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Superar una leucemia con once años

El cangués Íker Fernández vivió el aislamiento social por partida doble por su enfermedad y la pandemia | La familia reclama más recursos a la Xunta para “los niños que vengan”

Íker Fernández, ayer, en el colegio Castrillón de Coiro Gonzalo Núñez

Dice Íker Fernández que ha conseguido ganarle la batalla a los “villanos” que tenía dentro. Con tan solo siete años, a finales de noviembre de 2017, su madre lo llevó a urgencias por un gran malestar y un bulto sospechoso en el cuello. Apenas unos minutos después, ya estaba ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Álvaro Cunqueiro con un pronóstico muy poco optimista: “No daban mucho por él. Fue un momento durísimo”, recuerda Lucía Curra, su madre. Le acababan de diagnosticar una leucemia aguda. “Co tempo descubrín que, aquela zona con seis camas, era onde levaban os nenos máis graves”, señala Íker.

Aquel viernes veintisiete de noviembre comenzó una carrera de fondo que por fin ha llegado a su fin. Hoy este joven de Cangas do Morrazo está totalmente sano. Ha vuelto a su escuela y a jugar al fútbol en su equipo. Pero el camino hasta aquí no ha sido fácil. Para él y su familia, las mascarillas y el aislamiento social empezaron mucho antes de la llegada del coronavirus. En las personas que desarrollan leucemia, su médula ósea genera cantidades excesivas de glóbulos blancos que no cumplen correctamente su función de combatientes de infecciones: “Cualquier gripe o infección puede llevárselos”, explica Lucía, que trabaja como técnica de auxiliar de enfermería en el mismo hospital que su hijo tuvo que visitar durante dos largos años.

El esfuerzo de estudiar

El hecho de ser trabajadora en el Álvaro Cunqueiro tuvo sus cosas buenas, pero también otras malas: “Yo había estado ejerciendo en oncología infantil y la verdad es que vi todo tipo de casos. Esas ideas en mi cabeza no ayudaban mucho, podía ponerme muy pesimista”, recuerda. Pero contra todas esas imágenes negativas, hubo una persona en la familia que subió el ánimo más que nadie. No fueron ni los abuelos, ni los padres, ni su hermano. Fue el propio Íker: “Su fuerza eclipsó por completo el deterioro físico que durante un tiempo fue muy fuerte. Él era el que más tiraba de nosotros”, reflexiona Lucía. De aquella larga etapa en el hospital, la familia de Íker solo sabe mostrar agradecimiento a la sanidad pública: “Tenemos que cuidar este tesoro que tenemos. Si esto nos llega a pasar en un país sin estas garantías sociales, nos tendríamos que haber hipotecado para toda la vida”. El que sí que tiene una queja es el propio Íker: “O peor do hospital non era o aburrimento ou os pinchazos. O que máis odio dalí é a comida, só con ouvir falar dela xa me entran ganas de vomitar, ten un cheiro asqueroso”. Por suerte para él, la buena relación de su madre con los otros compañeros del Álvaro Cunqueiro le permitía llevar la comida de casa y que se la guardasen en las dependencias del personal: “Nosotros tuvimos esa opción, pero otros niños no la tienen. Son cosas que se deben ir mejorando”.

Eso en el hospital, pero a nivel humano, lo que más le dolía a Íker era ver cómo estaba su familia: “O peor era ver a meus pais tan tristes. Papá non paraba de chorar”.

Durante dos años, Íker vivió etapas de quimioterapia muy agresivas con su cuerpo. Hubo momentos en que llegó a recibir el tratamiento durante siete días seguidos. El tratamiento y el aislamiento –primero por la enfermedad y luego por la pandemia– hicieron que no pudiese ir a clase desde segundo hasta quinto de Educación Primaria. “Aunque parezca mentira, para estos casos la Consellería de Educación solo te ofrece un profesor particular un día a la semana durante cinco horas, pero si le cuadra con tratamiento, no la recupera”, denuncia Lucía Curra.

A pesar de las “deficientes” condiciones, gracias a todas las personas que conforman el CEIP Castrillón de Coiro, la voluntad de los profesores particulares y la gran capacidad de esfuerzo de Íker y su familia, el próximo curso comenzará la Educación Secundaria Obligatoria como los demás niños y niñas. Sin haber repetido ningún curso.

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