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María José Penzol | Psiquiatra
María José Penzol Psiquiatra del Gregorio Marañón

“El aislamiento es devastador para la identidad de los chicos”

La doctora asesora a Saúde Mental del Chuvi en el diseño del hospital de día infanto-juvenil, que se estrena el 1 de septiembre

Penzol, ayer, en las jornadas en el HAC.

El 1 de septiembre se estrena en el Nicolás Peña el primer hospital de día para niños y adolescentes del Sergas. Para su diseño, el jefe de Saúde Mental del Chuvi, el doctor José Manuel Olivares, ha contado con el asesoramiento de la doctora María José Penzol, la psiquiatra del Programa de Tratamiento Intensivo de Salud Mental para Adolescentes (PrISMA) del Hospital Gregorio Marañón. Ayer participó en el Álvaro Cunqueiro en las Primeras sesiones clínicas interautonómicas que, en esta ocasión, se centran en la salud mental y que fueron inauguradas por el conselleiro de Sanidade, Julio García Comesaña.

–¿Por qué es importante disponer de una unidad intermedia entre el ingreso y la atención ambulatoria para menores?

–Hay un gran desequilibrio entre la intensidad y la contención que ofrecen algunos recursos como los hospitalarios de internamiento y los ambulatorios. Un chico que ha estado ingresado en una unidad de agudos con un trastorno mental grave, cuando al alta se va a su casa con un seguimiento ambulatorio, a lo mejor, pasa de estar todos los días con un tratamiento 24 horas a tener una atención de una vez a la semana, en el mejor de los casos. Estos recursos intermedios son muy importantes para ayudar en esa transición y a la reincorporación. Otros de los objetivos principales son prevenir reingresos y acortar el tiempo de hospitalizaciones en la unidad de agudos, reduciendo también los efectos iatrogénicos de alejar al chico de su vida familiar, escolar y social. Otros objetivos son incluir a la familia en el proceso terapéutico y ofrecer apoyo a los padres, como elemento fundamental en el proceso de tratamiento, o permitir una observación continuada para un diagnóstico diferencial. 

–¿Qué patología es más habitual entre las que atienden?

–No hay un paciente tipo ideal, que cumpla criterios para nuestra unidad. Todo paciente adolescente, entre 12 y 17 años, con diagnóstico de trastorno mental grave que necesita un tratamiento intensivo individualizado y con una contención y una frecuencia más allá de lo ambulatorio, pero que no necesita ingreso. Tenemos tres programas: Uno de transición, para pacientes que han tenido alta de la unidad de agudos y los ayudamos en la reincorporación y recuperación funcional, hasta que sean capaces de tener un seguimiento solo en ambulatorio. Tenemos otro, muy bonito, de intervención en primer episodio psicótico. Un programa psicoeducativo en el que trabajamos con pacientes y familias. Sabemos que una intervención temprana mejora muchísimo el pronóstico, evita recaídas y hospitalizaciones. Y tenemos otro de atención al riesgo de suicidio, los que tienen ideación de muerte, presentan autolesiones, desesperanza y dificultades para tolerar y regular sus emociones, con las consecuencias que eso tiene a nivel conductual y afectivo. No hay diagnósticos cerrados. Los valoramos individualmente el tratamiento también lo diseñamos de acuerdo con las necesidades de cada paciente. No pretendemos en este recurso intermedio resolver todos los problemas de salud mental, pero nos planteamos objetivos muy concretos para semanas o meses; objetivos que se van revisando y reevaluando de periódicamente. Las patologías son muy diversas: desde primer episodio psicótico, trastorno bipolar, trastorno de las emociones, de la conducta, trastornos del neurodesarrollo, del espectro del autismo con comorbilidad en otras áreas a nivel de conducta… Es variadísimo, pero siempre está dirigido a trastorno mental grave

–¿Con la pandemia ha variado?

