Una científica viguesa, en el nuevo récord de energía de fusión en el experimento europeo JET
Emilia R. Solano, investigadora del CIEMAT y experta en plasma, ha coordinado varios de los experimentos desarrollados en Oxford

Sala de control con los expertos conectados vía Zoom, la viguesa entre ellos, en la pantalla. / La científica viguesa Emilia R. Solano. / EUROFUSION / Cedida
El mayor hito de la fusión nuclear conseguido en décadas tiene participación viguesa. La física Emilia R. Solano forma parte del consorcio europeo que ha conseguido un nuevo récord en el reactor JET de Oxford, un paso imprescindible para demostrar el potencial y la viabilidad de esta fuente de energía renovable e inagotable. La fusión nuclear es la responsable de la luz y el calor que emiten el Sol y las estrellas y, desde hace décadas, la comunidad científica internacional persigue lograr reproducirla en la Tierra. Los resultados obtenidos en Oxford son claves para el éxito del proyecto internacional ITER, actualmente en construcción en Francia, y de las futuras centrales comerciales.

Reactor JET, en Oxford. / EUROfusion
Emilia R. Solano, investigadora del Laboratorio Nacional de Fusión del CIEMAT, ha coordinado varios de los experimentos desarrollados en JET por el consorcio europeo EUROfusion, que engloba a 4.800 trabajadores, casi 300 de ellos adscritos a instituciones, centros e industrias españolas. “Llevábamos diez años preparándolos, lo que se dice pronto, y estamos muy contentos. Ha sido muy espectacular para nosotros. Lo que ha ocurrido es un hito y además con bastante participación española”, celebra.
A principios de este mes, el JET (Joint European Torus) conseguía alcanzar los 59 megajulios de energía de fusión durante 5 segundos utilizando deuterio y tritio, dos isótopos del hidrógeno, como combustible. Y batía así la marca anterior de 22 megajulios alcanzada en el 97.
Estos nuevos experimentos, más cercanos a las operaciones que se harán en las futuras centrales para generar electricidad a partir de las reacciones de fusión, requirieron importantes mejoras tecnológicas como el cubrimiento de las paredes con wolframio y berilio, algo que también se tendrá en cuenta en el futuro reactor internacional ITER.
“Cuando dos núcleos ligeros se unen por colisión forman otro más pesado, liberando energía durante el proceso. Pero para producir estas reacciones en la Tierra necesitamos crear un plasma, un gas de temperaturas extremas superiores a las del Sol y en el que los electrones se separan de los iones, que son los que producen la reacción de fusión. Los iones más sencillos para producir esta energía son el deuterio y el tritio. Y para mantener todo este plasma caliente y que no toque las paredes de la vasija del reactor se utilizan campos magnéticos muy fuertes”, explica Emilia sobre el funcionamiento del JET, el único laboratorio el mundo que puede utilizar tritio, dado su carácter ligeramente radioactivo.

