De la época dorada en Harlem al corazón de Vigo
Una escuela de Lindy hop en el centro de la ciudad rescata el baile afroamericano que triunfó en los años 30

Marta G. Brea
Izquierda, derecha, uno, dos, tres. Izquierda, derecha, uno, dos, tres. Reconoce que al principio era muy torpe y que hasta que no se olvidó de los pies no empezó a sentir la música que flotaba en el aire, consiguiendo liberar la rigidez del cuerpo para dejarse llevar. Aunque siempre fue más de rock, a Román Núñez la música swing siempre le gustó. La conocía por películas antiguas, pero lo que nunca se había imaginado es que aquellas melodías se pudieran bailar.
A finales de la década de los años 20 el Lindy hop surgió en Harlem, Nueva York, precisamente como consecuencia del auge que estaba experimentando el swing jazz. Fueron los afroamericanos los que popularizaron esta danza estadounidense, puesto que acudían a bailar y a divertirse al ritmo del swing al Savoy Ballroom, una famosa sala de baile del barrio neoyorkino. A partir de la década de los 30 comenzó a extenderse por Estados Unidos, habiendo llegado incluso a alcanzar su éxito en España, sin embargo, aquella época dorada tan solo se prolongaría hasta los 40, cuando se apagó. Hasta hoy.

Clase de swing en plena calle, en el centro de Vigo. / MARTA G. BREA
Román Núñez tiene 58 años y junto a su compañera, Susana González, de 56, es la pareja más veterana de Swing On School, una escuela de Lindy hop en pleno corazón de la ciudad que ha rescatado aquel baile afroamericano que triunfó en Harlem en los años 30. Llevan ya seis años bailando, con algún parón que otro entremedias, y Román indica que “es una modalidad en la que expresas lo que sientes, escuchas la música y te mueves. Me considero una persona tímida y, para mí, hace unos años sería impensable escuchar música en la calle y ponerme a bailar o hacerlo delante del público, sin embargo, ahora sí lo hago. El swing te abre un campo de posibilidades, porque es un baile con el que te relacionas con otra gente, es un baile social en mayúsculas”.
Fue precisamente esa característica, la de ser una danza social, divertida, pero también el buen ambiente que genera entre sus bailarines lo que popularizó en su día al Lindy hop. En este sentido, Román señala que la música es un lenguaje universal y que en una visita a México él y su pareja buscaron una escuela de jazz y estuvieron bailando con la gente de allí: “Fue una experiencia increíble”, destaca.
Invitados en la cultura negra
Elena Branco y Jorge Patiño son los responsables de que Vigo se haya convertido en la actualidad en una de las pocas ciudades gallegas en las que cualquier persona puede aprender a moverse al ritmo del swing jazz. Tal y como explica Elena, “es una modalidad factible para todo el mundo, es cultura negra cien por cien y nosotros somos unos invitados en ella. En las clases siempre intentamos contextualizar lo que hacemos y vincular el baile al jazz”.
Tras haber empezado a impartir clases de Lindy hop en Bueu hace algo más de una década, al ver el interés que despertaba entre la gente, finalmente Elena y Jorge decidieron rescatar en Vigo el baile afroamericano y desde entonces no ha dejado de aumentar la demanda. Si bien la pandemia supuso un freno en el crecimiento de su escuela, este año ya han vuelto a notar un repunte importante, algo que Elena achaca a que “en los últimos años, tanto en Europa como en España, estamos viviendo un resurgir, está recuperando aquel esplendor de los años 30 de forma gradual”.

Alumnos de Swing On School en una clase en Simia Espacio. / MARTA G. BREA
Diego González y Patricia Villanueva, de 30 y 28 años de edad, se incorporaron a la comunidad swing de Vigo el pasado mes de febrero. Les apetecía pasar un poco más de tiempo juntos y, como a ella le gustaba bailar y él está estudiando piano en la actualidad, se decantaron por anotarse en la escuela de Elena y Jorge.
Tras sus primeros meses de iniciación, el balance es muy positivo y comentan que “al principio cuesta un poco concentrarte en la izquierda y la derecha, pero los profes lo hacen fácil y aunque vayas con tu pareja, muchas veces no bailas con ella, es como si estuviéramos entre amigos, se crea un ambiente muy bueno entre los que vamos”.
En el caso de Diego, uno de los aspectos que también le motivó a apuntarse a Lindy hop fue romper esa barrera a la que muchas veces se enfrentan los hombres por bailar. En este sentido, este vigués apunta que “quitarme ese estigma fue precisamente uno de los motivos por los que me animé y es cierto que nosotros al bailar estamos algo más tensos, pero con el tiempo perdemos esa rectitud y nos dejamos llevar. Es muy divertido”.
El primer festival de swing
Con el objetivo de dar a conocer la cultura de la música swing a todos los públicos, Elena y Jorge organizarán en la ciudad el primer festival de swing durante los próximos 1,2 y 3 de julio. “Queremos que vengan y conozcan a los profesores que tenemos en Galicia y en el norte de Portugal. Creemos que va a ser un éxito, porque ya hay pases completos y otros a mitad de capacidad”, cuenta Elena. Y es que, con permiso de Santiago, Lugo o A Coruña, Vigo se convertirá en capital del swing durante tres jornadas en las que se celebrarán actuaciones y fiestas en las que ya están inscritos bailarines de Lisboa, Bilbao, Madrid, Canarias o Castilla.
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