A Alfonso,

con quién tanto aprendí,

a quién tanto admiro

 

Me dicen que te requiere la Guadaña

tras meses de infértil resistencia,

que no pueden tu humor e inteligencia

detener su demanda despiadada.

 

Me opongo a esa llamada por temprana,

por injusta y carente de decencia,

no transijo ni cedo a la exigencia

de allanarnos a la marcha de tu alma.

 

No quiero ser llorando la guardiana

de tus horas de Decano de excelencia,

quiero ser, sonriendo, la abogada

que defienda, contra todo, tu presencia.

 

Que arrebate a esa sombra desgraciada

que pretende la condena de tu ausencia, 

tu corazón, tu mente y tus palabras.

 

*Decana del Colegio de Abogados de Vigo