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La fe “golea” al COVID-19 y a la lluvia

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Vigo se encomienda al Cristo de la Victoria Marta G. Brea

“Echamos de menos no poder tocar al Cristo de la Victoria ni verlo pasar, que es lo más emocionante, pero, por devoción, mi marido y yo hemos completado el recorrido de la procesión descalzos y acompañados de nuestras dos hijas”. El testimonio de Susana Domínguez resume a la perfección el sentir de los miles de vigueses que, por culpa de la pandemia del coronavirus, tuvieron que conformarse con una celebración “atípica, extraña, rara”, según describieron. Por segundo año consecutivo –y cuarta ocasión en toda la historia; en las dos primeras, tuvieron la culpa las inclemencias meteorológicas y la Guerra Civil–, el también conocido como Cristo de la Sal permaneció en su guarida, en la basílica de Santa María, a la espera de que las condiciones sanitarias le muestren el semáforo en el color verde de una vez por todas.

El obispo Luis Quinteiro ofició la misa solemne de las 11.00 horas. Velas y exvotos por el Cristo de la Victoria. Marta G. Brea

No hubo procesión multitudinaria –aunque miles de feligreses sí la realizaron por su cuenta–. Tampoco descendimiento. Pero los fieles respondieron en masa. Con mascarillas y emoción visible en los ojos, aceleraron el pulso de las calles del Casco Vello y del entorno portando con orgullo las tradicionales velas, que no las apagaron ni las gotas de la lluvia que cayeron de forma intermitente durante el primer domingo de agosto.

Miles de personas acudieron al templo de la Praza da Igrexa para visitar al Cristo, rezarle, pedirle ayuda y agradecerle el apoyo. Las colas que se formaron a lo largo de la jornada de ayer a las puertas de la basílica delataron las ganas que atesoraban los devotos: en determinados momentos, alcanzaron las escaleras de la Praza da Pedra. Los voluntarios de la asociación Vodea –14 en total– y una decena de personas de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria se encargaron de pregonar la normativa sanitaria y asegurar el buen discurrir de la jornada religiosa más importante de la ciudad olívica: entre cada eucaristía, el templo se limpió y los asientos se desinfectaron.

Velas y exvotos por el Cristo de la Victoria. Marta G. Brea

El éxito de las eucaristías fue tal que, para alegría de los fieles, se decidió añadir una misa a las previstas –empezó a las 12.05 horas–. Y es que la restricción de aforo –pudieron entrar como máximo 120 personas, el 75%– impidió que accediesen todos cuantos quisieran en la sesión de las 11.00, la misa solemne. Fue oficiada por el obispo de la diócesis de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, que subrayó que el Cristo de la Victoria “sigue siendo la referencia” de las vidas de sus devotos y el “consuelo más decisivo en las horas difíciles”.

Contó con la participación de la mezzosoprano Nuria Lorenzo, del organista Jesús Moares y de un cuarteto del coro Gli Appassionati. Asistieron el pregonero de este año, Germán Serrano, la junta directiva de la Cofradía y autoridades eclesiásticas, militares o políticas, como el alcalde de la urbe, Abel Caballero, concejales o la delegada territorial de la Xunta de Galicia, Marta Fernández-Tapias.

Padres e hijos participaron en una celebración religiosa marcadamente familiar. Marta G. Brea

“En la misa de las 7 de la mañana, se completó el aforo; lo mismo ocurrió en el resto”, aseguró una de las voluntarias a las puertas de la basílica pasadas las 13.00 horas tras indicar a unas señoras que había dos filas para acceder: una para escuchar la misa, la otra, para la limosna y recoger una estampita en el hogar del Cristo, al que podían ver durante unos segundos. Confirmó este fervor José Manuel Cabaleiro, responsable de protocolo, seguridad y organización de la basílica y cofrade de procesiones en la Cofradía del Cristo de la Victoria.

“Llegué al templo a las 6.20 horas y ya había cola para la misa de las 7.00: más de 320 personas estaban esperando. Solo pudieron entrar algunas, claro, por el aforo limitado, pero la gente es consciente de la situación que nos toca vivir”, explicó antes de desgranar las líneas maestras del protocolo anti-COVID-19: limpiar y desinfectar entre cada misa, echar gel hidroalcohólico en las manos de los fieles antes de entrar en la basílica, distancia de, al menos, metro y medio “entre cabezas” en el interior, y entrada y salida de los fieles por diferentes puertas: los asistentes ingresaron en la basílica por la principal y la abandonaron por las situadas en los laterales.