Sala de control de JET. / EUROfusion
Los estudios de la física viguesa se centran en comprender el comportamiento del plasma para facilitar el proceso de calentamiento: “Hemos obtenido datos para comparar los cambios que ocurren con una mezcla de deuterio y tritio frente a un plasma de solo deuterio o solo tritio”.
Su último experimento tuvo lugar este martes y confía en poder realizar más a lo largo de este año. “Los resultados son muy interesantes y podrían influir en cómo va a funcionar un reactor de fusión en el futuro. Estoy muy contenta porque están saliendo cosas muy bonitas. Los experimentos requieren de un gran esfuerzo de coordinación porque es necesario que mucha gente se ponga de acuerdo desde el punto de vista científico, tecnológico y de gestión”, apunta.
Hasta la irrupción de la COVID-19, Emilia residía durante temporadas en Reino Unido, pero ahora asiste a los experimentos vía Zoom. “Solo están allí los responsables de la sala de control. Ha sido enormemente difícil porque además de la pandemia hemos tenido que lidiar con el Brexit, pero los científicos tiramos hacia adelante por encima de colores, países y creencias”, destaca.
“JET es un esfuerzo europeo con colaboraciones internacionales de EE UU, China y muchos otros países. Una de las cosas preciosas de la investigación en fusión es que es internacional y generalmente abierta. Todos compartimos resultados para avanzar y lograr que funcione”, subraya.
El horizonte temporal para que la energía de fusión llegue a ser una realidad depende del esfuerzo inversor. “Y al nivel que estamos yo no lo veré, quizá la generación siguiente. De todas formas, incluso con recursos, el desarrollo tecnológico necesario es complejo. Creo que es una forma de producir electricidad muy beneficiosa para todos y llegaremos a ello, quizá en la segunda mitad de este siglo. Pero ya será tarde en términos de cambio climático. Ahí llegamos tarde”, opina.
Varios investigadores del CIEMAT trabajan en JET y su compañera Elena de la Luna figura entre los jefes del programa de investigación. Además, a igual que Emilia, otras dos expertas de centros españoles han liderado experimentos. "Soy muy feminista y hay que luchar contra la discriminación en la ciencia y en la vida, pero he de decir que la mayor parte del tiempo encuentro gente con la que trabajar es un placer", señala la viguesa, que también colabora con Alberto Loarte, del proyecto ITER, y Jerónimo García, del CEA de Francia.
“Siempre ha habido jóvenes muy prometedoras, pero ahora somos más las que ya tenemos cierta edad y podemos hacer piña y ayudarlas a que no sean discriminadas y triunfen. Las cosas mejoran, aunque de forma enormemente lenta”, comenta.

Instalaciones de JET en Oxford. / EUROfusion
“Uno de los problemas es que falta visibilidad. Y todavía son necesarios los empujones para que se presenten a los premios. Mientras a ellos se les enseña a presumir de sí mismos o de su trabajo, a nosotras nos da vergüenza decir que merecemos un premio. Creo que el síndrome de la impostora es una forma de echarle la culpa a la mujer. Nos frenamos por las circunstancias machistas que la sociedad nos impone, porque tenemos que hacernos cargo de más cosas que la vida laboral”, reflexiona.
En todo caso, añade, ella prefiere no ser jefa para dedicar todo su tiempo a la investigación. Un campo en el que se inició tras acabar la carrera de Física en la Complutense. Hizo la tesis en el CIEMAT bajo la dirección de José Guasp, que le enseñó que la importancia de dar con “la pregunta adecuada” para poder conseguir la respuesta. “Hay que alentar la curiosidad y mí se me daba bien porque soy muy preguntona”, recuerda entre risas.
Pasó un par de años en EE UU, regresó a España y desde 1989 hasta 1996 trabajó en la Universidad de Texas en Austin, donde se especializó en el desarrollo de los reactores de fusión o tokamaks junto a su pareja, el también físico Phil Edmonds. “Somos complementarios porque él es muy buen experimental y yo soy más teórica”, añade.
Esta “vida nómada de científica”, que también la ha llevado a Alemania y después a Reino Unido, la ha mantenido alejada de Galicia, pero Emilia no se olvida de sus raíces: “La relación ahora es un poco lejana, pero debería ir más a Vigo. Mi hermana siempre me presenta a gente interesante y me lo paso muy bien. Me resulta muy agradable”.

Emilia, frente a las Cíes, en una imagen de su álbum personal. / s. penelas
“Vigo está cada vez más bonita”
Emilia nació en Brasil, la tierra de su madre y a la que había emigrado su padre tras la Guerra Civil. Cuando él falleció y tras varias idas y venidas, la familia se estableció aquí de forma definitiva. “Soy una gallega típica. Llegué a punto de cumplir los 13 años a Vigo y ahí aprendí español. Sabía un poco, pero no mucho”, recuerda entre risas. Estudió en el instituto de Coia donde su tía daba clases de Biología y tuvo “muy buenos profesores de Matemáticas”, una asignatura que siempre le gustó. “La época de los 13 a los 17 años, que es la que viví en Vigo, te define bastante como persona. Y aunque ya no tengo acento, me siento gallega”, asegura. No vuelve a menudo, pero destaca la transformación de la ciudad: “Cada vez está más bonita”.
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