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Aquí sí que hay playas, canallas

Fernando Franco

Aquí sí que hay playas, canallas

¿Acaso no obtuvo esta olívica ciudad el reconocimiento, por encuesta de la OCU, como la de más calidad de vida entre las españolas? Pues aquí tenéis una prueba hallada en Saiáns, cuando sorprendimos paseando a la doctora Mariluz Vilouta Bello y le pedimos una amigable pose jurándole que no pertenecíamos a prensa rosa alguna, a Dios gracias. La arena, el agua, los rojos y azules y esas islas Cíes al fondo, en una de las cuales, la más inaccesible, quien escribe estará hoy gozoso con otros militantes de lícitos placeres.

¿El premio Max? Para Bea

Yo ya conocí hace tiempo a la arquitecta viguesa Bea de Vega, pero no sabía de sus teatrales vinculaciones, y me tuve que enterar estos días al leer las nominaciones de los Premios Max de Teatro y ver que ella estaba ahí, salerosa, elegida para optar al de Mejor Diseño de Espacio Escénico. Mereció esa mención su trabajo para la obra 32 m2 de la compañía viguesa ButacaZero de Xavier Castiñeiras y Ester Carrodeaguas, y ahora a esperar a ver a quién eligen. Bea de Vega aprovechó el parón en el trabajo arquitectónico que supuso el COVID para profundizar en el concepto de espacio, en la idea de lo efímero en la arquitectura, matriculándose en la Escola Superior de Arte Dramática de Galicia sita en Vigo para estudiar Escenografía. Esa pieza teatral cuyo espacio creó y recreó, 32 m2, es una obra de humor que trata sobre el confinamiento, una comedia negra llena de enredos. Siendo arquitecta, se supone que Bea tuvo más fácil llevar esa idea al espacio escénico, ¿no?

Semana de gastroagitación

Me tocan días de gastroagitación, palabra que me invento para sugerir los compromisos culinarios en que ando envuelto. Dios proteja mi colesterol. El jueves, cita en el Espacio Beni (sí, mujer, el de Beni Fernández), donde se inauguró la muestra privada del escultor Silverio Rivas y el pintor Antonio Amat, seguida de una comida en medio de ese escenario artístico a la que no me dejó llegar a tiempo el tren de Madrid pero sí al café y posterior tertulia. Ya hablaré de eso. Avanzada la tarde, me recogió el subinspector (por muchos años) César Muradás, que si antes se dedicó a reprimir el mal, ahora jubilado solo anda promoviendo el bien y prueba de ello es que me guió junto a Emily Boullosa al furancho da Maceiriña, ahí por la subida a Peinador, a probarle sus vinos y comerle los huevos a sus gallinas, con perdón. Hoy viernes parto de mañana con gente de bien hacia Cíes y su isla más privada, bien dotados de provisiones aunque solo sea para un día. El sábado y domingo me los guardo para mis vicios privados pero el lunes creo que estaré en la casa del músico incombustible Eduardo Cruz “Grillo”, con el licenciado Morales oficiando las brasas. El martes me voy a degustar la buena cocina de Siro González en tan buena compañía como la de mi tronko Carlos López, que desde que dejó sus Confecciones Foque en manos de su hija, sus cargos en el textil gallego y sus continuos viajes por el mundo, tiene más tiempo para todo. Y solo Dios sabe lo qué dispondrá para mi cuerpo los días sucesivos.

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