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El pionero 'Toboggan' de Vigo que precedió a la gran noria navideña

A la izquierda, la única imagen que se conserva del tobogán, publicada en 'Vida Gallega'; a la derecha, la noria gigante de la Navidad Galiciana (Biblioteca Dixital de Galicia) / Marta G. Brea

A solo 200 metros de donde —salvo modificación con respecto a su debut en 2019— en unas semanas se instalará la gran noria de la Navidad viguesa se alzó, hace más de un siglo, una atracción que ya cautivó a los vigueses. En el corazón del primer ensanche de la ciudad, en las inmediaciones de la Alameda, se inauguró en 1909 el primer Toboggan (con mayúscula y ortografía inglesa) de Galicia. Era una torre de 12 metros con un plano inclinado en espiral, "una especie de torre Eiffel de caracol, un tío vivo aún más vivo que los otros", según la descripción del comentarista de FARO DE VIGO que firmaba bajo el pseudónimo 'El Huérfano de Bembrive'. En solo unas horas de aquel 4 de julio más de 4.500 vigueses probaron la adrenalina de lanzarse por las rampas enceradas, un éxito inicial que se acabó apagando, como décadas después fracasaría el parque de atracciones Pluton Park. La historia no se repite, pero rima.

Página de 'Vida Gallega' de septiembre de 1909 donde aparece la única foto que se conserva del tobogán Galiciana (Biblioteca Dixital de Galicia)

El tobogán, que a la postre sería el cuarto en abrir en toda España, aparece por primera vez en las páginas del diario decano en enero de aquel 1909. Comenzaban entonces los trabajos para levantar la estructura en el solar inmediato al Pabellón Apolo, una sala de espectáculos ubicada en la intersección de las calles Luis Taboada y Pablo Morillo. Las Avenidas, que así aparecían ya referenciadas, eran de aquella una suerte de West End en las que se reunían los locales de ocio de la ciudad, como el Palacio de la Ilusión, el Ideal Cinema, el Teatro de Variedades o el Salón Vigués. En aquella primera noticia se comentaba que la atracción se podría disfrutar de la atracción por un "módico estipendio".

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Siete meses después llegó una apoteósica inauguración, con "distinguidas familias" y la prensa invitadas en las primeras dos horas de funcionamiento y acompañamiento musical por parte del regimiento de Murcia. Cientos de personas se agolparon para ver la novedad, jalonada por un potente arco voltaico con bombillas de colores. Cuando a las 21:00 se abrió la veda para todos los públicos, hasta 4.500 personas "se entregaron" al nuevo "deporte", como se le definía. Las más entusiastas, según la mirada del cronista, las "simpáticas y distinguidas señoritas", que bajaban solas o en trenes de hasta nueve efectivos. Gritos y algarabía completan la descripción de la jornada.

Días después, el citado 'Huérfano de Bembrive' publicó en la sección 'Prosa Fresca' su artículo sobre el Toboggan, que comienza llamando la atención, precisamente, por la doble g "de carácter exótico" de la grafía escogida. Con tono burlón comenta que había confundido el artefacto con un trasatlántico, compara ascenderlo con subir al coloso alpino Mont Blanc y alude a las fantásticas vistas, en particular, de los camarones del restaurante Sud-América, ubicado en frente. También apunta, no sin condescendencia de género, que el público predilecto lo conforman "niños, niñeras, soldados sin graduación y señoritas sin novio".

El Toboggan disfruta ese verano del éxito. En las sucesivas semanas, FARO recoge varias notas breves que informan de la gran afluencia de público. Luego desaparece hasta que el 16 de abril de 1910 se recoge el accidente, el día anterior a las 10:00 de la mañana, de un muchacho que perdió el conocimiento con el golpe y que, al cierre de la edición, no lo había recobrado. Y nada más se vuelve a saber del "golfo" (así se refieren a él) Ceferino.

De esa noticia se desprende que la atracción seguía siendo un punto de reunión importante para los jóvenes. Sin embargo, a principios de julio, solo un año después de su flamante inauguración, aparecen varios anuncios para buscarle nuevos propietarios. "Por no poder atenderlo sus dueños se arrienda por la temporada de verano o se vende, el Toboggan instalado en el relleno de esta ciudad. Informes: D. Fermín Segura, Café, Puerta del Sol, Vigo", rezaba el escueto texto que se repitió hasta tres días de ese mes.

Fuese por el accidente o por otro motivo, parece que nadie se debió de hacer cargo de la atracción. No hay más referencias en la hemeroteca, hasta que 'El Huérfano de Bembrive', el 11 de octubre de 1914, vuelve a citarla. Es en un comentario sobre un cartel de venta en el contiguo Pabellón Apolo, en el que le augura el mismo destino que su "desaparecido vecino de infortunio, el celebérrimo Toboggan, que acabó por caerse a pedazos".

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