De la cabeza del escritor Domingo Villar (Vigo, 1971) no solo han salido algunas de las novelas negras gallegas más leídas de los últimos años. Tiene el mérito de haber creado al inspector Leo Caldas, protagonista de Ollos de agua, A praia dos afogados y O último barco, un personaje transversal que se coló en miles de hogares gallegos con un éxito innegable.
Aunque, en un principio, Villar se mostró escéptico con el hecho de que su novela, A praia dos afogados, fuera lectura obligatoria en la enseñanza media gallega, enseguida se enteró de que a aquellos chicos y chicas nacidos en los noventa les habían marcado las historias detectivescas de Caldas con una huella indeleble. Para muchos fue una manera de adentrarse en la lectura de novelas y, aun hoy, están en las colas de las ferias de libros para que les firme sus ejemplares.
Ese mérito, junto con el de haberle dado un espacio principal a la ciudad en su literatura, son dos de los pilares que llevaron al Concello de Vigo a decidir homenajearlo este año con el premio de Vigueses e Viguesas Distinguidos.
–Vigo es el escenario predilecto de sus novelas y usted le ha hecho un hueco a la ciudad en el mundo de la ficción. Ahora parece que le devolvemos ese mérito. ¿Cómo se siente?
–Me siento enormemente agradecido por el reconocimiento en mi ciudad. Aunque, realmente, fue la ciudad a que me ha dado todo a mí. Es un escenario privilegiado para la construcción de tramas literarias. Por otro lado, me agasajó mi memoria sentimental. Fui un niño y fui un hombre joven en Vigo y cada vez que me siento a escribir y cierro los ojos es mi ciudad la que se me aparece en la cabeza.
–¿Cree que sería el mismo escritor que es hoy sin haber nacido y vivido aquí durante una parte importante de su vida?
–Estoy convencido de que no. La ciudad de Vigo, la ría, el clima, esa doble manera de ser ciudad rural y urbana a la vez, ser territorio de frontera... Todo ello hace una implosión en mi manera de escribir. Puedo desarrollarme más porque Vigo es la ciudad que es. Probablemente yo como escritor tendría una sensibilidad similar, pero es cierto que no tendría un escenario tan maravilloso en el que recrear historias.
–¿Habrá más novelas de Domingo Villar en las que Vigo sea el escenario principal?
–Claro que sí. Mientras siga escribiendo sobre Leo Caldas, sí. Y tengo la intención de hacerlo y seguir descubriendo misterios con él. Así que Vigo seguirá estando muy presente en estas novelas. Por un lado, porque es la ciudad donde trabaja Caldas. Pero, por otro lado, me sería muy difícil escribir sobre otra cosa. De alguna manera, hago literatura terapéutica, cuando me siento a escribir sobre Vigo estoy emocionalmente en el lugar que quiero estar, aunque me fui hace treinta y tres años.
–Ya que menciona al inspector Leo Caldas, le hago una pregunta de lector. ¿Sigue en activo o está pensando en volver?
–Continúa, sí [risas]. Tenemos un problema común que resolver y hemos estado trabajando en él durante los últimos meses. Creo que seguiré varios meses más tratando de esclarecer qué pasó con los restos que aparecieron en una cueva donde unos arqueólogos investigaban frente al mar.
–Ya que estamos de celebración, podría ponerlo a trabajar en un crimen durante A Reconquista.
–Podría ser, pero creo que Caldas no es amigo de las multitudes. También en la fiesta de la Reconquista son días de celebración y mejor dejarlos así.
–Supongo que lo sabe mejor que nadie. Con sus novelas marcó la adolescencia de muchos niños y niñas nacidos en los años noventa y, especialmente, en Vigo. ¿Cómo se siente acerca de esa responsabilidad?
–Pues en su momento no me pareció muy bien porque recuerdo que de adolescente tuve que leer a Miguel Delibes y no se lo perdoné hasta veinte años después. Tenía miedo de que algo así sucediera. Me parecía raro, siempre me gustó decidir lo que tenía que leer. Nunca seguí demasiado esas órdenes.
–Pero fue una lectura contemporánea y fresca en comparación con los clásicos, que son tediosos para un adolescente.
–Con el paso del tiempo me di cuenta de algo diferente. En Galicia hay una generación que creció leyendo a Caldas y, para mi sorpresa, no se fue después. Para mí fue sorprendente y reconfortante darme cuenta de que las colas en las ferias del libro de Galicia, donde la gente viene a firmar sus ejemplares, tienen una media de edad mucho más baja que en otras partes del Estado. Esto supongo que tiene mucho que ver con ese haberme encontrado en el camino de los libros a edades más tempranas.
–Creo que sus novelas han hecho un trabajo fundamental para involucrar a muchos jóvenes en la literatura.
–Realmente espero eso. Y a los que no lo haya conseguido, espero que me perdonen (risas).