Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

“Queremos ser reconocidos como en el resto de Europa”

Una nueva promoción de músicos profesionales acaba de graduarse en el Conservatorio Superior de Vigo

Javier, Carlos, Sergio y Sara en el Conservatorio de Vigo. | // MARTA G. BREA

Solo uno de ellos tenía claro desde que era infante que su futuro estaría íntimamente ligado a la música. Al resto, fue el entorno quién les ayudó a verlo. Dentro de unos días darán el recital que los convertirá definitivamente en graduados, en músicos profesionales. Comenzada la charla, pronto sale el talón de Aquiles de los músicos en España. “Aquí un músico profesional, al igual que la música clásica no tiene el prestigio que sí tienen en otros países como Alemania o Francia, que son equiparados a los médicos, cuya carrera es muy complicada. La música clásica tiene un estigma de que es aburrida y no es así”, insisten.

Presidiendo el escenario del auditorio del Conservatorio Superior de Vigo y con las teclas del piano, que le acompañan desde los cinco años se encuentra Sara Lía Ochogavías (21), natural de Ourense, que se dio cuenta que el piano sería su vida –también en lo laboral– cuando, precisamente, tuvo que pensar en separarse de él. “Mis padres me metieron en piano a los 5 años como una actividad complementaria o extraescolar. Poco a poco me fue atrapando más y cuando en bachillerato tuve que decidir qué hacer o qué estudiar, estaba tan metida con el piano que era impensable dejarlo. No encajaba en otro lado. Así que preparé las pruebas para el conservatorio y aquí estoy”, señala.

No era el clarinete el instrumento que hubiera elegido Javier Pousa (24) y natural de Bembibre para comenzar sus primeros pasos en la música, sino el saxofón, pero las circunstancias de aquel momento hicieron que cayera en sus manos y las múltiples posibilidades que descubrió le convencieron. “Yo quería el saxo porque mi hermano lo tocaba pero era muy caro y mi padre me sugirió que sino quedaba otra, me lo compraría. Así que me decanté por el clarinete que era más económico y descubrí su sonido envolvente y bonito y me atrapó. Además es muy flexible porque con él puedes tocar múltiples estilos. Después me metí en una banda municipal tocando en pasacalles y procesiones y cuando llegó Bachillerato me iba a matricular en Historia del Arte o Historia de la Música y mis compañeros de la banda y mi familia sabían que era la carrera musical el sitio donde yo encajaba. Siempre lo agradeceré porque lo he disfrutado mucho”, remarca.

El de Carlos Fernández (24), natural de Ribadavia, fue un caso similar al de Javier. Sus padres vieron que la música le gustaba desde bien pequeño y a los 6 años empezó a tocar la guitarra y durante años fueron inseparables. “Hasta que me aburrió. Mi hermano tocaba la trompeta en la banda y un día fui a verlo y me encantó todo el ambiente que se generaba entorno a la banda. Yo nunca había estudiado música y, en principio, iba a estudiar Biología. El director de la banda me propuso unirme y tocar la tuba. Pocos meses después estaba preparando las pruebas para el Conservatorio Profesional de Ourense y comprando una tuba a última hora porque la de la banda no era adecuada. Allí me preparé las pruebas para el de Vigo y hasta hoy”, sostiene.

Anécdotas

Cuatro años son más que suficientes para acumular alguna que otra anécdota que siempre recordarán por muchos años que pasen. A Javier y Sara un grupo de trabajo de clase les unió y el azar cumplió con su parte y ambos se graduarán el mismo día. Pero Sara nunca olvidará las primeras impresiones que le causaron las instalaciones del Conservatorio de Vigo. “Se caía a cachos. Había goteras por todas partes”, explica. Fue entonces cuando decidió encabezar una protesta –coincidiendo en su segundo año de carrera, y siendo delegada de la clase– que tuvo cierta repercusión en los medios y que, finalmente, dio sus frutos. “Conseguimos que se pusieran manos a la obra y licitaran obras de rehabilitación que recién ahora se están ejecutando”, matiza. Por lo demás, Sara siempre recordará su primera audición en clase cuando ingresó al conservatorio. “Me caí por las escaleras y durante cuatro años siempre me lo recuerdan (risas)”, añade.

Javier y Carlos nunca olvidarán un examen de Repertorio Orquestal en el que, después de sus intervenciones, y una vez volvieron a tomar asientos, se quedaron dormidos. “Habíamos pasado mala noche, dejémoslo ahí. Tuvieron que despertarnos los compañeros (risas)”, recuerdan.

El futuro, a partir de ahora para ellos, es incierto pero ilusionante. Sara estudia Musicología y espera dedicarse a la docencia “porque las opciones como pianista son limitadas”. Lo mismo piensa Carlos, que piensa cursar el máster de profesorado e intentar acceder a una banda profesional o dar clases. Javier, sin embargo, apuesta por probar suerte en Canadá. Para ello se acaba de matricular en un máster en Alicante para hacer un programa de intercambio en Vancouver. “Quiero perseguir el sueño de tocar en una gran orquesta”, concluye.

Los que salen y el que entra

Sergio Martínez (19), natural de Redondela, tuvo siempre claro que se dedicaría a la música profesional. Acaba de terminar su primer curso en el Conservatorio de Vigo pero fue con dos años cuando empezó en un taller de Lenguaje Musical y más tarde serían los acordes del bombardino los que le conquistasen. No encajaba en los deportes y donde se movía como pez en el agua era tocando su instrumento. “A los 6 años ya lo tuve claro. Somos un pack indivisible. Me gustaría probarlo todo: concertista en orquesta, miembro de una banda y profesor de conservatorio”, subraya.

Compartir el artículo

stats