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Nuevos rostros para la pobreza

Exterior de la Misión del Silencio en Urzáiz Alba Villar

“Hubo un tiempo en que yo estaba al otro lado. Tenía una pequeña empresa, pero con la pandemia, ahora me toca recibir y pedir”, así resume su situación una de las usuarias de la Misión del Silencio en la calle Urzáiz, donde se ofrece un plato de comida caliente al día. La pandemia ha cerrado el comedor social, pero los alimentos se entregan ahora en “táper” y bolsas de plástico. Las denominadas “colas del hambre”, consecuencia de la crisis económica que acompaña a la sanitaria, se amplían día a día con nuevos rostros.

Usuarios habituales y pobres vergonzantes

“Tenemos personas nuevas a diario y a los usuarios habituales se suman ahora parados, autónomos, pequeños empresarios, trabajadores de economía sumergida como cuidadores de ancianos o empleadas del hogar que no tienen derecho a paro, gente de la hostelería... Personas ‘normales’ que han sido trabajadoras toda su vida lo pasan peor que los marginales en el momento de tener que venir a pedir comida. Hay padres de familia que nunca han necesitado ayuda y que ahora vienen a buscar alimentos para sus hijos”, explica la hermana Guadalupe.

Reparto de menús

El horario del reparto de bolsas de comida en la Misión del Silencio comienza a las 12.30 horas y finaliza a las 13.30. Media hora antes ya se agrupan por la zona personas con bolsas y carritos para recoger la comida del día, son los usuarios habituales. Los pobres vergonzantes, como se denomina a quienes vivieron con holgura y ahora se ven en la obligación de pedir ayuda para subsistir se alejan de las colas. Esperan por los alrededores que no haya gente esperando y se asoman rápido para recoger su bolsa. Les importa el qué dirán y son incapaces de reconocer ante su entorno que se encuentran en una situación tan difícil.

Patatas guisadas con costilla

Ayer tocaba de menú patatas guisadas con costilla, como plato caliente; además de un bocadillo de chorizo, un buen pedazo de roscón (siempre incluyen algo dulce en el menú), varios lácteos y una cajita de fresas. El objetivo es facilitar no solo la comida, sino también la cena a más de un centenar de personas cada día. En el último año, con el confinamiento y el estado de alerta, la Misión del Silencio repartió 50.000 comidas y 50.000 cenas. “Presumimos de hacer a diario comida casera, nada de catering, sino comida rica, sabrosa y familiar hecha con mimo”, asevera la hermana Guadalupe,. Una comida que se encarece ahora con el uso de “táperes” y bolsas para entregar los menús.

"Llevo 12 años en el bucle"

Isabel, nombre ficticio, cobra una pensión no contributiva de algo más de 400 euros. Hace ya doce años que entró en bucle, perdió su empleo y hoy vive en una habitación alquilada. “No me avergüenzo de pedir ayuda. Tengo 51 años y es imposible salir de esta situación sin ayudas de verdad. Estamos condicionados por una paga mínima de subsistencia a la que no puedo renunciar para intentar trabajar. Hay que cambiar las cosas, y yo reivindico mis derechos y los de mis compañeros”, lamenta.

Víctima de maltrato

Lina, tampoco es su nombre real, es una mujer maltratada y cobra algo más de 400 euros al mes como víctima de maltrato. Es vigilantes de seguridad pero ahora está en paro por la pandemia. “Mis únicos ingresos vienen de la ayuda como mujer maltratada y tengo que pagar casi 400 euros de alquiler por mi piso. Está claro que necesito que me ayuden para poder comer”, indica. Lara, también nombre ficticio, recoge su bolsa con la comida del día para su marido y su hijo con rapidez. Son ucranianos y tras un año en acogida la familia tuvo que buscarse la vida. Carecen de papeles y trabajaban ‘en negro’, pero la pandemia la dejó sin empleo y sin derecho a paro.

El Banco de Alimentos atiende a 25.000 personas al día

La lista de personas que precisan ayuda sigue creciendo. El comedor social del Concello también reparte a diario otros 150 menús y el Banco de Alimentos con sede en Vigo ha ampliado el suministro de alimentos a unas 150 ONG de la provincia que atienden a 25.000 personas cada día. “Al inicio de 2020 atendíamos a unas 20.000 personas, pero se disparó un 25% con la pandemia. La mayoría son personas ‘normales’ como yo o como tú”, explican los responsables de la ONG.

El bono básico de la Xunta ayuda a 1.674 familias

Para paliar las dificultades extremas durante la pandemia, la Xunta lanzó en julio del año pasado como salvavidas social un bono de alimentos destinado a ayudar a las familias más vulnerables a cubrir gastos básicos. Un total de 1.647 familias, de las que 1.223 son nuevas concesiones y 461 son renovaciones, tienen a día de hoy en Vigo el bono básico, según datos facilitados por la Consellería de Política Social. Se trata de una tarjeta monedero que se recarga cada final de mes con una cantidad que depende del número de integrantes de cada familia: 150 euros para hogares unipersonales, 200 para los que están compuestos por dos miembros y 300 a partir de tres. Sirve para adquirir productos de alimentación, higiene y farmacia y los beneficiarios deben conservar los resguardos de compra para justificar, en caso de que así se lo pida la administración, cada desembolso.

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