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Pisos de transición: la lucha por la dignidad de los sintecho

FdV

El estado de bienestar tiene una cara trágica: la severa exclusión social a la que se ven abocados los sintecho. Una carga amarga para la sociedad que, durante el día, parece invisibilizarse entre los movimientos y los ruidos de las ciudades pero que, por la noche, sobrecoge al estirarse cartones y sacos de dormir en cajeros y soportales.

Veintiséis personas participan en el programa municipal que dura dos años: 21 en el plan básico y cinco en el previo a la autonomía

A su lado, como vigías, los carritos en los que quienes viven en la calle transportan toda una vida. La pérdida del empleo que lleva a la pobreza, la caída en politoxicomanías, el aislamiento de la familia y también enfermedades mentales fomentan el sinhogarismo, una lacra contra la que luchan de forma discreta y lejos de los focos, para mantener la privacidad de los afectados, los servicios municipales vigueses.

Cocina en el primer piso de transición municipal de Galicia

Ariel y Elisa, nombres ficticios, son dos de los éxitos de reinserción conseguidos por el equipo psicosocial de Benestar Social en los pisos de transición que ofrecen la oportunidad de dejar atrás la vida en la calle a quienes están dispuestos a intentarlo, porque lo cierto es que no todos quieren dejar de dormir al raso. “Vigo tiene la más importante política social”, asevera el regidor, Abel Caballero.

Ariel tenía 21 años cuando llegó hace tres años al albergue municipal, en el que pernoctaron el año pasado más de 400 personas. Extranjero, sin red familiar y sin empleo, perdió sus referentes y toco fondo: alcohol y drogas gobernaron su vida. No tenía donde dormir y vivía en la calle.

El equipo técnico del albergue le valoró y él tuvo la valentía de afrontar su situación. Se sometió a deshabituación, fue cumpliendo objetivos, primero en el piso básico y después en el de integración. Consiguió formación y con ella trabajo. Hoy está emancipado.

De dormir en la calle a llevar la casa: tener una cama, limpiar, hacerse la comida o ducharse a diario

Elisa es una sintecho de mediana edad que logró integrarse en Vigo. El consumo de alcohol y drogas la llevaron a una conflictiva relación familiar. Pero aprovechó la oportunidad que le dieron, se desenganchó de sus toxicomanías y con la mediación del equipo técnico retomó la relación con su familia. Dos años después vive con ellos, ha estudiado y tiene trabajo.

"Recomponer las relaciones familiares es difícil, hay que demostrar que se ha cambiado"

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No es fácil recuperar las relaciones familiares. Generalmente la familia agotó todos los recursos y no quieren volver a empezar. Recomponer las relaciones familiares es difícil, hay que demostrar que se ha cambiado. Pero las recaídas son habituales, el proceso conlleva pasitos adelante y alguno hacia atrás. No deben desmotivar. Se trata de subir escalón tras escalón, aunque alguno se baje un día. Conseguir que dos o tres personas se integren a la sociedad cada año ya es un triunfo, porque claro que también hay fracasos”, dice la coordinadora del programa.

La sala de estar del piso de transición

Las mujeres son minoría en el colectivo de los sintecho. El perfil de usuarios del CIIES establece que el 61,9% de los beneficiarios del servicio son varones, el 80,9% españoles y un 70% tienen entre 30 y 64 años.

La transición a la vida autónoma es un proceso que dura entre dos y tres años, con un programa individualizado que debe cumplir objetivos y se sitúa en lo alto de la escalera de la inclusión, pues culmina con la obtención de un empleo y una vivienda. “No es fácil, escalar hacia la integración les supone un grandísimo esfuerzo”, advierten los expertos.

“No es fácil, escalar hacia la integración les supone un grandísimo esfuerzo”

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El Centro Integral de Inclusión y Emergencia Social (CIIES) del Ayuntamiento de Vigo facilita atención integral para personas sin hogar, en situación de exclusión social o emergencia con múltiples servicios. La unidad de calle, un servicio casi desconocido, sale en ayuda de los sintecho por la ciudad. Algunos acuden al centro de día, al comedor social, a dormir al albergue... “Un equipo multidisciplinar los evalúa y si hay posibilidad de reinserción y los usuarios están dispuestos a aceptar el Plan Individual de Atención, el PIA, comienzan el proceso para intentar lograr una vida autónoma. Es el único centro municipal de estas características en Galicia”, explica Yolanda Aguiar, concejala de Bienestar Social. Además de comprometerse a realizar terapia para la deshabituación de politoxicomanías, los interesados inician un programa de formación y búsqueda de empleo, pero también un proyecto de vida normalizada en común.

La zona de lavandería del piso

En total 28 personas forman parte del proyecto este año. En el piso básico del CIIES en hay 21 personas que han iniciado el proyecto . Los residentes dejan el albergue municipal y pueden llevar una vida más independiente. Pueden permanecer allí hasta un año, momento en el que pasan al piso de transición a la vida autónoma. Son cinco personas las que conviven y se reparten todas las tareas, limpieza, cocina, compra... Si superan los objetivos, el próximo salto será a una vida normalizada y autónoma, con un trabajo que les permita salir de la exclusión.

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