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Golpe a la okupación en la peatonal de O Calvario

El edificio con la puerta tapiada tras desalojar a los okupas. Ricardo Grobas

Aunque la okupación de viviendas ha estado alejada de los focos mediáticos en los últimos meses, lo cierto es que es un fenómeno que sigue latente y que continúa afectando a varias zonas de Vigo. Uno de los barrios olívicos tradicionalmente con más inquilinos irregulares es O Calvario, que en las últimas semanas ha vivido uno de los episodios que más ha dado que hablar entre vecinos y comerciantes.

Fue en la parte peatonal de Urzáiz, la calle más transitada de la ciudad y la gran joya de la corona del barrio. Y la “víctima” fue un edificio que lleva años abandonado y en cuyo bajo había una tienda de ropa. Hace unos diez días, un hombre entró en el edificio, lo “adecentó” y empezó a vivir en él. Además se le unió al poco tiempo un segundo okupa. El problema concretamente no era ese, sino que uno de ellos molestaba, y de qué forma, a los vecinos y comerciantes. “Un día llegamos a la tienda a primera hora de la mañana y vimos que todo el edificio lo tenían reventado, habían roto las puertas y demás. Y había mucho jaleo. Fue cuando nos dimos cuenta de que el edificio estaba okupado”, explica una de las trabajadoras de la papelería Carlin, ubicada junto al inmueble afectado. Concretamente, se sentaba junto a un altavoz en el banco que está en la vía pública y ponía música desde las ocho de la mañana hasta bien entrada la noche.

Todo ello duró aproximadamente una semana y las llamadas de los vecinos a la Policía fueron constantes para que tomaran medidas, pero los agentes que acudían a la zona les decían que no podían hacer nada si los propietarios no denunciaban. Y aquí precisamente estaba uno de los principales problemas. Porque la parte de arriba, completamente destruida, pertenece a una dueña, y el bajo a otro.

Según apuntan distintas fuentes, el segundo acudió a comprobar lo que pasaba y decidió en primera instancia no hacer nada tras ver a los okupas, pero la dueña de las viviendas le reclamó que tomara medidas y fue entonces cuando llamó a la Policía, que acudió junto a él al edificio, desalojó a los dos inquilinos irregulares y encargó a unos albañiles que tapiaran la puerta de entrada al inmueble. Todo ello en presencia de uno de los okupas, “el escandaloso”, que presenció el proceso junto a los agentes. Vecinos y comerciantes celebraron el final de los desagradables episodios, que tuvieron que vivir durante aproximadamente una semana. “Porque ya no es solo el ruido y demás, sino que la imagen que proporcionaban y su presencia en la entrada provocaba que muchos clientes que venían a la librería pasasen de largo y no entrasen”, explica Carla Ríos, la encargada de Carlin.

Los trabajadores de esta papelería, junto a otros comerciantes de la zona, venían denunciando ya desde hace tiempo, antes de la okupación, la situación de insalubridad que estaba provocando en la zona el edificio abandonado, cuyo interior está completamente en ruinas y desde el exterior incluso se pueden ver las ventanas destrozadas. Concretamente, denuncian que estas circunstancias provocaban que ratas y cucarachas entrasen a través de este inmueble, asolando el jardín ubicado en la parte trasera. Pusimos quejas varias veces para que se tomaran medidas y nadie nos hizo caso. Tuvo que ser ahora, a causa de esos okupas, cuando por fin se empieza a poner solución al problema, tapiando la entrada”, explica una comerciante. Según apuntan varios vecinos, desde la entrada de los dos inquilinos irregulares, “se escuchaban discusiones a grito pelado”.

Por todo ello, reclaman a los propietarios del edificio que estén atentos y que tomen más medidas para que no se vuelva a repetir una situación similar, una circunstancia que apuntan comerciantes y residentes “desluce una zona con tanto encanto como es la peatonal, con mucha vida a diario”. Pero precisamente, el ser una zona de gran afluencia, provoca que vándalos y okupas la tengan en el punto de mira. Los primeros se hacen notar en forma de pintadas y grafitis, y los realizan tanto en las puertas de los negocios como en las propias viviendas. Respecto a los okupas, aunque este último desalojo supuso una pequeña “victoria” para comerciantes y vecinos, lo cierto es que no ha terminado con el problema en O Calvario. Porque en la propia calle peatonal hay un edificio de viviendas situado sobre una cafetería muy concurrida que está dominado por los okupas desde hace tiempo. Es más, ellos mismos realquilan habitaciones a otras personas para sacarse un dinero.

Precisamente esta situación es una de las que más se repiten en el conocido como “mercado negro de alquileres”: inquilinos irregulares asentados en una vivienda se aprovechan de su posición para subarrendar habitaciones sin ningún contrato a personas que económicamente no pueden acceder a alquileres convencionales.

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