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El pregón del Cristo de la Victoria de Germán Serrano, en imágenes Marta G. Brea

“Hay mucho ambiente a pesar de la pandemia y la lluvia. Sabíamos que iba a ser así, éramos optimistas. La jornada está siendo más intensa que nunca. Los fieles llevan las velas encendidas incluso lloviendo: las tapan con los paraguas. La satisfacción es plena. Esperemos que, el año que viene, ya pueda salir el Cristo en procesión”, explicaba Cabaleiro minutos antes de comenzar la misa de las 17.30 horas.

Para facilitar el seguimiento de los cultos a los que no pudieron acceder al templo por la limitación de aforo, la Cofradía del Santísimo Cristo de la Victoria, con la colaboración del Concello de Vigo, retransmitió en streaming la novena de las 20.00 horas a través de sus canales de comunicación online, redes sociales y sitio web, así como las eucaristías celebradas ayer. Los vídeos quedan registrados durante unos días en la página de inicio de la web y en el canal de YouTube de la congregación para que puedan ser disfrutados por los fieles.

Peticiones de los feligreses

Una celebración del Cristo de la Victoria “atípica”, pero “siempre especial”. Así resumían la jornada de ayer Borja Núñez y su esposa, Úrsula Sánchez, de Vigo, minutos antes de empezar su procesión desde la Praza da Igrexa con sus tres hijas: Nahir (13 años), Úrsula (7 y medio) y Carolina (casi 2).

"Es una celebración atípica, pero especial; tenemos las mismas ganas de siempre"

Familia Núñez Sánchez - Vigo

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Familia Núñez Sánchez - Vigo Marta G. Brea

Lo que más echaron de menos fue “el contacto con la gente” y los planes propios de un día “tan especial”. “No iremos a ninguna misa, es inviable en esta situación”, exponía ella, a la vez que subrayaba las ganas de las pequeñas de que llegase este día. “El Cristo de la Victoria es una tradición. Le pedimos seguir con salud, ya que, gracias a Dios, está todo bien. Es una cuestión de fe”, manifestaba.

“Realizamos la procesión descalzos por mi padre, que está enfermo, y por trabajo”

Familia Costas Domínguez - Porriño

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Familia Costas Sánchez Marta G. Brea

Minutos más tarde, con el reloj coqueteando con las 13.00 horas, llegaban al entorno de la Praza da Igrexa Susana Domínguez y Fernando Costas con sus dos hijas –Noa (14 años) y Abril (16)– y su perro, Coco, tras completar el recorrido de la procesión, un clásico en su agenda: “Veníamos incluso cuando estaba embarazada”. Los adultos la realizaron descalzos.

“Ya estamos acostumbrados. Yo lo hago por mi padre, que está enfermo; mi marido, por trabajo y para que mejore su salud. También por las niñas y por toda la familia”, concretaba la madre. Las menores vivieron esta jornada con ilusión: “Por devoción y tradición familiar”. El padre detallaba que el camino les llevó en torno a 30 o 40 minutos. “Ojalá sea el último verano sin procesión, aunque sea con mascarilla. Este año, no podremos ver al Cristo de la Victoria, ya que no iremos a ninguna misa, las niñas no están vacunadas, pero volveremos en otra ocasión. Hay que tenerlo siempre de mano”, apostillaban.

“Se lleva regular que el Cristo no procesione, lo echamos de menos; haremos el recorrido

Auri, Carmen, Josefa y Nuri - Vigo

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Auri, Carmen, Josefa y Nuri - Vig Marta G. Brea

Poco antes de empezar su recorrido por las calles de la ciudad, Nuri Ferreiroa, Auri Estévez, Carmen Requejo y Josefa López se ayudaban para encender las velas. Este grupo de amigas de Vigo reconocía que llevaron “regular” que el Cristo no saliera. “Se echa de menos”, destacaban. “Le pedimos salud para todos, y más ahora, en plena pandemia. Para nosotras, para la familia y para los amigos”, aseveraban.

Este sabor festivo ligeramente descafeinado fue percibido con más intensidad por los vendedores de velas. Reconocían que, sin procesión multitudinaria, la actividad era más “floja”. En sus oraciones y en la de todos: que la pandemia del COVID pase a ser un mal recuerdo.

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