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El exnovio de Déborah declarará en el juzgado por el crimen 20 años después

Fijado para el 21 de febrero, será el primer interrogatorio judicial tras 4 comparecencias en sede policial | Los agentes no hallaron “ningún dato” que descartase su implicación

El abogado Ignacio Amoedo junto a la hermana de Déborah, Rosa Fernández-Cervera, ayer en los juzgados de Tui. | // PABLO HERNÁNDEZ

“No es constitucionalmente procedente la declaración de Pablo P.S-Ll. en calidad de testigo en la medida que no podrá hacérsele preguntas que puedan incriminarle [...] sin perjuicio de que pueda ser llamado en calidad de investigado en cualquier momento en el que la investigación así lo justifique”.

Y el momento ya tiene fecha: 21 de febrero de 2022. Casi un año después de que la Audiencia de Pontevedra suscribiera las citadas líneas, el tribunal provincial ha apreciado que los numerosos indicios contra el exnovio de Déborah Fernández-Cervera constituyen prueba suficiente para que, 19 años después del crimen, comparezca ante la jueza por la desaparición y muerte de la joven viguesa. Y lo hará en calidad de investigado, por lo que tendrá derecho a no responder a ninguna de las cuestiones que se le planteen así como contestar solo a preguntas de su abogado, con que el que deberá personarse.

Pablo P. S-Ll. | // MARTA G. BREA e. villanueva

La magistrada del Juzgado de Instrucción 2 de Tui ordenó esta declaración para dentro de 10 días y tendrá lugar a primera hora de la mañana. Tan relevante resulta esta diligencia de interrogatorio a Pablo P.S-Ll. como la segunda lectura que se recoge de ella. Y es que con esta imputación, los plazos de prescripción y archivo definitivo de la causa –para la que restaban poco mas de dos meses– quedan suspendidos. Así, podrán seguir proponiéndose nuevas testificales, análisis y periciales; una de las más importantes son los resultados de las muestras de ADN extraídas de las uñas de la joven tras la exhumación del cadáver, que siguen pendientes por parte del Instituto de Toxicología de Madrid.

A la expareja de Déborah se le interroga hasta en cuatro ocasiones, siempre en sede policial: 9 de mayo de 2002, 19 de agosto de 2004, 20 de diciembre de 2006 y 6 de julio de 2010. Las “mentiras”, “contradicciones” e “imprecisiones” en sus declaraciones motivaron que los agentes llegasen a la convicción de que Pablo P. “está implicado tanto en la desaparición como en la muerte de Déborah”.

Es más, entre las múltiples diligencias que practicaron en torno a él, “no se encontró ningún argumento, ningún dato que desvirtuara la posible implicación de Pablo en los hechos”.

La primera inconcreción del varón pasa por la propia relación que mantenía con Déborah. Y es que pese a negarlo, tan solo dos meses antes del crimen, se mandaron correos e imágenes íntimas. También mantuvieron el propio día de la desaparición, el 30 de abril de 2002, una llamada telefónica a las 14.16 horas en las que hablan durante varios segundos.

Sobre lo que pasó a continuación, la versión de Pablo P. “choca con la de sus padres y amigos”. Así se desprende del escrito que los abogados de la familia remitieron al juzgado el pasado 26 de noviembre y que acaba de ser estimado por la Audiencia. El sospechoso aseguró que ese día, después de comer con dos amigos –su madre lo niega y afirma que comió en su casa–, acuden a un cíber para posteriormente ir a su casa en Canido, vestirse e ir al gimnasio de 19.30 a 20.30 horas. Dice que vuelve tras olvidarse el reloj, lo que motivaría que llegase tarde al partido que, supuestamente, se jugaba en el Club de Campo. El responsable del gimnasio lo niega.

Después del partido, habría afirmado que acude a su casa a las 22.00 horas. Dice hablar con sus padres, ducharse y volver al Club para la cena a las 22.45 horas. Los padres niegan este encuentro.

Los días de la desaparición

Al conocerse su desaparición, Pablo P. indica que avisa a su padre para que mire si Déborah está en su apartamento. El padre del joven lo desmiente. Dos amigos aseguran que horas más tarde, el sospechoso les dice de ir a dicho apartamento a buscar a Déborah, pero que ya entraba él solo. En su declaración policial, el joven lo niega mientras su madre sí lo reafirma afirmando que “tenía miedo de encontrarse allí a Déborah”. En estos días, Pablo P. acude frecuentemente a casa de su familia, donde llega a derrumbarse delante de los padres, arrodillado al llanto de “yo la quería”. Pide quedarse a dormir ahí, e incluso permanece a solas en su habitación. Con sus padres en Canarias, asegura que pasa el resto de noches en casa de sus amigos. Todos lo niegan.

A estas contradicciones hay que sumarles más indicios. Por un lado, la compatibilidad de las fibras halladas en las uñas de Déborah tras su exhumación con las de una manta que perteneció al sospechoso, así como las revisiones al coche del sospechoso, en las que sorprendentemente, no se halló “nada de nadie”, ni siquiera del propio Pablo.

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