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Aquella Toralla salvaje a la que solo se llegaba en barca

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De la Toralla salvaje y deshabitada a la isla privada más exclusiva de Vigo Patricia Pedrido

Una contundente torre, en su momento la más alta de Vigo, se erige orgullosa en el horizonte, interponiéndose en las vistas a las mismísimas Cíes. Es la Torre de Toralla, una urbanización construida en los años 70 sobre una isla desierta, deshabitada y a la que solo se llegaba en barca. El destino de este pequeño islote de apenas 10 hectáreas cambiaría para siempre en 1965, cuando una sociedad lo compró para convertirlo en la zona más exclusiva de la ciudad.  

Más de medio siglo después, los vigueses no pueden pasear libremente por sus calles aunque sí acceder a su playa, la única que mira al sur en la urbe. Una barrera levanta un muro invisible al otro lado del puente que nace en O Vao: Toralla es una isla privada.

 

 

Una transformación radical 

En 1965 el destino de la ínsula cambiaría radicalmente para siempre. El matrimonio formado por José Manuel Kowalski Fernández y Mercedes Peyrona Díez de Güemes la compró y constituyó la sociedad Toralla S.A.

FARO publicaba en 1966 una entrevista con Kowalski en la que describía así el proyecto: “Será un centro eminentemente residencial constituido por una zona parcelada para construcciones tipo chalé y otra con edificación de apartamentos de lujo de varias dimensiones”.

Así nacería la Torre de Toralla, levantada a principios de la década de los setenta. La obra, del arquitecto vigués Bar Boo, se eleva 70 metros sobre el nivel del mar con 21 alturas y 136 viviendas. El otro extremo de la isla se dividiría en 34 parcelas para chalés

El plan de urbanización resultaba de lo más innovador para finales de la década de los 60: calles asfaltadas e iluminadas, incluso con un fin ornamental que realzase la “singular belleza del entorno”. Además, se reservaba como jardín-parque la arboleda existente, al que se sumarían zonas de ocio infantil.

La isla de Toralla, con el puente ya contruido (1969) pero sin edificar. FdV

Una isla salvaje y deshabitada

Hasta 1965, la ínsula había pasado por distintas manos, entre ellas, las de la Iglesia. Hasta 1836 perteneció al Obispado de Tui. Tras la desamortización de Mendizábal aumentó las propiedades del Marqués de Valladares y de sus herederos, que en 1895 la vendieron a Enrique Lameiro Sarachaga. Este, en colaboración con Francisco Mirambel, levantaron en 1884 una fábrica en la isla: Cordelerías Ibéricas contaba con la maquinaria más avanzada para la producción de material para pesca, minería y construcción. Se mantuvo activa hasta 1903, cuando cerró por la dificultad de obtener materias primas tras el desastre de Filipinas de 1898. 

Gravado de la fábrica Cordelerías Ibéricas situada en Toralla. FdV

En 1910 compra la isla un vigués que había hecho fortuna en Argentina con el comercio transoceánico. Martín de Echegaray, uno de los impulsores de la Compañía de Tranvías Eléctricos de Vigo, estableció allí su residencia de verano: Villa Gioja.

Tras su muerte la propiedad quedó repartida entre casi una treintena de herederos con los que Kowalski contactó y a los que logró poner de acuerdo para que le vendieran Toralla. 

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Historia de Vigo | Pasado y presente de O Castro y la isla de Toralla Concello de Vigo

Dos yacimientos soterrados

En sus apenas 10 hectáreas, Toralla oculta muestras de un esplendoroso pasado. Restos de un castro y de una necrópolis romana asomaron a la superficie en distintos momentos.

El castro se descubrió en 1913 en el extremo suroeste de la isla. Con la urbanización de los años 70 se realizó una excavación parcial. Su estudio reveló que se trataba de un asentamiento prerromano habitado entre los siglos VI a.C. y I d.C. 

La necrópolis romana está datada entre los siglos IV y V d.C., como camposanto de los habitantes de la villa romana de la Finca Mirambel. En ella se hallaron hasta 46 fragmentos de una hermosa crátera - vasija- que decoraba la lujosa vivienda. 

La garita de control de acceso de Toralla. FdV

Un puente a una isla privada

El puente que une la playa de O Vao con Toralla se construyó en 1969 por la misma sociedad que posee el islote. Era una condición básica para convertir lo en una zona residencial, ya que hasta entonces tan solo era posible el acceso en barca. 

El puente supuso una vía de comunicación, pero también de todo lo contrario. Como extensión de la propiedad privada, se instaló una barrera y una garita de control en el extremo sobre O Vao. La imposibilidad de visitar Toralla desató la ira de los vecinos, que reclamaban el acceso público al viaducto y al islote.  

No sería hasta 1990 cuando una sentencia del Tribunal Supremo obligó a desplazar la garita al otro extremo del puente y permitir el acceso público a los arenales de la isla. En realidad, se trata de una única playa dividida en dos por el viaducto. Con 200 metros de largo y 20 de ancho es la única de Vigo orientada al sur.

Con el objetivo de abrirse a la ciudad, en 2006 los propietarios de Toralla cedieron a la Universidad de Vigo una parcela anexa a la torre para instalar la Estación de Ciencias Marinas. Años después, en 2013 también cedieron la terraza del edificio al Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo de Vigo para instalar su potente antena. Sus 12 metros de altura elevaron su “techo” hasta los 82 metros, convirtiéndose en el “rascacielos” de Vigo, por delante del entonces Hospital Xeral y del Hotel Bahía. Sin embargo, en 2016 las antenas se trasladaron a Oia, por lo que la torre perdió altura y la corona.  

Pero hasta ahí llegaron las concesiones. El acceso a la isla continúa restringido a sus cerca de 800 vecinos. La única forma de entrar en este lugar desconocido para la mayoría de los vigueses es bajo invitación de alguno de los residentes o convirtiéndose en propietario. Una posibilidad al alcance de muy pocos, ya que se trata de una de las zonas más caras de la ciudad y con lista de espera. 

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