Quizás seis horas en primera fila parezcan mucho tiempo. Pero no es tanto si el objetivo es disfrutar del concierto que llevas esperando todo el verano desde la mejor ubicación. Es lo que hicieron Andrea y Uxía, ambas de dieciocho años. No se hicieron con ninguna de las cinco mil entradas que salieron a la venta, así que desde las cuatro de la tarde consiguieron uno de los mejores sitios en la parte gratuita del auditorio del parque de Castrelos. No las asustó que el termómetro rozase los treinta grados al Sol. Agua, fruta, bocadillos y muchas ganas: “Nunca lo hemos visto en directo. Así que sí, la ocasión lo merece”. Ellas no fueron las únicas que tuvieron la idea y la voluntad para hacerlo. Poco a poco y a medida que la tarde avanzaba, todo el auditorio se fue llenando, siendo prácticamente imposible encontrar un buen sitio para ver el concierto de Leiva en los últimos minutos antes del arranque.
Y es que el músico madrileño es uno de los máximos exponentes del pop rock español y uno de los artistas que más ha agitado el fenómeno fan en la península. No es un principiante. Desde que fundó Pereza con Rubén Pozo a comienzos de los dos mil, lleva dos décadas colando sus músicas y sus letras en las listas de éxitos del Estado. Eso explica que desde que hizo sonar el primer acorde con su guitarra, las decenas de miles de personas que abarrotaron hoy Castrelos cantasen a coro todas sus letras. La primera fue Terriblemente cruel y los gritos de emoción de un público que llevaba horas inquieto cristalizaron el arranque de uno de los conciertos del año en la ciudad.
Sus músicas dulces y sus letras de amor apuntaron al corazón de esas miles de personas que hicieron suyos hasta los riffs de su guitarra. En esos tarareos masivos, como en el final de Lobos, se notaba una alta presencia femenina en la agudeza melódica, pero solo era una apariencia. Sin prejuicios. El segmento de público de Leiva lleva años definido y sus fans atraviesan generaciones y géneros. Desde jóvenes para los que era su primer concierto hasta cabezas que ya peinan canas se sabían sus letras. Un par de miradas hacia los lados entre un auditorio colapsado lo atestiguaban.
Aunque sonaron clásicos de Pereza como Estrella Polar o Animales, el protagonismo principal se lo llevaron las canciones de su último disco en solitario Cuando te muerdes el labio. Aunque también otros de sus éxitos como el popularísimo Como si fueras a morir mañana que arrancó gritos y un coro unísono que palpitó como si, efectivamente, este concierto fuera el último para todos. Parecía que no se podía volar más alto con ese bis, pero la emoción desbordó todavía más con uno de los himnos pop por excelencia: Lady Madrid. En esos últimos minutos, Leiva apenas necesitó acercarse al micro a cantar.
Solo los seguidores más acérrimos se podían esperar la sorpresa que Leiva y su banda guardaban para el final del espectáculo. Quedaba poco para el final cuando empezaron a sonar unos acordes muy conocidos en Vigo. Leiva entonó su propia versión de El equilibrio es imposible, uno de los temas más conocidos de Iván Ferreiro y que muchas veces han interpretado juntos. No fue esta la ocasión, pero el tema impregnó de emoción el ambiente antes de la traca definitiva.
Miguel Conejo, como está escrito en su DNI, cantó al amor romántico, sí, pero también coqueteó con el blues y con el rock. A veces beatle y otras más stone, su alma parece enraizada en los ochenta, aunque sus letras lo reblandezcan y lo traigan de vuelta a este siglo. Su figura esquelética y sus posados de dandi fueron, como suele ser en sus bolos, parte del espectáculo. Él lo sabe y lo potencia. Los juegos de luces y la cadencia de su relato fueron un testigo evidente. La respuesta pasional de un público entregado durante cerca de dos horas, la prueba definitiva de que su estilo funciona.