"Leíste la esquela, ¿no? Pues así era él, tal cual, no es una frase hecha (...) En el hospital le hacía bromas a las enfermeras. Mantuvo su personalidad hasta el final, nos dio una lección". El texto necrológico publicado en FARO el 21 de febrero reza: "Me lo he pasado muy bien, gracias por todo". Él era Miguel Ángel Reyes González, un nombre demasiado común para una personalidad tan especial. Todo el mundo lo conocía como Sly, la firma con la que desde los años 90 pintó con spray cientos de rincones de Vigo, el apelativo asociado a una estética personal única en las calles de una ciudad "que se le quedaba pequeña". Y el que habla de él, a veces todavía en presente, es su amigo Pablo Álvarez, Axe, que lo conoce desde que eran pequeños.

Días después de su prematura muerte, a causa de un cáncer diagnosticado cuando ya era demasiado tarde, sus allegados tratan de ordenar el impacto en la cultura urbana de la ciudad de un tipo que, sin internet en casa ni teléfono inteligente, llegaba antes que nadie a la última tendencia. "No estoy de acuerdo con eso de que venía del futuro, él siempre estaba en el ahora, en lo que está pasando", reflexiona el periodista Gonzalo Oya. Y una vez analizado, disfrutado y compartido el fenómeno, fuese el último proyecto de drum & bass o la irrupción de Bad Bunny, ya se estaba preguntado qué sería lo siguiente. "No future because the future is now (no hay futuro porque el futuro es ahora) es un lema que lo resumiría bien", añade Pablo Álvarez.

Firma de Sly en una calle de Vigo

Firma de Sly en una calle de Vigo Cedida

En rigor, al margen de taggear las paredes de la ciudad, Sly era un creador sin obra. No tenía una lista de canciones con su crédito, tampoco hizo grafitis ni expuso dibujos o pinturas. Pero entre los suyos nadie duda de que, en efecto, era un artista. Y no uno cualquiera, uno que ha dejado una "firma inmaterial, abstracta, una huella difícil de borrar", explica Diego Cobo, productor musical conocido como Mwëslee, que amplía: "Solo el hecho de imaginarse las cosas era suficiente para él". Una especie de teórico de la cultura urbana más vanguardista, fuese en lo musical, en la moda o en lo gastronómico. "Como él decía, era un diseñador de ideas, un disoñador", con la "misión" de compartir el conocimiento que iba capturando.

La obra que sí llevó a cabo fue la performance de su propia despedida, a la que acudieron cientos de personas de diferentes ámbitos para decirle adiós con una ovación infrecuente en estos actos. Escogió la música —'No cure', Space monkey' y 'Muscle head' de Ed Rush & Optical— y la ropa, pidió que le tatuasen la fecha de su fallecimiento en una mano. "Fue muy intenso, esa música representaba totalmente su personalidad", recuerda Mwëslee.

Sly, en el Rayos & Centellas Cedida

Paradojas, una de las personas más reconocibles, de las calles de Vigo, rehuía la notoriedad, apunta el productor. Ellos dos y otras cinco personas fundaron allá por el año 2004 el colectivo Arkestra, una apuesta por traer a la ciudad las últimas tendencias de la electrónica. De aquella, Sly pinchaba, pero se acabó cansando de que la gente no tuviese la paciencia suficiente para seguir el hilo de la historia que él quería contar con su sesión. Así que, explica su amigo, decidió sumar desde el lado del público: "El ego no iba con él".

De Sly, que no cursó estudios superiores y se ganaba el sueldo en el sector de la automoción, sus allegados destacan su curiosidad ecléctica e infinita. "Podía ver una película de Agnès Varda y al día siguiente una de serie B y le encontraba la esencia a las dos", señala Gonzalo Oya. La comida exótica era una de sus pasiones; Pablo Álvarez, Axe, recuerda que ya de pequeño le gustaba probar cosas distintas, como cereales de colores. Más adelante, le mandaba correos electrónicos a grandes compañías, como Coca-Cola, para pedirles que trajesen sus ciertos productos a España. Ha dejado atrás una gran colección de zapatillas, gorras y gafas de sol.

La cultura urbana de Vigo, a través de la vida de Sly

Sly, pinchando con su característica máscara Cedida

Miguel Ángel Reyes González nació en 1980 en México D. F., hijo de emigrantes gallegos en el país norteamericano. En el verano 1986 volvieron a Vigo y montaron un bar, el Capiz, en la calle Zamora. El local, que estaba al lado del aún activo mesón Orensano, marcaría la biografía de Sly. Allí, de niño, conoció a gente de otras generaciones que quisieron despedirse de él en su funeral, una muestra de que conectaba con personas de lo más dispar. La televisión por cable del bar también le sirvió para desde muy joven empezar a investigar qué había más allá de los límites de la gris Vigo de la reconversión industrial.

En el barrio de la Hispanidad, en el entorno del Zone 4, Miguel se empezó a reunir un grupo de adolescentes (Ace, Telly, Nice, Snif, Wally, Couty, Javi El Alemán, Amorín...) que conectaban con la cultura urbana que llegaba desde el otro lado del Atlántico. Callejeaban, escuchaban hip-hop, iban a Samil a hacer skate, se dedicaban a marcar con su firma las paredes de los barrios. Por aquella época nació la firma Sly (astuto en inglés), a la que luego incorporaría un 94. Un tag que todavía sobrevive en varios puntos de la geografía urbana viguesa.

Axe recuerda cómo les llegaba la información en un momento sin acceso a internet, a través de casetes grabadas y vídeos en VHS con el mítico programa Yo! MTV Raps. "A lo mejor eran del año anterior, que en este mundo es muchísimo tiempo". En ese contexto se formó el colectivo La Familia, pioneros del hip-hop en Galicia. Aunque el grupo lo formaban Pillo Astuto, Ojo Maestro, Roty 340, Puto Coke y Paniko, otros colaboraban como diseñadores o dj, como Nano4814, Dj Antoni, Sale, Shidi, Zentinela, Ceño, Doc Manhattan o Caín. Entre ellos estaba Sly.

Pero él no se quedó cerrado en el ámbito del rap, aunque nunca dejó de interesarse. Hacia principios de los 2000 Mwëslee comenzó a coincidir con él en los garitos que pinchaban música electrónica, como el Vademecum o el Englobe. Compartían pasión por estilos con poca implantación en Vigo, como el drum & bass o el dubstep. Fue durante la etapa inicial de Arkestra cuando lo conoció Gonzalo Oya. "Quién es este tipo?", preguntó al verlo pinchar con una máscara de lo más particular.

Con su viejo móvil sin internet y sus visitas al cíber, Sly nunca dejó de estar en el "aquí y ahora" desde esta esquina de Europa. El día 12 de febrero, poco antes de ingresar en el hospital, aún fue a un último concierto en la sala Radar, de Mike Paradinas, del mítico sello londinense Planet Mu. Mwëslee estaba con él esa noche. Recuerda la entereza de sus jornadas postreras, mientras todos se derrumbaban a su alrededor. Y repite las palabras de amigo Axe. "Nos dio una gran lección".