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Adiós al padre de A Riouxa y verdugo fallido del MARCO

Muere Ricardo Bofill, arquitecto español de mayor alcance internacional que también dejó su huella en Vigo

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El parque de A Riouxa, en imágenes tomadas en distintos momentos Ricardo Grobas

Ricardo Bofill falleció este viernes en su Barcelona natal a los 82 años. El arquitecto, considerado el español con mayor proyección internacional en las últimas décadas, también dejó su impronta en Vigo.

Su única obra en la ciudad es a su vez uno de los espacios más icónicos de Teis. El parque de A Riouxa y sus laberintos fueron diseñados por su Taller de Arquitectura, convirtiendo más de 60.000 m2 en una zona verde privilegiada ante la ría. El diseño, basado en elementos geométricos que se integran en la vegetación existente, apuesta por las grandes extensiones de hierba y el predominio de plantas autóctonas. Orientado hacia la ría, un anfiteatro verde se erige como lugar idóneo para la celebración de actividades culturales. Fue inaugurado en 1992.

Sin embargo, su llegada a la ciudad pudo producirse antes con una actuación mucho más polémica. El Concello le encargó la creación en el corazón del casco urbano, en el arranque de la calle del Príncipe, de una “Plaza de la Concordia”. La inversión prevista era de 420 millones de pesetas, cerca de 6 millones actuales aplicando el incremento de la inflación. El problema, de todos modos, no era económico. El proyecto incluía el derribo del centenario Palacio de Justicia; inutilizado cuatro años antes tras el traslado de los juzgados. En 1990, la Xunta lo salvó de la piqueta junto a la vieja estación de ferrocarril al declararlos Bien de Interés Cultural. Nueve años después se inició su reforma para abrir, ya en el nuevo milenio, como el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo.

Reproduccion del proyecto de construccion de la Plaza de la Concordia, obra del arquitecto Ricardo Bofill. El proyecto únicamente mantendría las escaleras de acceso que servirían de entrada principal a la plaza situada a dos metros de la calle Príncipe. FDV

Aquel proyecto fallido marcó los debates urbanísticos del Vigo de finales de los 80 y principios de los 90. El Gobierno local, capitaneado por Manoel Soto, buscaba un crear un icono de modernidad en el centro urbano. En palabras del propio Bofill, se trataba de "una aportación con significado histórico, un superación en Vigo de la etapa post-franquista, en la que toda la construcción se centró en lo social, para pasar a centrarse en la belleza por sí misma y en la consecución de una identidad para el medio urbano".

Pero concordia no fue precisamente lo que generó el proyecto, sino una cascada de opiniones enfrentadas en el gremio de arquitectos. Un referente del movimiento moderno como Xosé Bar Boo, por ejemplo, era muy crítico con la arquitectura, de un austero neoclasicismo, de la vieja prisión. "Ese edificio no tiene nada de aprovechable. Está mal compuesto, es mostrenco, pesadote... ¡es una cárcel!", clamaba en las páginas del FARO.

Por el contrario, la Junta Directiva del Colegio de Arquitectos se posicionó en contra de la demolición. Para ellos, la obra, proyectada en 1861 y ejecutada en 1880, poseía "indudables cualidades arquitectónicas", además de ser el edificio civil, con el de la vieja estación de tren, más antiguo fuera del Casco Vello. "Supone un valioso ejemplo de arquitectura carcelaria y una rara muestra de esta arquitectura todavía en pie en este país", concluían.

A la postre, la posición del Colegio de Arquitectos fue determinante, pues un recurso suyo y otro del grupo municipal de Esquerda Galega fueron los que desencadenaron la decisión final de la Xunta. Después de que el tripartito hiciese caso omiso de esas reclamaciones durante dos años, a finales de septiembre de 1990 la Consellería de Cultura del primer Gobierno Fraga paralizó el derribo y abrió el camino para la posterior declaración como Bien de Interés Cultural. El concejal de Urbanismo del momento, Francisco Santomé, recibió la decisión con cajas destempladas. Su respuesta resultará familiar a los que sigan de cerca la actualidad viguesa: "La Xunta no tiene competencias, es una zancadilla más a la ciudad de Vigo". La "Plaza de la Concordia" ya no pudo superar ese traspiés y se quedó en el hondo cajón de proyectos irrealizados.

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