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La Universidad de Vigo desvela la genética y las patologías de los cinco erizos de mar del litoral gallego

Amplía un proyecto anterior enfocado a la explotación sostenible de la especie comercial, pondrá a punto técnicas de criopreservación y evaluará los efectos del cambio climático

Estefanía Paredes, Sira Pereira, Marina Parrondo y Sara Campos, en la Ecimat de Toralla. MARTA G. BREA

La explotación del erizo de mar en Galicia va al alza y ya se ha convertido en la primera zona productora de Europa con 700 toneladas anuales, picos de hasta 26 euros por kilo y unos ingresos de 5 millones. Investigadores del Centro de Investigación Mariña (CIM-UVigo) trabajan desde hace años en la conservación y la explotación sostenible del recurso para evitar cierres como los que ya han ocurrido en pesquerías de otros países. Y, tras un primer proyecto centrado en la única especie comercial –Paracentrotus lividus– que terminó a finales de 2021, han ampliado la perspectiva a las cinco especies presentes en Galicia para poner a punto más métodos de criopreservación, estudiar su nutrición, genética y parasitología y tratar de predecir su comportamiento ante el cambio climático.

“En el primer proyecto nos enfocamos en la cría en cautividad para hacer repoblaciones, así como en diseñar protocolos de criopreservación. Y esta ampliación tiene una visión más global, porque incluye las otras cuatro especies de erizo regular e irregular con las que convive la comercial y además hemos añadido nuevas líneas de estudio. Como sociedad estamos interesados en la conservación del recurso y en una explotación sostenible y desde la UVigo aportamos nuestro granito de arena”, destaca Estefanía Paredes, responsable de la parte de criopreservación.

Las cinco especies de erizo de mar presentes en Galicia. Marta G. Brea

Pertenece al grupo de Ecología Costera, que participa en Ocimer+ junto con el de Parasitología Marina y el de Genética de Poblaciones y Citogenética, así como con la Unidad de Recursos Biológicos y Cultivos Marinos de la Ecimat de Toralla. El proyecto se desarrolla con la colaboración de la Fundación Biodiversidad, del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, a través del Programa Pleamar, cofinanciado por el FEMP.

La experta en criopreservación Estefanía Paredes. MARTA G. BREA

“En la UVigo tenemos una línea con el erizo de mar muy potente y ampliar el conocimiento que tenemos con la biología y reproducción de las otras cuatro especies y cómo se relacionan entre ellas nos ayudará a conservarlas. Por ejemplo, pueden verse afectadas por los mismos parásitos. Y en el caso de su criopreservación ya hemos descubierto que, al contrario de lo que ocurre con otros organismos, no podemos aplicar los mismos protocolos a todas. Incluso para las que son muy cercanas y comparten zona. Los erizos de mar son muy sensibles en sus estados de desarrollo, una característica que los convierte en valiosos indicadores en estudios de contaminación, pero que nos obliga a diseñar diferentes métodos de criogenización”, detalla Paredes.

Los investigadores trabajan con ejemplares capturados en diferentes zonas de la Ría de Vigo y los que se utilizan en los estudios de criopreservación de la biodiversidad proceden de aguas del Parque Nacional Illas Atlánticas y de zonas adyacentes.

Dos de las investigadoras del proyecto. MARTA G. BREA

Los erizos criogenizados se conservan en el biobanco que se ha creado en la Ecimat de Toralla y estarán a disposición de los futuros estudios que desarrollen los investigadores de la UVigo y también de otras instituciones interesadas.

El proyecto es ambicioso y, aunque el equipo se ha ampliado, la actividad es incesante porque tiene una duración de nueve meses. Ahora mismo, además de los experimentos de criopreservación, los laboratorios de Toralla acogen estudios de genética y de parásitos, además de pruebas con diferentes tipos de piensos para sustituir a las algas durante la cría en cautividad. Y también se llevan a cabo trabajos de supervivencia con juveniles replicando las diferentes salinidades y temperaturas que podría originar el cambio climático.

“Además de muy novedoso, es un estudio importante porque hablamos de un recurso muy potente y bastante único, ya que Galicia es una de las pocas pesquerías que siguen abiertas en Europa. Conocerlo mejor nos ayudará a no reproducir lo que ha pasado en otros lugares y es fantástico que las cofradías estén interesadas y colaboren con nosotros. Para no caer en los mismos errores y, de cara al futuro, para saber cómo le van a afectar los cambios en las condiciones oceánicas y poder seguir explotando el recurso”, subraya Paredes.

Una de las especies autóctonas de erizo de mar. MARTA G. BREA

Colaboraciones con las cofradías de Vigo y Cangas y con el parque Illas Atlánticas

Alrededor de 50.000 juveniles de Paracentrotus lividus cultivados en la Ecimat fueron utilizados para la repoblación de pesquerías en el primer proyecto, que contaba con la Cofradía San Xosé de Cangas como socia. Los ejemplares, de unos 2,5 centímetros, estaban marcados con un microchip que permitirá identificarlos cuando alcancen la talla comercial –5,5 centímetros–, un proceso que se demorará unos 4 años.

“Cuando volvimos a la zona no encontramos ninguno, pero cuando sean adultos y los pesquen los podremos detectar. Hicimos un estudio de posibles depredadores en laboratorio y, de todos ellos, la centolla es la más voraz. También comen erizo el pez ballesta, las estrellas de mar y las nécoras. Y ahora nos planteamos hacer otro de movilidad para saber adónde se desplazan tras la siembra o cuáles son las principales amenazas y así poder mejorar las repoblaciones que se hagan en el futuro”, comenta Paredes.

En este segundo proyecto repiten San Xosé y el parque Illas Atlánticas y se ha incorporado la Cofradía de Pescadores San Francisco de Vigo. “Ellos son los primeros interesados en conservar el recurso y todo el conocimiento que obtengamos se los trasladaremos a ellos”, añade.

A los 22 días de su cultivo en el laboratorio, las larvas se convierten en pequeños juveniles –con forma de erizos microscópicos– que tardan 9 meses en alcanzar unas dimensiones de 2,5 centímetros para poder ser liberados en el mar. Al principio, se alimentan de microalgas, pero enseguida adoptan una dieta basada en macroalgas y que también incluye algún animal muerto como mejillones


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