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Un acoso insoportable en un supermercado de Vigo

Condenado un vigués que se obsesionó con una empleada de un súper, “observándola” de forma insistente | El asedio fue a más cuando empezó aparecérsele en el parking o a seguirla en coche

“No sé que me pasa, no puedo dejar de pensar en ti, te invito a un viaje a Nueva York”. A principios de 2019 la empleada de un supermercado de un centro comercial de Vigo escuchaba estas palabras de boca de un cliente que solía ir allí a hacer la compra con su esposa. Lógicamente hizo caso omiso a tal ofrecimiento. Pero aquello no fue nada más que el arranque del asedio al que este hombre sometió a la mujer. Empezó observándola y siguiéndola “de manera repetida” mientras ella estaba en su puesto de trabajo y, transcurrido el tiempo, avanzado el año 2020, la cosa fue a más, apareciéndosele en el parking donde la víctima estacionaba su coche o persiguiéndola con su vehículo cuando ella se dirigía a trabajar.

El hostigamiento fue tal que obligó a la intervención policial y el caso acabó en los tribunales. Y, tras el juicio celebrado en el Juzgado de lo Penal 2 de Vigo, la Audiencia acaba de confirmar la condena impuesta a este hombre. Una pena de 2.700 euros de multa y de un año y un día de prohibición de aproximarse y comunicarse con la víctima. La sentencia es por delito de acoso, también conocido como stalking, una tipificación que fue introducida en la reforma del Código Penal de 2015 y que castiga a quien acecha a otra persona de manera reiterada e insistente alterando con ello gravemente el desarrollo de su vida diaria.

Esto fue lo que ocurrió en este caso, ya que la conducta del condenado creó en la trabajadora “una situación de angustia y temor”, sobre todo cuando empezó a ver a su acosador en el parking, como una vez que se le apareció de detrás de una columna, o siguiéndola con el coche por las calles de Vigo. Fue ahí cuando se empezó a inquietar “seriamente” y a “asustar”, hasta el punto de que los vigilantes de seguridad del centro comercial donde trabaja la acompañaban al garaje e incluso le gestionaron otra plaza de aparcamiento próxima a la caja central, una zona que, según se refiere en la sentencia, está “más iluminada”.

Vigilancia

De forma previa a que empezase a verlo en el aparcamiento, la mujer tuvo que soportar como la observaba y vigilaba mientras ella trabajaba en el súper. A veces estaba acompañado por su esposa, pero cuando iba solo paseaba por los pasillos mirando a la víctima a distancia o se quedaba delante de donde estaban las cajas, o en una columna desde la cual tenía una perfecta visión de esa zona, para controlarla mientras ella cobraba a los clientes. Aunque molesta, allí, en su trabajo, la mujer estaba más tranquila al estar con sus compañeros o al poder escabullirse al almacén. La alarma se disparó cuando el acoso y el control fueron a más.

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