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Alcoholismo | El drama oculto tras un trastorno de consumo

Cuando el alcohol destroza una vida

La presión y el acoso laboral son los nuevos factores desencadenantes de este trastorno

Sesión grupal del grupo de Alcohólicos Anónimos de Las Traviesas, en el local parroquial del Perpetuo Socorro. Jose Lores

La primera vez que cruzó las puertas del local para participar en aquella reunión grupal, lo que más le llamó la atención fue que las personas que estaban allí tenían “los ojos limpios”. Los suyos, sin embargo, siempre estaban enrojecidos y tenía que recurrir a los colirios para aliviar la irritación. No era su primer intento. Durante dos años había estado en tratamiento con un psiquiatra “muy bueno” y dice que durante ese tiempo no probó ni una gota de alcohol, pero también apunta que las ganas de beber no se le fueron “nunca”. Previamente, había intentado desintoxicarse recurriendo a la Unidad Asistencial de Tratamiento del Alcoholismo en Vigo y afirma que le fue bien, que estuvo año y medio y que está muy agradecido al trabajo que los profesionales hicieron con él, porque le ayudó a llegar hasta el punto en el que se encuentra ahora. Cuando le dieron el alta, se fue a celebrarlo: “Ya se imagina cómo...”, dice al otro lado del teléfono.

“Bebía casi a diario con mis amigos y yo llevaba el coche. Luego, siempre me sentía culpable”

Eduardo B. - Vigués que lleva 25 años abstemio

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Para Eduardo B. la historia de su vida es su “mayor tesoro” y empieza por el principio. Siempre fue un soñador, pero también una persona que lo quería tener todo ya, por eso, a sus 16 años decidió embarcarse, “que de aquella se ganaba bien en los barcos extranjeros”, y también porque Vigo le sabía a poco. Recuerda la primera vez que probó el alcohol: había vuelto de aquellos viajes y entonces empezaba la moda de ir a las tabernas de la calle Real a tomar los vinos. Cuenta que con el primero le dieron arcadas, que no le gustó nada, pero siguió con el segundo, con un tercero, con un cuarto.

“Me di cuenta de que tenía un problema con el alcohol cuando quise dejarlo y no fui capaz. Bebía casi a diario con mis amigos y yo era el que llevaba el coche, porque era el que más aguante tenía. Luego, siempre me sentía culpable. Pasé por varias depresiones, me refugié en mi madre, que siempre me tapaba y finalmente falleció. Al final, me acabé yendo a Venezuela y fue la peor época de mi vida. Siempre bebiendo, metido en peleas...”, relata este vigués.

Alcohólicos Anónimos

Este año, Eduardo B. cumplirá 26 años alejado del alcohol. Después de todo, asegura que hoy lleva “una vida feliz y con alegría” y que, en gran medida, se lo debe a la Asociación de Alcohólicos Anónimos. En la actualidad, la entidad mantiene abiertos cuatro grupos en la ciudad, con unas 70 personas participantes, y Eduardo acude cada semana al de las Traviesas, situado en un local parroquial de la Igrexa da Nosa Señora do Perpetuo Socorro.

El grupo de Eduardo es el de menor recorrido en la urbe, puesto que la asociación lleva desde la década de los 80 trabajando en Vigo por la rehabilitación de las personas alcohólicas, y a él acuden asiduamente unas diez personas. La más joven que asiste a las sesiones de recuperación que organizan en el local parroquial es una mujer de 32 años, pero también hay hombres como él, de 67, y recientemente se incorporó una mujer de 74 años, “que al principio no tenía claro si iba a encajar, pero que ahora no falla nunca en las reuniones”, señala este vigués. 

Dentro de cada grupo de la entidad, las personas que participan activamente se reparten las tareas, como pueden ser la limpieza del local en las que celebran las reuniones, las labores informativas, la acogida a las nuevas personas que llegan y a la hora de celebrar las sesiones, “cada personas habla sobre su situación libremente, sobre cómo se siente, sobre cómo era antes y cómo ha logrado llegar hasta donde está, pero sin juicios. Nadie le dice al otro lo que tiene que hacer”, comenta Eduardo B.

Un apoyo fundamental

Manuel F. tiene muy presente una fecha en su cabeza. El próximo 12 de agosto cumplirá 29 años sin beber y afirma que desde que consiguió apartarlo de su vida “es feliz”. También reconoce que si es capaz de mantenerse sobrio es gracias al apoyo que suponen para él las reuniones a las que acude en el Grupo Mencer que Alcohólicos Anónimos tiene en la parroquia de Santo Antonio da Florida.

"Nadie entiende mejor a un alcohólico que otro alcohólico"

Manuel F. - Hace 28 años que no consume alcohol

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“Yo sé que solo nunca lo habría conseguido. Antes de pedir ayuda intenté dejarlo muchas veces, porque sentí que mi vida peligraba, pero a las personas alcohólicas nos cuesta mucho abrirnos cuando sentimos que no somos comprendidas. Nadie entiende mejor a un alcohólico que otro alcohólico. La identificación con el otro es muy importante. En las reuniones yo no solo aprendí a no volver a beber, sino que aprendía a vivir y hacerle frente a los problemas sin tener que recurrir a la bebida para intentar superarlos”, indica Manuel.

