El pasado viernes, toda la comunidad universitaria de la ciudad dijo adiós a una de las personalidades más relevantes en la historia de la Universidade de Vigo: Aníbal Figueiras Vidal (Vigo, 1950). Ingeniero sobresaliente y catedrático con tan solo 26 años de la Universidad Politécnica de Madrid, Figueiras fue uno de los precursores indispensables para que, hoy, Vigo cuente con una de las escuelas de ingeniería más notables de España.De hecho, sin su trabajo, la Escola de Enxeñería de Telecomunicacións no hubiese sido la tercera en crearse en el Estado, tan solo por detrás de las de Madrid y Barcelona.

Pero su abultada trayectoria profesional trasciende de los márgenes locales. Aníbal Figueiras fue presidente da Real Academia de Ingeniería de España, cofundador del Ibero-American Science&Technology Education Consortium y académico correspondiente de la Real Academia Galega de Ciencias. Pero todos esos reconocimientos públicos y cargos en entidades tan relevantes se fundamentan en una incansable tarea académica. La universidad a la que tanto aportó cifra en más de 400 sus contribuciones científicas a través de artículos y ponencias. Además, Figueiras dirigió un centenar de proyectos de investigación y desarrollo nacionales e internacionales y varias decenas de tesis doctorales.

Pionero en la introducción en España del procesado de señal y de su posterior evolución hacia la inteligencia artificial y a la ciencia e ingeniería de datos, Figueiras fue nombrado el 28 de enero de 1999, doctor honoris causa por la UVigo, en un acto en lo que ejerció de padrino el catedrático Ramón Hermida Rodríguez.

En el 25 aniversario de la Escola de Enxeñaría de Telecomunicacións, Aníbal Figueiras volvió a entrar en la escuela que él mismo ayudo a crear y lo hizo con reivindicaciones. En su discurso, Figueiras solicitó “tratar con cariño las telecomunicaciones, porque son esenciales para la sociedad y para que las personas puedan alcanzar el bienestar”, al tiempo que llamaba la atención sobre cuestiones que necesitaban solución como la sobrecarga burocrática, una movilidad demasiado centrada en Europa, el poco peso de la formación de posgrado, o la insuficiente colaboración con el sector empresarial.