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Voluntarios a los 80: “Lo vivimos y nos encanta”

Bridge, meteorología, ajedrez o cocina: así pasan la jubilación muchos mayores vigueses a partir de los 70

Grupo de voluntarios jubilados en el jardín interior de la sede de Afundación en Vigo. | // ALBA VILLAR

¿Qué hacer con la experiencia y el talento acumulado durante toda una vida después de la jubilación? La respuesta es sencilla y está al alcance de todos: donarlo. Y eso es lo que hacen Juana, Francisca, José Antonio, José Luis, María, Arsenio, Teresa, Luis y Abel. Entregan su sabiduría, su experiencia y el talento adquirido en sus respectivas profesiones para ponerlo a disposición de los demás. Sus edades rondan los 90, incluso en algún caso los 100 años –como Isabel Rodríguez, de 97 años, antigua colaboradora del programa Fálame da Emigración– y son voluntarios del Espacio +60 de la Sede Afundación de Vigo. Los contenidos de los talleres que el programa El valor de la experiencia pone en marcha cada año vienen dados, precisamente, por aquellas disciplinas que los propios voluntarios han manejado durante toda su trayectoria vital. En esa extensa carta de cursillos, los participantes se pueden encontrar formaciones tan dispares y atractivas como cocina, inglés, ajedrez, meteorología, pensiones, bridge, musicoterapia, capacitación digital, informática o senderismo.

Si hay una voluntaria que encandila a todos, a participantes y a otros voluntarios, es Juana Portela, que junto a sus 81 años y sus más de treinta como docente de hogar en la emblemática Sección Femenina, al jubilarse se dijo aquello de... ¿Y ahora qué hago de mi vida? y decidió donar lo que mejor sabe hacer: cocinar. “Es estupenda”, “aprendí mucho con ella”, “ahora cocino de manera diferente y le saco mucho provecho a la cocina”, son solo algunos de los comentarios que se escuchan al hablar de su labor en el programa desde 2015. “Es que yo lo vivo mucho, me encanta. Además llevo la economía en las venas. Porque saber administrarse en una casa, y en concreto, en la cocina, es capital. Es el pilar más importante del hogar: la alimentación. Y, excepto cuando se hace una fiesta, que estiramos un poco la cartera, después en el día a día hay que aprender a elaborar comidas ricas y saludables con poco dinero”, explica Juana.

Cuidar las emociones en la etapa de la madurez resulta imprescindible para sincronizar cuerpo y mente. Y eso es lo que hace Francisca Fernández (64) a través de la musicoterapia. “Antes de ser voluntaria, fui participante de este taller y después me atreví a darlo yo como voluntaria pero con niños. Más tarde la profesora de aquí no pudo continuar y la estoy sustituyendo yo. Procuramos hacer respiraciones, movimiento, pero centrados en conectar con nuestras emociones. La música es básica para este proceso, porque nos traslada a vivencias que cada uno tiene”, destaca.

“Karpov me pidió tablas”

Los números no suelen ser buenos amigos de los cursos amenos, excepto cuando estos afectan a la vida cotidiana. Es el caso de las pensiones y José Antonio Cachafeiro (68) es un experto en la materia. Después de dedicar toda su vida a la banca, hoy ayuda a entender los desafíos y pormenores de esta realidad a la que tarde o temprano, todos tienen que enfrentarse. “No es un tema atractivo pero sí necesario. Durante la pandemia me dediqué a documentarme mucho más sobre pensiones y ya es la segunda charla virtual que doy a través de zoom”, apunta. Ejercitar la memoria resulta fundamental a partir de cualquier edad pero mucho más a partir de los 60. Y el ajedrez está científicamente demostrado, que además de aportar muchos otros beneficios, ayuda a reforzar la parte del cerebro donde se almacena la memoria. De esta gran empresa se encarga Santiago Hernández (78) quién juega a esta disciplina desde pequeño. Un gran experto ajedrecista que ha jugado contra algunos de los mejores, como Anatoli Karpov hace 20 años en Pobra do Caramiñal. “Estábamos jugando en partidas simultáneas. Karpov jugaba varias partidas a la vez. Cuando llegó a mí y después de un rato me pidió tablas. El ajedrez te da mucho. Hay gente que viene para perfeccionar y otros para ganarles a los nietos”, remarca.

Nadie diría que el bridge es un deporte intelectual que practiquen muchos vigueses. Pues son más de los que son y son más de los que parecen. De este juego de estrategia sabe mucho José Luis Díaz (88), que define esta disciplina “como una ayuda que espanta el Alzhéimer” de forma muy activa. “Es un deporte olímpico desde la década de los 90 y es una asignatura obligada en todas las universidades de Estados Unidos. Si ahora entrásemos en la aplicación web habría casi 60.000 personas conectadas. Conozco a gente de todo el mundo y socializo. Me gusta mucho enseñar a los demás a jugarlo. Es una gimnasia mental maravillosa”, señala.

Interpretar el clima

Otras como María Pichel (70) o Teresa Pantiña (76) no se animaron aún con el voluntariado pero se han recorrido prácticamente todos los talleres: baile, zumba, inglés o senderismo con el que hicieron el Camino de Santiago por etapas y que lo describen como una “experiencia apasionante”. En el caso de Luis Pintos (74), participante también de varios talleres, reconoce que el taller de capacitación digital durante la pandemia fue todo un acierto que le permitió “ser más autónomo”. Saber interpretar la climatología que nos rodea es lo que hace como voluntario Arsenio Gállego (77) después de años siendo docente de Meteorología. “Estas clases tienen una gran ventaja porque los participantes tienen un gran interés y aunque de lo que hablamos en el taller obedece a nivel elemental como el origen de un frente o por qué se forma la niebla es todo muy ameno y reconfortante”, matiza.

Para Abel Rubal (75) participante de bridge y ajedrez, “es capital este tipo de cursos para seguir entrenando el cerebro.” Después de toda una vida en Australia donde ha vivido todo tipo de aventuras y ha pasado por más de una docena de trabajos, la música fue siempre su pasión y el trombón su compañero de viaje, aunque nunca olvidará cuando salía de noche junto con su amigo a cazar víboras que luego vendían a laboratorios en Sydney para extraer su veneno y fabricar así los antídotos.

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