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Las huertas que resisten el avance del urbanismo

La ciudad crece, pero todavía hay pequeños reductos rurales dedicados al autoconsumo

Aida Rodríguez en su huerta urbana a cien metros del estadio de Balaídos. | // RICARDO GROBAS

Aida Rodríguez sale todos los días de trabajar de su tienda en el centro de Vigo a las ocho de la tarde. Es de sobra conocido que, para las hortelanas, la primavera es tiempo de trabajo duro. Por eso, en cuanto echa el cierre, se monta en el coche y arranca directa a su huerta, ubicada en el entorno del Estadio de Balaídos. Se cambia el vestido por la funda de trabajo, las botas y los guantes y se pone manos a la obra. Esas dos horas de luz no le llegan a nada, claro. Hay que podar, plantar, regar, quitar las malas hierbas y un montón de tareas más que van surgiendo a medida que pasea entre la docena de bancales que junto a su familia ha ido montando y cuidando en los últimos años.

Finca abajo, revisa que los tomates no tengan pulgón, que los caracoles no se coman las hojas recién brotadas de las plantas jóvenes y que alguno de los gatos callejeros que rondan el entorno de la finca no haya estropeado algún cultivo. Porque esta leira familiar, como tantas otras de la ciudad, sobrevive tras más de un siglo entre edificios, algunos de los cuales sobrepasan las diez alturas. La sombra de los predios es alargada y prematura. La noche llega antes de lo que por el ciclo natural del día le correspondería. Pero, paradójicamente, esa oscuridad precoz, pronto se transforma por la iluminación artificial. Las farolas de la calle iluminan casi toda la finca durante la noche. Tanto es así que afecta a los ciclos circadianos de las plantas que no completan adecuadamente todos sus procesos. Se comprueba a simple vista. Los planteles que están a la sombra de las farolas durante la noche crecen más robustos que los que están más desprotegidos. Pero aún así, todas ellas florecen.

Reconoce que el último edifico que se construyó a menos de diez metros y sobre las antiguas viñas de su abuelo impactó de forma negativa en el patrimonio natural. Pero, para esta vecina de Vigo, tener la posibilidad de tener el cultivo de una huerta en pleno núcleo urbano no solo es una manera de autoabastecerse de vegetales cultivados de forma ecológica, sino también una manera de desconectar del trajín de la vida urbana.

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