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Vecinos de O Calvario cargan contra la Sareb: “Quieren echarnos por las malas”

Denuncian que su casero, el banco malo, no cumple la orden del juez de ejecutar las obras urgentes | Solo resisten seis familias de las 42 viviendas construidas en pleno núcleo urbano

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Así viven los vecinos presionados por la Sareb Javier H. Rodríguez

Hace apenas veinte años, por la calle Privada Moderna de O Calvario corrían y jugaban decenas de niños y niñas. Un callejón sin salida que, antaño, atesoraba esas escenas de barrio familiar que desde hace tiempo parecen haber desaparecido de la ciudad. Pero a los vecinos de esta singular calle, ubicada a escasos metros del Colexio Mariano, los ha vuelto a unir una causa común. Están inmersos en una guerra contra su casero: la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria, más conocida como Sareb. El también renombrado como banco malo, cuya participación mayoritaria es de capital público, está inmerso en una batalla judicial que tiene como único fin, explican los vecinos, “sacarnos por las malas para poder hacer una nueva promoción inmobiliaria en una ubicación que sería muy rentable”.

Acabado de una reparación. Estado de una vivienda por dentro. | FOTOS: A. VILLAR

De las cuarenta y dos viviendas que hubo habitadas otrora hoy solo resisten seis. Y lo hacen contra viento y marea. Llevan más de cinco años desde que recibieron la última reparación en unos edificios que hoy rozan los cien años de antigüedad: “La última vez que los llamé porque me entraba agua en casa fue en 2017. Todavía hoy los estoy esperando”, explica con sorna Loli, una de las vecinas.

Vecinos de O Calvario cargan contra la Sareb: “Quieren echarnos por las malas”

Las características técnicas de estos arrendamientos perfilan algunas claves para entender el “inmovilismo” de la Sareb. Las seis familias cuentan con contratos de alquiler vitalicios y de renta antigua, lo que hace que sea jurídicamente compleja su extinción. “La estrategia que está adoptando la Sareb para combatir esta situación es tratar de declarar en ruina las edificaciones para que el Concello los obligue a irse”, argumenta el abogado que defiende a los vecinos, Fernando González. Efectivamente, el banco malo ha tratado de declarar los predios como ruinosos, pero solo lo ha logrado con uno. “Los edificios no han pasado la Inspección Técnica de Edificaciones de la Xerencia de Urbanismo y el Concello emitió una resolución instando a ejecutar obras urgentes y otras necesarias”, prosigue González.

Contra ello, la Sareb, creada para gestionar los activos transferidos por las cuatro entidades nacionalizadas en la crisis de 2008, presentó un recurso contencioso contra los informes de los técnicos de Urbanismo. Consiguió frenar las “reparaciones necesarias” a las que instaba el consistorio, pero en el auto del juzgado vigués, el magistrado volvió a instar a la Sareb a ejecutar esas obras que los propios vecinos califican como “fundamentales” y que no han podido paralizar. Desde entonces, noviembre de 2018, “aquí no se ha movido nada en ese sentido”, explican. “Estamos hablando de filtraciones de agua en las cubiertas o problemas estructurales que son un auténtico riesgo”, añade el abogado de las familias. De hecho, añade González, “a finales de 2021 el Concello multó a la Sareb con mil euros por no ejecutar las obras. Pero claro, para esta gente es calderilla que no va a parar esta guerra judicial”.

Mientras algunos de los once vecinos que todavía resisten hablan con este periódico, varios obreros transportan herramientas y escombro de un edificio a otro: “Una de las tácticas de presión que usan con nosotros es ir deshaciendo las construcciones por dentro. Te dicen que entran a reparar, pero van desmontando falsos techos, desmontan los pasamanos o desconchan las paredes”, explica Carmen, que lleva más de cincuenta años viviendo allí. “Todo menos reparar”, explica Loli, que tiene filtraciones de agua de lluvia en casa a pesar de vivir en un bajo.

Aunque la mayoría de las viviendas de la urbanización de Privada Moderna están deshabitadas, en las seis que todavía viven estas familias están en perfecto estado y las imágenes que ha capturado FARO lo demuestran. No así los espacios comunes: “Como están continuamente desmontando los pisos que están vacíos, llenan todo de porquería”, lamenta Alfonso, vecino de la última altura de uno de los predios mejor conservados. “Nosotros creemos que los obreros tienen orden de ir destrozando poco a poco los espacios comunes para forzarnos a que nos vayamos”, explica mientras señala una claraboya que lleva apenas cinco años cambiada y en cuyo acabado los obreros dejaron un agujero de al menos cinco centímetros por el que el agua no deja de correr cuando llueve.

La vivienda y la salud mental

La situación de emocional de estos vecinos es delicada. Familias mayoritariamente trabajadoras que sobrellevan la ansiedad de no saber si, un buen día, se quedarán sin su hogar y sin alternativa habitacional: “Aquí algunos estamos con psicólogos y psiquiatras. Otros apenas duermen por las noches. Es insufrible”, apunta Mariano, otro de los vecinos.

El abogado de las familias explica que hace años intentaron negociar con la Sareb un traslado a viviendas con características similares también en coste, pero tras un estudio de mercado, el banco malo no aceptó las condiciones de sus inquilinos.

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