídolo pop en unos días asociados a "música triste" como él mismo la definió.

Y es que los postres del selecto menú no eran aptos para los que sufrieran del corazón. El apasionado con La Húngara en "Tú me dejaste de querer" encendió a más de uno a pesar de que en ese momento no había ningún avión sobrevolando la escena como en el videoclip que protagonizó en el Edificio España en noviembre de 2020.

Menú de C.Tangana para su concierto en Vigo

Sin tiempo para recomponerse de la metáfora y las indirectas, el "Antes de morir" que encumbró en 2016 en la escena comercial al artista con una entonces desconocida Rosalía, aunque el tema no ha hecho más que ganar fuerza desde entonces. "Yo no quiero hacer lo correcto / no vas a escucharme un lamento" lanzaba desafiante sabiendo el camino recorrido hasta ese punto.

Después del Skit Flamenco interpretado por Noemí Humanes -hija del legendario Antonio Humanes, compositor amigo y productor de Camarón- llegaría el tema que da nombre y sentido a la gira: Un Veneno, el mismo que el público alimentó durante noventa minutos como si ellos mismos lo llevaran inyectado en la sangre. Los fastuosos acordes de Al di là interpretado por Emilio Pericoli en el cierre de un club nocturno junto a la banda en la película de 1962 Más allá del amor. Mientras Tangana encabezaba a los artistas en la pasarela regando con champán al público, un enorme rótulo de Fin certificaba en la pantalla gigante el ocaso de la gran obra.

Tras el apagón de los focos, decenas de miradas a un lado y a otro esperando si se producía el último milagro en forma de bises o sorpresas, pero Puchito ya estaba de camino a los camerinos para cerrar el concierto a su manera. 99 y un corazón celeste eran suficientes para dar a entender lo que había significado para él esa noche.

Mientras tanto, el gran concierto del Xacobeo en la ciudad -a la espera de Muse el 8 de septiembre- se cerraba con cánticos mucho más habituales. Mientras un lateral comenzaba a entonar el himno del Celta (el de siempre, el de A Roda) a las doce de la noche; el otro le respondía con la Rianxeira y el Miudiño.

El reguero de gente enfilaba el camino de vuelta a casa mientras el ejército del backstage desmontaba la improvisada taberna del Puerto. Por delante, unas semanas de descanso antes de las tres últimas citas previas a la gira por Latinoamérica, donde buscará nuevamente fama y fortuna como ya hicieron miles de vigueses e hijos de vigueses al partir desde ese mismo muelle.

Allí ya ha agotado las entradas para la mitad de las fechas y se reencontrará con algunos de los artistas que le han inspirado para sus últimos temas en un maridaje perfecto entre tradición y vanguardia. Mientras, brinda por las alegrías presentes y las que puedan llegar, que un 99º aniversario bien lo merece y es una puerta abierta a cotas mayores de éxito. De hoxe nun ano.