Este vigués comenta que el grupo al que acude se ha rejuvenecido en los últimos años y que en la actualidad la media de edad se sitúa entre los 30 y los 40 años. Fue a esa edad, en la treintena, cuando Manuel se dio cuenta de que tenía un problema con el alcohol y con el consumo de otras drogas. Su matrimonio se empezó a deteriorar por culpa de que él era incapaz de dejar la bebida y dice que “estuve sufriendo y haciendo sufrir a las personas que me querían aproximadamente unos 10 o 12 años”. 

Tras años de trabajo y rehabilitación, ahora, con perspectiva, su compañero Eduardo B. comenta que “el alcoholismo no solo lo vive la persona. Su familia tiene su misma enfermedad y sin probar una gota de alcohol: trastornos emocionales, depresión, violencia, ira y culpa es lo más frecuente. Pero también hay esperanza, porque si uno quiere y trabaja por ello, se sale”.

Las consultas se han disparado un 33,3% en el primer trimestre de 2022

El primer trimestre de 2022 ha dejado unas cifras dramáticas en la Unidad Asistencial de Tratamiento del Alcoholismo en Vigo de la Asociación Asvidal, y es que las consultas en la entidad se han incrementado un 33,3%. Si bien a lo largo de 2021 desde la dirección de la asociación viguesa ya se había constatado un aumento considerable, desde el pasado mes de enero las consultas se han disparado.

Así lo afirman los profesionales, quienes apuntan que la media de atenciones mensuales ha pasado de 30 pacientes a 40 en un breve lapso de tiempo. En cuanto al perfil de las personas que están acudiendo a la Unidad Asistencial de Tratamiento del Alcoholismo en la ciudad, predomina el de varón de mediana edad, entre 40 y 50 años de edad, laboralmente activo y socialmente integrado, pero que caen el abuso y consumo excesivo de alcohol buscando una salida al estrés y a la presión que están soportando en la actualidad en sus puestos de trabajo, un hecho que se ha visto acusado a raíz de la crisis económica tras la pandemia del COVID.

En este sentido, desde Asvidal hacen hincapié en que este es el perfil del 90% de las personas que acuden a la entidad para participar en los programas de tratamiento y rehabilitación que llevan a cabo, y señalan que, “aunque las hay”, las personas alcohólicas en situación de calle son las menos habituales.

Cuando un paciente acude por primera vez a la unidad, los profesionales se ocupan de realizar una entrevista de acogida y una valoración psicológica y médica inicial. A partir de ahí, en función de las necesidades de cada caso, la persona puede requerir entrar directamente en el programa de desintoxicación a domicilio u hospitalario, este último, solo si el paciente no cuenta con apoyo familiar o social para llevar a cabo el proceso de rehabilitación. Asimismo, Asvidal dispone de un programa de prevención de recaídas, otro de tratamiento y otro de características sociales para personas sin recursos.

En el último año, en colaboración con el Sergas, se ha puesto en marcha un programa de prevención de suicidio ligado al alcohol, puesto que el año pasado se incrementaron un 100%.

El equipo de profesionales de la entidad sociosanitaria está integrado por un facultativo experto en alcoholismo y conductas adictivas, dos psicólogas clínicas, dos trabajadoras sociales, una educadora y una administrativa y desde el año 1983, Asvidal lleva trabajando para prevenir las conductas adictivas relacionadas con las bebidas alcohólicas entre la población del área de Vigo. 

La directora de la Unidad Asistencial del Tratamiento del Alcoholismo en Vigo de la Asociación Asvidal, Carmen Guimeráns. ALBA VILLAR

“El problema del alcoholismo en las mujeres se oculta con su sobremedicación”

Carmen Guimeráns - Directora de Asvidal

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La salud mental de la población es otra de las víctimas de un contexto tan volátil como el actual. Sin embargo, la directora de Asvidal, Carmen Guimeráns, analiza que el repunte de casos de alcoholismo en la ciudad se ha disparado debido a la presión y al acoso laboral que soportan los trabajadores. La responsable de la asociación viguesa también advierte que “cuando las mujeres manifiestan que están tristes, el médico les receta psicofármacos y no se contempla la adicción al alcohol”.

–¿A qué achacan el gran incremento que han registrado en sus consultas en el último trimestre?

