Los datos alarmantes de ocupación de los embalses lucenses (Belesar a -30,1% de capacidad) y ourensanos (As portas y Cenza, a 15% de capacidad) contrastan con los de las presas de la zona de costa (en las que no hay un aprovechamiento hidroeléctrico). En concreto, en el área de Vigo los embalses de Eiras –el más grande de Galicia–, Zamáns y Baiona mantienen su capacidad al 91,05%, 78,53% y 71,56%, respectivamente. Teniendo en cuenta la actual ocupación de Belesar, Salas y sobre todo, As Portas y Cenza, si no llueve en los próximos meses la situación podría complicarse mucho, dado que el otoño suele ser la época de mayor sequía en Galicia, de manera que los embalses alcanzan sus niveles más bajos hacia finales de octubre.

Los datos meteorológicos no son muy esperanzadores en cuanto a la previsión de precipitaciones en los próximos meses. Según las predicciones, septiembre comenzará con una fuerte tendencia anticiclónica que mantendrá el ambiente seco. Una situación que, de no cambiar a finales de año, podría complicar –aún más– la situación de estos embalses. La otra cara de la moneda es Eiras, que ha aguantado sin problemas desde la crisis de 2017, cuando llegó a quedarse al 30 por ciento, al límite su viabilidad, lo que obligó a tomar medidas restrictivas y a plantear un trasvase desde el Verdugo, finalmente descartado.

Pese a todo, Gobierno, Concello y Xunta están trabajando actualmente en la búsqueda de soluciones estructurales al abastecimiento de agua a Vigo y sur de la provincia de Pontevedra para que no se repitan episodios de sequía como el de hace cuatro años. Entre las propuestas que se plantearon en su día están un trasvase desde el Miño –a lo que el Concello se opone por la peor calidad del agua–, el recrecido de Eiras o un nuevo embalse –inversiones todas millonarias–. Incluso se planteó la posibilidad de una planta desaladora, pero que finalmente se descartó.