Con menos de una veintena de butacas por vender, Miguel Lago (Vigo, 1981) afronta una despedida especial. Su espectáculo “Todo al negro” llega al fin esta noche a las 21:30 en el Teatro García Barbón después de aplazarlo en 2020.

–Tendrá ganas después de posponerlo por la pandemis dos años.

–Es la despedida de la temporada y del espectáculo. Jubilar un show que me ha dado muchas alegrías, después de estos dos años, en casa...es una noche muy especial.

–¿Qué balance hace de la gira?

–Ha dado menos de lo que me hubiera gustado, con grandes dificultades. Ha tenido buen lineal en Madrid y poquito a poco hemos recuperado. Lo estrené el 11 de enero de 2020, en otro mundo.

–Se reservaba esa bala en Vigo.

–Sobre todo por el aforo completo. Vine cuando se ha podido.

–¿Valoró hacer dos pases?

–La venta ha sido sostenida porque nadie se atreve a hacer planes a cuatro meses vista, ha cambiado ese hábito. Lo pensamos, pero dijimos que mejor una y a otra cosa.

–¿Qué se encontrará su público?

–Ya me conoce y se van a encontrar la mejor versión de mí mismo, ni más ni menos. La que les gusta, que han ido disfrutando y acompañándome durante estos años.

–Llega además como uno de los rostros de la comedia nacional.

–Al salir durante tres años todos los días en la tele te acaban conociendo. Pero he notado un cambio desde el fichaje por El Hormiguero. Es exagerado, pero muy agradable.

–Ejerce de embajador vigués.

–Siempre le hago la misma broma al alcalde. “Cuídame la casa”. Y la verdad da gusto presumir de mi casa porque está muy bonita, ver cómo habla la gente de Vigo.

–Ahora vuelven los conciertos a Balaídos. ¿Se ve ahí de telonero?

–Sería muy bonito. Pero entre los grandes objetivos de mi carrera, y espero que se pueda hacer, sería en Castrelos. Un show en formato grande. Estuve a punto antes de la pandemia, yo creo que para el año.

–El año además del Centenario del Celta. ¿Cómo lo celebrará?

–Convertiría la temporada en una celebración constante, no solamente un día. El cuerpo me pide un macroconcierto para abonados, celtistas y plantilla en Balaídos. Muchos actos y luego eso, como han hecho Sevilla y Betis.

–¿Qué se siente al saltar al Teatro García Barbón?

–Es una pasada cada vez, y ya van diez o doce que me reciben con entradas agotadas y estoy agradecido a toda la ciudad. Es tan majestuoso, ese sonido...es un sueño. He trabajado en teatros de toda España y como éste hay pocos.