–Al principio pensábamos que estaba relacionado con la propia pandemia en sí misma, pero tras el elevado volumen de primeras citas que tuvimos desde el pasado mes de enero, ya no lo tengo tan claro. Lo que sospecho es que este incremento está vinculado con la gran crisis laboral que estamos atravesando, porque todos los casos que están llegando comparten una misma realidad: la presión y el acoso laboral tan tremendos que están soportando. Esta misma semana llegaron a la consulta dos pacientes bastantes similares: hombres de mediana edad, a los que en su trabajo les están pidiendo unos objetivos cada vez mayores para sortear la crisis y que en realidad son imposibles de conseguir, sumado al mal uso de las nuevas tecnologías por parte de sus superiores. Se sobrepasan todos los límites con mensajes de Whatsapp fuera del horario laboral, reuniones online prácticamente semanales y, claro, no pueden desconectar esos dispositivos móviles porque incluso se arriesgan al despido.

–Y buscan una salida a través del consumo de alcohol. 

–Sí, sí, totalmente. Esta presión tan brutal desencadena el consumo de alcohol como automedicación para sobrellevar el estrés y la ansiedad que les provoca esta situación, porque no son capaces de salir de esa dinámica que cada vez les genera más tristeza y frustración. El hecho de que recurran al alcohol radica en que, en primer lugar, es fácil de conseguir, no es como un medicamento al que haya que ir al médico a pedir la receta, y por otra parte, porque caen en el error de creer que no tiene ninguna consecuencia, algo que es falso. La realidad es que sí la tiene y desarrollan una conducta adictiva, ya que asocian su consumo a la forma para evadirse de los problemas y superar el estrés, pero es que tienen que seguir yendo al trabajo a diario y no logran que ni la ansiedad ni la presión que tienen disminuya. Incluso se agrava.

–El alcohol no deja de ser una droga y en nuestra sociedad está completamente normalizado, ¿cómo de complicado es compaginar la rehabilitación con esa sobreexposición?

–Toda comunidad cultiva su propia droga. En países como Perú y Bolivia es costumbre mascar hojas de coca, nosotros aquí cultivamos nuestra vid y, además, existen unas connotaciones culturales y gastronómicas al respecto. Para nuestros pacientes supone un esfuerzo enorme porque el único método que funciona a medio y a largo plazo es el cese total del consumo de alcohol. Ir a comer fuera de casa, quedar con los amigos en una terraza o salir por la noche supone para ellos tener cerca el alcohol y para una persona que tiene una conducta adictiva o abusa en exceso, esto es un problema. Deben mentalizarse de que la única solución es cesar en el consumo y también deben saber que se puede disfrutar de la compañía de los amigos en una terraza al sol o salir por la noche sin tener que beber.

–¿Qué papel juegan las familias en la recuperación de una persona con trastorno por consumo de alcohol?

–El apoyo de la familia es fundamental. En Asvidal trabajamos con ellas porque consideramos que los familiares de un bebedor o bebedora, también son bebedores pasivos, porque sufren las consecuencias de este consumo. El alcoholismo es una enfermedad como otra cualquiera y nadie está libre de padecer un trastorno mental a lo largo de nuestras vidas. De hecho, el 90% de nuestros pacientes tienen trabajo, una familia y una vida normal, sin ningún signo externo que evidencie un problema de este tipo. En nuestra sala de espera no sabes quién es el paciente y quién el familiar.

–¿Es más elevado el porcentaje de hombres que de mujeres ?

–Sí, es más frecuente en los hombres. A ellas les cuesta mucho hablar de ello y la detección precoz en Primaria es prácticamente inexistente, al contrario de lo que sucede con ellos. Es por esto que tenemos que poner en marcha campañas para que los profesionales aborden estos casos con perspectiva de género, porque ellas siempre van a negarlo. Por otra parte, el problema del alcoholismo en las mujeres se oculta con su sobremedicación, porque cuando una mujer va al médico y manifiesta que está triste, se les receta psicofármacos y no se contempla el alcoholismo. Tenemos un grave problema de adicción a los psicofármacos entre la población femenina; a nuestra unidad llegan tras años de consumo y comprobamos además que la lista de psicofármacos que toman es larguísima, que aún por encima consumen mezclados con alcohol, algo totalmente contraindicado.

–¿Cuál es el impacto de esta realidad en sus vidas?  

–El pronóstico es mucho peor en las mujeres. El perfil de una mujer que no tiene trabajo, que solo se dedica a las tareas del hogar y bebe a escondidas es un caso que nos cuesta mucho sacar adelante. Quizás es más fácil una mujer joven que cuenta con independencia económica, pero aún así, siguen teniendo peor pronóstico que ellos. Esto se debe, por una parte, al estigma, y por otra al trato que le dan sus propias familias. Y eso lo vemos aquí cada día. Cuando un hombre quiere salir del alcohol, siempre acuden acompañados de su mujer, que los apoyan incondicionalmente. Sin embargo, las mujeres vienen acompañadas de sus hijos o de sus hermanas, nunca con sus maridos o parejas. La mujer tiene mucha más patología, más vergüenza, menos apoyo, más soledad y está muchísimo más estigmatizada. Además, es frecuente que continúen bebiendo a escondidas, aunque a nivel social jamás consuman alcohol.

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