...    
Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Actuar, aplaudir y pasar la gorra

Teatro Gorrilla revoluciona el “underground” vigués con actuaciones en espacios de ocio nocturno y un modelo de taquilla inversa

Sergio Llauger y Eva Comesaña en el barrio de Churruca Ricardo Grobas

La idea de crear el colectivo Teatro Gorrilla nació en un aeropuerto londinense. El actor Sergio Llauger y la peluquera Sara García acababan de perder el avión de vuelta a su ciudad, Vigo. Las condiciones económicas de uno de ellos no eran muy optimistas y tener que pagar dos vuelos internacionales en una misma semana dejaba sus cuentas en un inestable equilibrio. Y, casi a modo de supervivencia, surgió una idea sin parangón en tierras gallegas. Sara tenía buena relación con muchos locales de la noche viguesa y, en aquel entonces, alrededor de abril de 2019, era una habitual promotora de pequeños eventos culturales al margen de la escena mainstream. Sergio, por su parte, tenía muchos compañeros de la Escola Superior de Arte Dramática de Galicia y del gremio con piezas de artes escénicas listas para entrar en circuito. Comenzaba a consolidarse la idea: “Fue fruto de una necesidad económica y acabó por convertirse en un modelo viable”, explica Llauger. En ese mismo viaje en el que fueron a visitar a la artista visual Laura Merchán -tercera pata del colectivo-, también desarrollaron su perfil diferenciador: “Pensamos en hacer un modelo de taquilla inversa. La gente primero ve el espectáculo y, luego, libremente, paga la entrada que considere. Pero nos hacía gracia hacer la analogía con el fenómeno gorrilla: o nos pagas o te rayamos el coche”, bromea.

Aunque la idea floreció rápido, pronto se encontraron con que algunos espectadores aportaban entradas irrisorias: “Por un espectáculo de media hora, algunha xente pagaba cincuenta céntimos e facían menos viable o proxecto”, recuerda la bailarina Eva Comesaña, que desde que llegó la pandemia se unió con fuerza a la organización. Entonces se dieron cuenta que, además de programar eventos de danza y teatro, tenían que ejercer una labor pedagógica para con el público: “Sen dúbida é unha cuestión de educación e do contexto onde medraches. As persoas teñen prioridades diferentes. Moita xente non está acostumada a consumir teatro e danza. Sobre todo, en espazos nocturnos”, reflexiona Comesaña. Y ahí está otra de las claves que los diferencian: Teatro Gorrilla aspira a acercar las artes escénicas a públicos heterogéneos en espacios poco convencionales como son los locales Churruca, el espacio de ocio alternativo de la ciudad por excelencia.

Aunque tuvieron sus idas y venidas, la pandemia echó al traste todo lo avanzado y estuvieron más de un año parados, como la inmensa mayoría del sector cultural. Decidieron aprovechar el tiempo y reflexionar los aspectos a mejorar. La viabilidad económica era clave. “Decidimos insistir en poñer en valor o traballo dos artistas e da organización. Agora recomendamos entradas mínimas para os espectáculos”, explica Comesaña. Empezaron a promoverlo con la vuelta a los escenarios en el pasado febrero con un festival en cinco espacios diferentes. Y les ha ido bien: “Agora a xente fai esa aportación mínima e outra moita, faino por enriba do que recomendamos como mínimo”. “Además, creo que, tras la pandemia, la gente ha puesto en valor este sector”, añade Llauger.

Conquistar nuevos espacios

En un contexto donde el circuito de espacios de representación está en “un ciclo endogámico”, Teatro Gorrilla aspira a conquistar y crear otros nuevos. Pero para ello también tienen que adaptar las piezas que programan y los cachés de los artistas que participan. Teniendo en cuenta ese público heterogéneo y las características de las infraestructuras donde actúan, su método se basa en proponer espectáculos más cortos. De esta manera, consiguen varios objetivos. Por un lado, ofrecen propuestas más ligeras para la audiencia y logran que los intérpretes cobren una cantidad adecuada a su trabajo. Algo que con obras extensas en espacios tan reducidos sería materialmente imposible.

Con todo, la vuelta de la pandemia les ha sentado tan bien que ya se están movilizando para procurar espacios más amplios. Ayer lo hicieron en la nueva sala Molotov con las actuaciones de “las travestis más aclamadas de la provincia”: un trío de espectáculos ofrecido por Marinita Calleja, Meiga-i y Ariezzz.

El síntoma de una época

Del proceso de creación de este colectivo se puede hacer una lectura en clave social. Reflexiones que tienen que ver con una generación que ha crecido en plena crisis financiera y que, al adentrarse en el mundo laboral, se ha dado de bruces con una precariedad galopante. Sin pretenderlo, el proyecto es en sí una alegoría de la situación inestable de muchos jóvenes artistas que luchan contra viento y marea y sin ningún apoyo institucional por hacerse un hueco en el mercado. Ellos, por ahora, lo han conseguido.

Compartir el artículo

stats