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Con tarjeta no hay propina

Camarera del bar Na Beira, con el TPV y la cuenta. | // RICARDO GROBAS

Desde hace más de un año, la pandemia del coronavirus obligó a restringir el contacto entre personas. Y una representación de ese contacto es el intercambio de dinero en efectivo, por lo que muchos establecimientos comenzaron a aconsejar a los clientes que efectuasen los pagos con tarjeta. Así, muchos se han olvidado de dejar “algo suelto” por el servicio recibido. “La propina, normalmente, era la vuelta de la cuenta. Entonces, ahora que ya no hay esa devolución, ha desaparecido, mucha gente ni se lo plantea”, explica Jimena Meije, copropietaria del restaurante María y Manuela, en plena Plaza de Compostela. “Hay personas que son conscientes, y dejan algunas monedas o pagan algo más con la tarjeta, pero no es frecuente.”

Sin embargo, la pandemia no ha sido el único motivo para que esto suceda, sino que el uso generalizado del pago digital viene gestándose desde hace años. “Se están acostumbrando a pagar con el teléfono o con el reloj, son todo facilidades para no llevar monedas”, asegura César Sánchez-Ballesteros, presidente de la Federación Provincial de Hostelería (Feprohos). Por lo tanto, ya no solo es clave la expansión de la tarjeta bancaria, sino que también triunfan los complementos cotidianos con los que abonar cualquier cantidad de dinero. “Ya se paga así hasta el café.”

En la misma línea, los establecimientos vienen haciéndose con datáfonos (TPV) desde antes de la pandemia, ya que el pago con efectivo lleva años perdiendo fama. Pereza para ir a un cajero, rapidez al pagar con tarjeta o, ahora, la facilidad para dividir la cuenta entre un grupo, protagonizan este cambio. Así, plataformas como Bizum (que permite enviar dinero a cualquier número de teléfono de manera instantánea, sin la necesidad de compartir entidad bancaria) o las propias aplicaciones de los bancos, han supuesto que, tanto jóvenes como mayores, se hayan pasado a este tipo de economía.

“Ahora ya nadie va con nada de efectivo. Echan la mano al bolsillo y no hay monedas”, confirma Pablo, camarero del restaurante Casa Vella. “Sin embargo, para nosotros es una manera de saber si la gente está contenta con el servicio, y ahora eso ya no lo tenemos”. Y es que, históricamente, la propina servía como aliciente para los hosteleros, algo que, a fin de mes, suponía una ayuda. Pero cada vez se recibe menos.

“Antes repartíamos este plus semanalmente, y ahora cada 15 días porque, es tan poquito, que no da”, cuenta José Manuel González, el responsable de la cafetería Na Beira. “También nos ha afectado mucho la reducción de turistas ya que, normalmente, los que dejan más son los ingleses y los alemanes.” Tanto es así que, en Alemania, la propina supone hasta un 10% del total, siendo ésta obligatoria (como ocurre en Estados Unidos). Sin embargo, y aunque muchos extranjeros tengan interiorizada esta costumbre, no siempre se mantiene. “Al final, muchos se contagian de lo que hacemos aquí, y eso es no dejar mucha propina”, afirma Pablo, el camarero de Casa Vella.

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