Del Nadador de Leiro a los caballos de praza de España, el Dinoseto, los murales urbanos, paneles con fotografías y la escultura de Manuel Castro, a quien probablemente –por obra y gracia de los gamberros– se le ha caído el periódico más veces como estatua de bronce que en vida. El vandalismo pega fuerte y de forma visible. Sin embargo, a pesar de su huella y molestias, causa una preocupación relativamente baja en la ciudad. Desde luego bastante menor de la que genera en otras ciudades gallegas, como A Coruña, Compostela, Lugo u Ourense.
Las últimas estadísticas publicadas por el IGE muestran que, de cada cien hogares a los que sus técnicos preguntaron si sentían la “delincuencia o vandalismo” como un “problema en el entorno” de sus viviendas, solo el 8,9% respondió que sí. El dato queda lejos del 20,5% de A Coruña, el 14,3% de Santiago o el 15,4 de Ferrol –de hecho solo lo mejora Pontevedra, con un 8,7%–; pero también de los índices que manejaba la propia ciudad hace cuestión de una década. Cuando hacían la misma pregunta en 2010 el porcentaje de quienes reconocían verlo como un problema más o menos familiar se disparaba al 17,3%.
¿Qué supone el dato más allá de los porcentajes? Que en 2020 había unas 8.200 hogares menos que aseguraban tener un problema con la delincuencia o el vandalismo cerca de sus propias viviendas que en 2010. De las 115.964 familias contabilizadas el año pasado por el IGE, se encontraban en esa tesitura 10.317. El dato es ligeramente más alto en términos netos que hace un lustro, pero no en porcentaje: en 2015 había en la ciudad varios millares menos de domicilios.
Las estadísticas le ponen el termómetro también a otros problemas habituales en las ciudades. De la mayoría Vigo sale bien parada en el ruedo gallego. Es, por ejemplo, la segunda urbe con menor porcentaje de hogares que tienen problemas por la “presencia de basura” (10,9%) y la segunda también que detecta menos “deficiencias en los servicios de transporte” (16%) o una “insuficiencia de servicios sanitarios de atención primaria” (7,3%).
A pesar del balance positivo, las tablas del IGE revelan también algunas flaquezas. Cerca de un tercio de los hogares del municipio detectan “deficiencias” en los accesos a las viviendas de su entorno por mala iluminación o aceras (29,3%), ven “pocos centros culturales” (27,7%) o aparcamiento (34,2%).
Los nuevos parques dejan huella estadística
Más allá de la calle, donde se disfrutan de forma directa, los nuevos parques y plazas abiertos a lo largo de los últimos años por el Concelllo dejan su huella también en las tablas del Instituto Galego de Estatística (IGE). Según sus tablas, el 17,4% de los hogares vigueses aseguraban en 2015 padecer una “insuficiencia de espacios abiertos públicos”, porcentaje que en 2020 se había reducido ya hasta el 6,89%. No solo se “desinfla” el índice. Con su desplome, Vigo pasa a ser además la ciudad gallega con los hogares más satisfechos en cuanto a la dotación de ámbitos abiertos en el entorno de sus domicilios. El descenso del porcentaje llega después de la ampliación de parques en diferentes puntos de Vigo –Venezuela, Barreiro o Sanjurjo Badía, por ejemplo– y la apertura de plazas como la de Martínez Garrido o Peniche. No todas las estadísticas sonríen a Vigo. El último informe elaborado por Unespa sobre ciudades seguras sitúa al municipio en el puesto más bajo entre las urbes gallegos y en el 36º del conjunto de ranking. En el referente a seguridad vial, la ciudad se desliza incluso a la parte baja de la tabla.