–Estamos realizando algún estudio para sacar conclusiones y para aprender de lo que ha ocurrido en este periodo, que ha sido dificilísimo para todos. Lo que vemos es un aumento importante de patología mental grave. Las derivaciones a nuestro recurso han aumentado un 40% este año en relación al anterior. Vemos que la edad de derivación de los pacientes es mucho menor, con cuadros más graves. Hay un aumento del trastorno de conducta alimentaria y un gran aumento de conductas autolesivas, ideación de muerte… Eso es lo que hemos observado en la clínica.

–¿Qué factores de la pandemia están detrás?

–Seguramente es una combinación de múltiples factores. Durante la primera fase nos sorprendimos porque nuestros pacientes toleraron bien el confinamiento. Dependiendo del perfil, lo toleraron mejor o peor. Pero progresivamente vamos viendo los efectos. Las restricciones de los contactos sociales y las actividades fuera del domicilio les han limitado en una edad en la que el desarrollo social y el avance en la autonomía es fundamental, adaptativa y es lo esperable. También afecta no tener actividades lúdicas y deportivas, que son tan importantes para un desarrollo físico y social de los adolescentes. Otro factor es la existencia de patologías previas no identificadas previamente. Chicos más vulnerables no han sido capaces de adaptarse a un cambio tan brusco en sus ruinas. Otros se adaptaron fantásticamente al aislamiento debido al estrés que les suponen las demandas sociales, pero al terminar el confinamiento han sido incapaces de reincorporarse al ritmo previo, con una disminución importante de su funcionalidad. Además, está el refugio que han encontrado en dispositivos audiovisuales. La adicción a las pantallas es, desde mi punto de vista, dramático. Han idealizado todo lo que encuentran al otro lado de las pantallas y creen que todo lo bueno que le puede ofrecer la vida está detrás de ellas. La esclavitud a la que nos someten la exposición social en redes, con un deseo obsesivo por recibir reconocimiento y aceptación en un mundo irreal, está provocando síntomas de ansiedad, depresión y desesperanza en un grupo de jóvenes más vulnerables. Hay chicos que pasan 10 horas delante de la pantalla. Lo preocupante es la cantidad de cosas que dejan de hacer por estar enganchados a redes sociales. Las emociones se comunican a través de emoticonos, lo que provoca un desconcierto entre unos jóvenes que deberían estar aprendiendo y entrenando actividades sociales viendo la cara y la expresión de la persona que tienes delante. Está siendo devastador para su identidad y su desarrollo personal y, a veces, está haciendo que sean incapaces de tolerar las relaciones sociales de una forma adecuada. Sin menospreciar el peligro del impacto que los contenidos disponibles a través de internet y redes sociales, cuando no tienen supervisión. Algunos padres entienden que deben de saber a dónde va su hijo de 13 años cuando sale de casa, pero no entienden que tengan que saber con quién, y cómo contacta a través de redes sociales. Yo recomiendo supervisión y acompañamiento; para evitar situaciones de riesgo. 

-¿Qué recomendación le daría a Salud Mental del Chuvi ahora que van a iniciar este proyecto?

-Tengo que felicitar al doctor Olivares y a su equipo por su lucha y su persistencia a lo largo de los últimos años en potenciar y reforzar los programas de salud mental en niños y adolescentes. El trabajo desarrollado en Vigo está encuadrado en un proyecto ambicioso del Servicio de Salud mental de la Consellería de Sanidad liderado por María Tajes cuyo objetivo es la creación de hospitales de día de salud Mental para adolescentes, en las 7 áreas gallegas en 2022. Lo primero que les recomiendo diseñar un recurso adaptado a las necesidades locales en el momento actual. Que sea flexible para adaptarse e ir modificándolo de acuerdo a nuevas necesidades. Que incluya la coordinación con recursos hospitalarios y ambulatorios. Y que incluya como prioritario el apoyo y trabajo con familias. 

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