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“Temo aparecer muerto cualquier día”

Asesinato a bocajarro en un garaje

En un crimen sin resolver el paso del tiempo siempre juega en contra. Uno de los que permanece a la espera de respuestas en Vigo es el de Manuel Salgado Fernández, el extrabajador de banca asesinado la mañana del 2 de abril de 2004 cuando acababa de aparcar su vehículo en un garaje de la calle Rosalía de Castro para ir a trabajar a una céntrica oficina donde, como empleado de una asesoría, se dedicaba a la gestión de cobros.

El crimen de Rosalía de Castro cumple 17 años mientras familiares de la víctima intentan reabrir el caso | Manuel Salgado transmitió a su entorno que lo vigilaban y amenazaban

Hoy mismo se cumplen 17 años desde que este vigués de 56 años perdía la vida tras recibir un certero disparo en la cabeza. Con el fantasma de la prescripción cada vez más cerca, la hermana de la víctima lucha ahora para reabrir una causa judicial que permanece archivada provisionalmente desde 2006. Esta familiar ya contactó con un despacho de abogados de cara a emprender este batalla, para la cual recientemente pidió colaboración ciudadana para tratar de hallar pistas que aporten luz. Estas son las claves de un caso que busca una segunda oportunidad.

Un crimen perpetrado a primera hora de la mañana.

“Vi a una persona tirada en el suelo, al lado había unos papeles; salí a llamar una ambulancia”

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El crimen de Manuel Salgado se produjo entre las 08.15 y las 08.50 horas del 2 de abril del 2004. Acababa de aparcar su Seat Córdoba en la plaza que le habían dejado en el garaje del edificio número 46 de la calle Rosalía de Castro. Estacionaba siempre allí su coche para ir a trabajar. Varios vecinos que bajaron al parking se encontraron con el cadáver y dieron la alerta. “Vi a una persona tirada en el suelo, al lado había unos papeles; salí a llamar una ambulancia”, contó uno de ellos.

El garaje de la calle Rosalía de Castro donde ocurrió el crimen en abril de 2004. FdV

Un impacto a menos de un metro y medio de distancia.

Este vigués, del que sus familiares destacan en el reciento comunicado pidiendo colaboración ciudadana que era copropietario del Colegio Lar de Mos, murió tras recibir un impacto de bala en la cabeza. La autopsia determinó que sufrió una herida de bala en la región occipital izquierda que penetró en la cavidad craneal. La distancia desde la que se hizo el disparo fue de entre unos pocos centímetros hasta metro o metro y medio, “dependiendo del tipo de arma y la munición empleada”. Fue un ataque que cogió a la víctima por sorpresa: no había lesiones de defensa.

Matan de dos tiros en la cabeza a un vecino de Vigo en el interior de un garaje FdV

La inspección ocular: casquillos, colillas y pisadas.

La inspección ocular en el garaje permitió recabar evidencias: dos casquillos del calibre 22 junto al cuerpo, dos colillas de la marca Ducados y una más de Kruger, manchas aparentemente de sangre en una columna próxima al coche del fallecido o un chicle mascado. La ropa que vestía ese día Manuel Salgado –camisa, pantalón, chaqueta, gabardina, corbata, bufanda, etc.– también fue analizada en busca de posibles restos biológicos del asesino. Había además facturas que llevaba este vigués por trabajo, en dos de las cuales se hallaron fragmentos de huellas de pisadas.

Casquillos encontrados en la escena del crimen

No fue un robo: la víctima conservaba el dinero, su reloj y su cadena.

Las evidencias obtenidas durante la inspección del escenario del crimen permitieron, según destaca la Policía Nacional en uno de sus atestados, descartar el robo como móvil. El autor o autores del ataque no se llevaron objetos de valor, salvo las llaves del vehículo y el teléfono móvil. Sobre el cadáver se halló el reloj de pulsera de la víctima y en el cuello conservaba su cadena y medalla de oro con una imagen religiosa. También tenía la documentación personal y el dinero en efectivo.

Un hecho premeditado precedido de un intento de asesinato perpetrado días antes.

Los investigadores y el juzgado –el de Instrucción 4 de Vigo– no tuvieron dudas de que aquel era un crimen en el que mediaba “premeditación”. Una teoría que se vio avalada por el hallazgo, la semana anterior al asesinato y en el mismo garaje, de un cartucho percutido que por algún fallo no pudo llegar a ser disparado. “Esto requirió la necesidad de determinados actos preparatorios para matar a Manuel Salgado”, indicó la Policía Nacional. El casquillo del calibre 22 encontrado esos días antes del crimen era del mismo arma que se usó finalmente para matar a la víctima, según los informes de balística.

“Temo aparecer muerto cualquier día”

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Manuel Salgado temía por su vida y adoptaba medidas de seguridad.

Una de las circunstancias que quedó clara para los agentes una vez empezaron a interrogar al entorno del fallecido es que la víctima se sentía amenazada y que estaba siendo vigilada y seguida. Familiares, amigos íntimos, otras personas próximas a él del ámbito laboral e incluso abogados suyos pusieron de manifiesto esta difícil situación. “Se sentía amenazado, con marcado temor a que pudieran atentar contra su vida”, se indica en uno de los autos judiciales del procedimiento. “Temo aparecer muerto cualquier día”, le confesó a un amigo. Los días previos al crimen lo notaron preocupado, “triste y decaído”. Debido al miedo que sentía, vivía con su hermana y la familia de esta mujer y pedía en ocasiones a compañeros que lo acompañaran a recoger el coche, tomando diferentes rutas. Incluso, también por seguridad, iba a distintas cafeterías.

“Indicios sospechosos” contra la exesposa pero ninguna “prueba objetiva”.

Tras el crimen, y dados los numerosos testimonios del entorno de Manuel Salgado que apuntaban en una única dirección, se precipitaron las detenciones. Fueron arrestados la exesposa del fallecido y el que entonces era su compañero sentimental. Había, consta en el sumario, “muy malas relaciones” de la víctima con la que había sido su mujer, con múltiples denuncias de por medio y dos procesos judiciales claves.

Uno en el que ella fue condenada junto a más personas por unas escuchas telefónicas y otro que la sentenciaba a devolverle a su exmarido cuantiosos bienes. Pero los investigados presentaron sólidas coartadas. Pese a los “indicios altamente sospechosos”, el juzgado instructor reconoció finalmente que no había ninguna prueba objetiva de cargo contra ellos. Y ambos fueron exonerados. La causa permanece en archivo provisional desde 2006.

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