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No al edadismo: “Como nos ves, te verás”

Los mayores alzan la voz contra la discriminación por su edad: “No queremos que nos limiten y no nos gustan las etiquetas”

Grupo de mayores que debaten sobre el edadismo en la Sede Afundación | // RICARDO GROBAS

“¡Qué bien te veo, qué bien estás para tu edad, qué bien te conservas!, son frases que escucho constantemente y me molestan. Parece que si eres mayor y estás bien, como cualquier persona más joven, ya se sale de la norma. Ser mayor se asocia a un estado de decrepitud”, destaca Charo Fernández, miembro del grupo de mayores perteneciente al espacio +60 de envejecimiento activo de Afundación.

En 1968, Robert Butler, gerontólogo y psiquiatra acuñó el término ageism que ha sido traducido por organismos internacionales como edadismo (otros lo denominan viejismo, también gerontofobia o etarismo) para referirse a “un proceso de elaboración de estereotipos y discriminación sistemática contra las personas debidas a que son mayores, del mismo modo que el racismo y el sexismo lo hacen con el color de la piel y el género”.

No obstante, la discriminación por edad no afecta por igual a todas las personas mayores. Es más probable cuando la edad avanzada va asociada a determinadas características sociales, como la escasez de recursos económicos y culturales, el género, la etnia o la discapacidad, que actúan como amplificadoras de los estereotipos. No se trata de la misma manera a una persona octogenaria cuando es una escritora o artista conocida que si se trata de una persona anónima, según describe el Observatorio de personas mayores. Bajo estos preceptos, desde FARO hemos querido conocer qué opinan los mayores vigueses acerca del edadismo y cómo les afecta en primera persona.

Y, así, en un debate improvisado, las incomodidades mentales frente a la discriminación por razón de edad les sobrevienen al discurso como si de deletrear el abecedario se tratara. “A mí no me importa en absoluto porque la edad está dentro. A mis sesenta ahora vivo cosas que antes no podía por el trabajo y las responsabilidades. Ahora bien, el cariño de los tuyos sí es importante aunque sea en la distancia. Mi hijo está fuera pero hablo con él a menudo y no me siento desatendida”, explica Dolores Hervella. Un argumento que no convence a todos por igual. “A mí sí que me molesta. No somos Imserso, no somos chuliñas o chuliños, somos personas”, refuta Charo.

Ni abuelitos, ni viejos

La discriminación hacia las personas mayores se manifiesta en todos los ámbitos de la vida y a través de comportamientos muy diferentes, que abarcan desde la utilización de un lenguaje infantil a la hora de dirigirse a una persona mayor, hasta impedirle tomar sus propias decisiones en los asuntos que le atañen o, en los casos más graves, se manifiesta con comportamientos de negligencia, abuso y maltrato. La importancia de una madurez saludable y una autoestima fuerte está detrás de la indignación de muchas personas que pasan de los 60 y se revelan contra el edadismo. “Yo no me siento ninguneada, ni discriminada pero lo he visto muchas veces a lo largo de mi vida laboral como jefa de enfermeras, e incluso ahora como voluntaria acompañando a otros mayores. Eso de abuelito, vamos a levantarnos me parecía horrible y les decía a las enfermeras que les llamase por su nombre. Que los adolescentes nos llamen viejos de forma peyorativa es desagradable, a lo que yo les respondo: como nos ves, te verás”, subraya María José Fernández, de 85 años.

La etiquetas que suelen estar asociadas a las personas de edad avanzada están profundamente enquistadas en una sociedad que sigue “infantilizando” a los mayores y desposeyéndolos de su autoridad moral. “Odio las etiquetas y el exceso de protección. Quieren tratarnos como niños cuando realmente tenemos más potestad que nunca. Nuestra edad precisamente nos legitima para ello. Quiero ser autónoma y lo soy. Cuando no pueda valerme por mí misma no quiero privar a mi hijo de su libertad para cuidarme, pues ya me buscaré la vida”, apunta Marisa Ares, de 74 años.

¿Más en ellas o en ellos?

Que todos los mayores sean encasillados como colectivo vulnerable o el uso del lenguaje empleado en los medios de comunicación: “un anciano ha sido atropellado”, son conceptos instalados en el imaginario social que “nos limitan”. Pero también hacen autocrítica y admiten que muchas veces son ellos “los que fomentan el aislamiento y con ello dar una imagen equivocada”. En cuanto si el edadismo puede ser más acusado en las mujeres o en los hombres, parece haber unanimidad en el grupo. “Recuerdo a mi madre ir toda la vida de luto por mi padre y por familiares y considerarle más vulnerable por el hecho de ser mujer. Pero a mí no me molesta nada que me etiqueten, paso olímpicamente”, dice Juan Rivas, de 72 años. “Creo que la base de todo está en la educación. A las mujeres se nos discrimina más por razón de edad, por eso, porque somos mujeres. Nosotras somos las que nos teñimos, por ejemplo, para ir acorde a ese ¡qué bien te conservas!, que decía antes Charo. Creo que hemos desandado mucho camino. Vuelvo a luchar por los mismos derechos que luchaba hace 30 años: educación, sanidad y libertad”, señala Soledad Conde, de 70 años.

El binomio de mayor e incapaz está también arraigado socialmente, menos cuando se trata de desempeñar tareas tan duras como la de cuidar de los nietos. “Yo creo que hay ciertos hijos que abusan de sus padres para cuidar de los nietos. Que ahí se los dejan un día tras otro y no pueden hacer vida. Es una forma de discriminación y limitación también”, afirma Amador Rodríguez, de 75 años. “Tengo un grupo de senderismo de gente mayor y un día vino una chica joven que al entrar al autobús dio por supuesto que las rutas serían delicadas y cortas. Al cabo de poco tiempo no era capaz de seguir y tuvimos que asistirla. Yo no tengo nada que ver con mis padres a mi edad ahora, y soy consciente que muchos mayores no son capaces de liberarse del edadismo por el contexto socio-económico en el que vivieron pero hay que alejarse del tópico y tomar conciencia. Y ojo, nosotros somos privilegiados porque estamos bien de salud y nuestra economía esta asegurada, pero hay muchos coetáneos que no”, concluye Ramón Varela, de 61 años.

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