Ni la posguerra, ni la expansión de las multinacionales en occidente, ni la llegada de Internet. Nada de esto ha podido acabar con un pequeño negocio familiar ubicado en una de las zonas más caras de la ciudad de Vigo: la Lencería Sánchez. Desde el año 1940, esta empresa viguesa ha sido la encargada de suministrarle la ropa interior a buena parte de los vecinos y vecinas del centro de la ciudad. Los tiempos han cambiado, sí, y de eso da cuenta su actual propietaria, Rosa Alonso: “Cuando yo era niña, solamente había dos o tres modelos de bragas y sostenes. Ahora, hay muchísimos más y por eso nuestro trabajo personal es importante”. Su hija y empleada, Aida Rodríguez, lo corrobora:
“Nuestro valor añadido es ofrecer un trato y un asesoramiento personalizados. Quizás esa sea la clave que haga que la empresa siga funcionando después de tantos años”
Todas las referencias que hacen de sus clientas son en femenino y no es casualidad. Aunque la mayor parte de sus ventas provienen de la ropa interior para mujeres, también venden mucha otra para el otro género. “Madres, hermanas, sobrinas, hijas, nietas... Aquí vienen a comprar, sobre todo, mujeres. Incluso cuando la ropa que se llevan es para hombre”, explica Rosa, que también reconoce que esa dinámica de roles de género “ha cambiado un poco con el tiempo”, pero que todavía es palpable: “Cualquiera que pase una mañana con nosotras lo puede comprobar”.
Aunque como para la inmensa mayoría de los comercios, la pandemia de coronavirus fue un duro golpe para el negocio familiar, madre e hija decidieron verlo como una oportunidad y decidieron dar el salto a Internet. Aunque ya contaban con perfiles en redes sociales a través de los que avisaban de las novedades a sus clientas, a finales del año 2020 estrenaron su tienda online. Aida es la que se encarga más de esa línea de venta, aunque asegura que su “prioridad” es atender a las clientas que, con frecuencia, acuden presencialmente al número 35 de la calle Progreso. Ahora, con todo, ya tienen un canal para poder vender sus productos por toda la península.
Cuando las restricciones de la pandemia fueron a menos, sus ánimos fueron a más. “En diciembre de 2020 [las primeras Navidades pandémicas] notamos un incremento de las ventas de pijamas y batas. Al pasar tanto tiempo en casa, la gente se dio cuenta de que tenía que renovar su vestuario”, bromea Aida. “Pero es cierto, es algo que pasó a nivel español. Otras tiendas que conocemos y algunos proveedores también lo confirman”, añade Rosa.
Ni Rosa, ni Aida llevan el apellido Sánchez en sus documentos de identidad y eso es porque recogieron el testigo de su anterior propietaria, Eugenia Sánchez, hija del fundador, y primer dueño, Bernardo. Antes de ser la propietaria del negocio, Rosa Alonso trabajó durante ocho años como dependienta para Eugenia y cuando esta se jubiló, le ofreció el traspaso: “Lo cogí orgullosa y, además, mi hija se pudo venir a trabajar conmigo”.
Madre e hija reconocen que cambiar el nombre del comercio aprovechando el traspaso nunca fue una opción: “El comercio tiene una historia de más de ochenta años que quisimos preservar”, remata Rosa, mientras sostiene entre sus manos el reconocimiento que les hizo la Xunta por ser el comercio más longevo de la zona centro de la ciudad.