El colectivo de los trabajadores autónomos encaró el impacto de la pandemia con abundantes números rojos. Más de 20.000 profesionales gallegos habían cerrado el ejercicio anterior con pérdidas y con una cuota mensual mínima, y al alza, de 286 euros.
Con mucha burocracia y requisitos rocosos, solo uno de cada cuatro afiliados por cuenta propia de Vigo pudieron acceder al fondo aprobado por el Gobierno, por importe de 7.000 millones de euros, para digerir las pérdidas del COVID y mantener la actividad. La ciudad cerró marzo de 2020 con 17.735 afiliados en el régimen especial de trabajadores autónomos (RETA), como figura en los registros oficiales de la Seguridad Social.
Y no solo ha rebasado los valores prepandemia, sino que ha retomado cifras previas al crac financiero de 2008. Nunca, desde mediados de aquel año –en el que el vendaval de la crisis destruiría 12.000 puestos de trabajo en la primera urbe gallega–, el colectivo de autónomos vigués había rebasado los 18.000 efectivos. Son dos los sectores protagonistas de este doble sorpasso (a la pandemia y a la doble recesión): la hostelería y el comercio minorista.
A último día de julio, de acuerdo a la documentación remitida a FARO por la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), Vigo contaba con 18.477 afiliados al RETA.
“Estamos en cuotas prepandemia, con 203 profesionales más”
“Alcanzamos los 7.300 autónomos en hostelería y comercio, son estas actividades las que concentran la recuperación. La ciudad ha recuperado el pulso perdido. Hay que tener en cuenta –prosigue– que hostelería y comercio tienen un efecto arrastre, atraen a muchas personas”. Incluye Abad en este capítulo la celebración de eventos de calado internacional, como O Marisquiño, que volvió a triunfar en esta edición pese a las restricciones para limitar la propagación del virus. La celebración en las próximas semanas de la Conferencia Mundial del Atún, la feria Mindtech, la Conferencia Internacional ARVI sobre el Futuro de la Pesca y Conxemar exhibirán el músculo de los nuevos viajes profesionales.
También hay más profesionales independientes del transporte, aunque el colectivo es reacio a valorar sus cifras en el conjunto de los autónomos gallegos.
“Es un sector refugio del falso autónomo, que registra subidas exponenciales de las afiliaciones, pero también temporales”
Fechas como las Navidades o el Black Friday disparan la demanda de estos servicios, que también se desinflan con la misma velocidad. Ahora bien, la compra online ha venido para quedarse. A juicio del presidente de UPTA, tanto el comercio como la hostelería viguesas se han adaptado sin problemas a las nuevas dinámicas de consumo. “Las buenas cifras de profesionales evidencian que el comercio se ha puesto las pilas con los nuevos canales de comercialización, son posos los que carecen de un servicio de distribución del producto”. Un caso idéntico al de taperías y restaurantes. “El hecho de que la edad media de los empresarios [de comercio minorista] sea más baja en Vigo también ayuda a hacer estos cambios. Es más dinámico”.
Pero, según la Agencia Tributaria, no especialmente rentable. En el último ejercicio del que se tienen registros (la Renta elaborada en 2019), fueron 14.870 los profesionales de Vigo que presentaron una declaración por rendimientos de actividades económicas. De media, sus ganancias –una vez abonados impuestos– rondaron los 11.600 limpios, con un importe conjunto de las declaraciones de más de 170 millones de euros. Con todo, esta cifra superó holgadamente el promedio de los autónomos gallegos, que se quedaron en los 11.035 euros (por estimación directa).
Régimen del mar
Al margen del tirón del comercio y la hostelería, propiciado también por la buena campaña de verano y los esfuerzos por la desestacionalización del turismo, la afiliación en el régimen del mar también experimentó un notable incremento. De acuerdo al informe de UPTA, julio cerró con 1.819 profesionales de alta en la ciudad, muy por encima de los casi 1.600 del mes de enero. Ahora bien, las restricciones para la celebración de grandes eventos no solo arrastró a la baja los precios del pescado fresco, sino que empujó también a trabajadores autónomos a darse de baja en el sistema.
