A Joel, que sufre depresión, se le perdió la pista la noche del sábado 29 de enero, cuando salió de casa con su inseparable patinete de skate, su mochila azul y el teléfono móvil. Por la tarde estuvo con dos jóvenes y al parecer tuvo una discusión con una persona cercana. Lo cierto es que por la noche cuando llegó a casa se encerró directamente en su habitación. Y poco después, en torno a las 23.30 horas, se volvió a ir sin decir nada.

Unas pintadas y unas preocupantes notas manuscritas en su dormitorio pusieron a sus progenitores en alerta. Esa misma madrugada, sabedores de que aquello no era normal, sus padres pusieron la denuncia.

Desde entonces han pasado seis meses, más de 180 días en los que su familia no ha dejado de buscarle. “Nos hemos ido a Cerveira (Portugal) a pegar carteles porque había un festival de fotografía y moda y como le gustaba... Ya no sabemos que hacer, estamos agotando todas las posibilidades”, cuenta su madre.

Su padre pide que la desaparición de su hijo no caiga en el olvido. “Seguiremos luchando, tenemos la moral baja pero vamos a buscarlo. Sabemos que es complicado, que no hay pistas, que no hay por dónde tirar, pero la falta de noticias es una angustia”, revela el hombre.

La geolocalización de su móvil realizada por la Policía Nacional permitió saber que el terminal se apagó esa misma noche y que la última señal lo situaba no muy lejos de su casa, en calle Coruña.