CUBO, el espacio abierto a las ideas, al arte y a las personas que irradió cultura desde que abrió sus puertas a finales de 2018 hasta ahora no seguirá con su proyecto más allá de julio. Alfonso Freire, su responsable, anuncia que ese mes cerrará el espacio sito en el número 17 de Doutor Cadaval con el fin de darse un tiempo para reflexionar sobre esta iniciativa.

“Hay una cuestión económica que hace imposible continuar con CUBO”, al menos en el bajo que ha venido utilizando hasta ahora, explica Freire. En su cabeza, la idea de rescatar el proyecto en otro lugar, de otra manera resiste, pero la incógnita de si merecerá la pena o no siembra la duda.

Freire reconoce que “no es posible hacer otra coa, me ha costado tomar la decisión”, mientras introduce un elemento para reflexionar: “Hay una cuestión más profunda, si las galerías de arte son formas del pasado, si debemos seguir mostrando obras de arte en las paredes y espacios”.

En el caso de la ciudad olívica, varias han tenido que echar la persiana en los últimos años (Ad Hoc y Bacelos, dos asiduas a la feria de arte contemporánea ARCO).

En el caso de CUBO su propuesta iba más allá de mostrar arte, también había una implicación con el tejido social de la ciudad. “Me sabe muy mal tener que desmantelar esto. Hacemos charlas y otro tipo de actividades y eso tiene que parar también. Además la sala tenía programación hasta final de año por lo tanto quedo en deuda con bastantes artistas que habían pensado exponer aquí. Dejo gente en la estacada”, señala con pesar.

En cuanto a la reflexión de si retomar el proyecto más adelante reformulándolo como un CUBO2, indicó que “no sé si el problema con este espacio es un problema de visibilidad y hay que buscar un lugar por el que pase más gente”.

Quizás no haya una única explicación acerca de este adiós de CUBO. “Puede ser que esta sea una ciudad difícil para las artes plásticas y la cultura en general; también puede ser un problema de la época en general. Las salas de exposiciones y museos están muy a la baja, ya estaban antes de la pandemia y ahora se ha exacerbado. Quizás otro enfoque sea posible para la galería y si no aquí se acaba todo. Me lo pienso pero dudo que vaya a haber otro CUBO”, reflexiona Freire.

Los principales damnificados del cierre serán los integrantes del Ateneo Atlántico que tenían en este espacio uno de sus lugares predilectos para la organización de eventos.

“La única intención que teníamos –desvela– era que los gastos corrientes quedaran cubiertos por las actividades que se iban realizando, por el pago de alquiler que realizaban las asociaciones por utilizar las salas... Eso antes de la pandemia casi se había conseguido. Yo ya no tenía que poner demasiado dinero cada mes para que la cosa funcionara. No obstante, el proyecto siempre ha sido deficitario”.

Tras el confinamiento, la situación se agravó aunque intentaron mantener el espacio expositivo “gracias a que le Ateneo Atlántico y otra asociación como Os Ninguéns siguieron pagando sus cuotas a pesar de que había cero actividad. Todos juntos intentamos que la cosa siguiese adelante pensando siempre que la pandemia iba a durar menos de lo que duró. A la vuelta, he hecho una programación intensa. Algunas exposiciones de estas han tenido éxito de público y crítica pero el ritmo es distinto a antes. Yo ya no puedo asumirlo más”.

Alfonso Freire: “¿Tienen este tipo de espacios razón de ser?”

El cierre de CUBO vuelve a poner sobre la mesa la transformación en la que semeja estar la cultura. “¿Tienen este tipo de espacios razón de ser?”, se pregunta Alfonso Freire. “Hay que pensar si debemos organizar otro tipo de iniciativas, aunque no sé muy bien qué”, añade. “Las artes plásticas no se están vendiendo. Muchos artistas han entrado en situación de precariedad. Otros han tenido que buscar trabajos alternativos dejando un poco de lado sus proyectos artísticos”, continúa Alfonso Freire, gestor y responsable de CUBO. El aumento de los precios de materias primas también ha afectado. El espacio cultural vigués ha venido publicando los cuadernos que editaba y que han llegado hasta el número 8. “En los dos últimos, la impresión nos ha salido muy cara, con lo que han aumentado también los gastos por esta parte”, indica. “Los intereses entre la juventud también han cambiado. Hay que entenderlo. No hago una crítica en este sentido. En su momento, tener obras originales en las paredes de tu casa, se consideraba algo interesante, valioso, tenía una carga estética. Ahora, lo tienen otra cosa como un simple tatuaje o comprar ropa de marca o con características especiales. Después, las redes sociales han fomentado mucho la propia imagen. Ese narcisismo imperante no ayuda” al arte, señala Alfonso Freire. “Ahora no se presume de haber comprado un cuadro sino de tener una figura de Marvel o un tatuaje especial”, concluye.