La previsible muerte de las galerías comerciales

Los empresarios vigueses que todavía resisten en estos espacios señalan a los centros comerciales como sus verdugos

Javier H. Rodríguez

Javier H. Rodríguez

Hoy son una suerte de anacronismo para las nuevas generaciones. Aunque si se ojea el desarrollo de la economía local, las galerías comerciales podrían leerse como las precursoras de los centros comerciales emplazados grandes superficies. Pero en este caso, el hijo se ha comido al padre. La argumentación no es verborrea, es el sentir común de los comerciantes que siguen levantando la persiana de su negocio todos los días por la mañana y que han querido hablar con este periódico.

Una ruta a pie a través de la decena de galerías que todavía están activas ratifica la evidencia: la llegada del siglo XXI se las ha llevado por delante. La proporción de locales cerrados frente a los que todavía están abiertos es abrumadora. El declive de estos espacios es especialmente palpable con dos medidores. La caída de clientes visitándolas y la germinación, hoy más acelerada, de los carteles de Se vende o Se compra en los escaparates.

Un comercio en fase de cierre en las céntricas Galerías Durán.   | // PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

Un comercio en fase de cierre en las céntricas Galerías Durán. / PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA / Javier H. rodríguez

La evolución exigua de su existencia ha sido amparada en el fervor de la construcción de los centros comerciales en Vigo. Desde 1994 se han levantado nada menos que nueve. Algunos de ellos con sonado batacazo –véase el infrautilizado Bodegas Bandeira– o con una competencia entre iguales bastante agresiva: el de Gran Vía y el de Travesía han lanzado fuertes campañas de marketing para competir por un mismo cliente con, por ejemplo, el novísimo Vialia. En esa liga en la que los principales jugadores son multinacionales, poco tienen que hacer las tiendas minoristas (tiendas de ropa y complementos pequeñas, librerías, zapaterías, peluquerías, cafeterías... y un largo etcétera) más que tratar de atenuar el golpe. El tren del mercado va cargado, veloz y directo hacia ellos.

Y es que da igual que estés en la zona rica de la ciudad, como las galerías Durán o las de Príncipe o en una zona obrera como la de O Calvario. La hipótesis que maneja el sector es que si la cosa sigue así –y no dudan lo más mínimo–, seguramente se acaben transformando en oficinas más que en comercios. Imaginar otro encaje que no sea ese es ciertamente complejo.

Entrada de las galerías de la calle Príncipe.   | // PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

Entrada de las galerías de la calle Príncipe. / PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA / Javier H. rodríguez

¿Hay excepciones? Más en empresas que en galerías. De hecho, la mayoría de los comercios que siguen siendo rentables no son de nueva hornada, sino que vienen de largo. En las galerías de la peatonal del Calvario hay tres casos interesantes. Habla Miguel Fernández, fotógrafo conocidísimo en el barrio: “Estamos tocados de muerte, pero no solo las galerías como esta, sino el comercio local en sí. Hay que verlo más allá”, recomienda.

Miguel el fotógrafo, –así lo conocen en el barrio– lleva más de cuarenta años con su empresa y explica que esa es la clave de su longeva existencia: “Aquí sobrevivimos de los de antes: el zapatero, la academia de peluquería y nosotros. La clave es haber gestado una clientela durante tantos años y, claro, trabajar bien”. “Esto tiene muy mala solución”, explica, “la creación de tantas grandes superficies y la llegada de Internet está arrasando con todo el comercio de proximidad”.

Uno de los locales vacíos de las Galerías Gran Vía.   | // PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA

Uno de los locales vacíos de las Galerías Gran Vía. / PABLO HERNÁNDEZ GAMARRA / Javier H. rodríguez

Uno de los locales libres de Galerías Prieto. | // P. H. GAMARRA

Uno de los locales libres de Galerías Prieto. / P. H. GAMARRA / Javier H. rodríguez

Desde los comienzos de los ochenta, cuando Miguel llegó allí, la forma en que los ciudadanos consumen ha cambiado, sí, pero no tanto en la filosofía que une a las galerías con los centros comerciales. En aquel entonces, el boom era poder hacer todas las compras sin salir de un mismo espacio, máxime bajo los cielos lluviosos gallegos, reflexiona Fernández. En esencia, los centros comerciales son atractivos por la misma razón, pero han multiplicado su espacio comercial de una forma exponencial. Sin embargo, hay una diferencia radical en ambas propuestas: las galerías las ocupaban pequeños comerciantes y los centros comerciales están copados por grandes multinacionales.

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