Los profesionales del ocio nocturno transitan por un páramo inhóspito, sin atisbo de esperanza y desamparados. A sus espaldas, más de 11 meses con las facturaciones de sus negocios desplomadas casi al 100% por las restricciones derivadas de la pandemia del COVID y, por delante, un vasto abanico de incertidumbre y miedos.
El único paréntesis llegó en verano, pero de forma tan tímida que los ingresos fueron insignificantes. Fernando Garrido, dueño de la discoteca Rouge, en la calle Pontevedra, pone rostro a este viacrucis. Levantó la persiana tan solo 15 días en la época estival. Desde marzo de 2020, ha tenido que desembolsar unos 170.000 euros para hacer frente a los gastos y ha dejado de ingresar unos 350.000 euros por la falta de actividad.
“Esto en un calvario. Tengo hipotecado todo mi patrimonio, duermo cuatro horas por la preocupación y hasta tengo pesadillas. Si divido los gastos anuales entre los 12 meses, me salen 4.200 euros de alquiler, 600 de luz, 500 de seguros, 50 de prevención de riesgos laborales, 1.400 de impuestos, 45 de agua, 720 de autónomos (dos socios), 120 por la página web, 100 de mantenimiento (limpieza), 600 de IVA y 780 de un crédito ICO que me habían concedido cuatro meses antes de la pandemia para comprar una pantalla gigante. Aparte, lo que supone mantener el terminal de punto de venta (TPV), 40 euros, y la seguridad social de los 15 trabajadores que están en ERTE, 700. Y hay que sumar el gasto en adaptar el espacio a las medidas anti-COVID y los salarios de los primeros meses de cierre. Es sangrante”, aseguraba ayer con la voz entrecortada desde una sucursal bancaria:
"Justo ahora, me acabo de enterar de que me cobran más de 100 euros en intereses por no haber pagado la tasa de basura: en total, más de 1.000 euros. Pensaba que no había que abonarla por estar el negocio cerrado. Me dan ganas de llorar”.
La única ayuda que ha recibido, según concreta, es de 2.500 euros para hacer frente al alquiler. “Eso no me da ni para un mes. La Xunta me dice que no me puede dar más porque no hay fondos. Y, para recibirla, tienes que estar al día en todos los pagos, entonces, no los puedes prorrogar”, apuntaba antes de destacar que no sabe “nada” del apoyo que solicitó al Instituto Galego de Promoción Económica (Igape) “hace tres meses”. “La situación es muy dura, la gente ni se lo imagina.

Hace que estés de mala leche todo el día y con todo el mundo. Es terrible. ¿Cómo puede ser que tengamos que seguir pagando impuestos si nos han obligado a cerrar nuestros negocios? ¿Qué político descerebrado es capaz de entender esto?”, clamaba. “No tengo otro trabajo, pero, afortunadamente, puedo recurrir a los ahorros. Si esto se prolonga, necesitaré pedir un crédito”, apostillaba.
Garrido lamenta que el problema del ocio nocturno haya perdido protagonismo tanto en la agenda mediática como política. “Ya nadie habla del sector”, anotaba, a la vez que exponía su preocupación por el futuro y la gestión de las ayudas: “No sabemos cuándo podremos reabrir. Por si fuera poco, la Xunta, el Concello y la Diputación no se ponen de acuerdo sobre el rescate de los gremios más afectados por la pandemia. Es una sinvergüencería”.
Eduardo Cabaleiro, uno de los propietarios del pub La Posada, ubicado en la Praza de Compostela, radiografía un panorama similar al de su compañero. Desde marzo, el local tan solo abrió sus puertas durante un mes en verano: “Eso no dio para nada. La facturación se ha desplomado un 100% y los gastos acumulados ascienden a unos 60.000 euros. Los 15 trabajadores están en ERTE”. En su caso, no ha recibido ayudas por contar con otro empleo que le permite ganar más de 1.150 euros al mes. “Sin embargo, tengo que seguir pagando la cuota de autónomos, que es de casi 400 euros. Aparte, la luz, el agua, la tasa de basura, el alquiler, la gestoría, el seguro...”, comenta antes de destacar que, por ahora, aguanta con los ahorros y la nómina. “Si esto sigue así, tendré que solicitar un crédito. Mi idea es reabrir el negocio, lo peor es no saber cuándo”, argumenta.
Cabaleiro considera que el sector está “abandonado por completo” y recibe un trato “injusto”. “Las restricciones en el ocio nocturno están siendo muy extremas. En nuestros locales, las medidas anti-COVID se cumplieron, incluso había seguridad privada para controlar, pero no queda bien ver a gente de fiesta en plena pandemia. Nuestro cierre es publicidad política. Y, aún por encima, nos cobran el 100% de los gastos, es decir, nos dan dos opciones: o cerráis definitivamente o pagáis los costes de esta crisis”, señala. Al igual que Garrido, cree que la sociedad no comprende el profundo bache del gremio:
“Moralmente, todo esto te destroza. Mucha gente aplaude nuestro cierre, pero, si puede, está sin mascarilla y se emborracha en viviendas. Nos vemos muy señalados”
El paso del tiempo no solo hace mella en las cajas registradoras. Y es que uno de los temores de Cabaleiro es que se pierda la red social generada a lo largo de los últimos años: “Después de tanto tiempo, conoces a la gente que viene. Se crea como una familia. Cuando reabra el local, no sé si se recuperará. Lo mismo ocurre con los empleados, que son mi equipo, es decir, mi empresa: no sé si estarán todos disponibles una vez retomemos la actividad. Sería complicado de asimilar”.
El responsable del ala de ocio nocturno en la Federación Provincial de Hostelería (Feprohos), José Luis Asenjo, denuncia que la cuantía de las ayudas que están recibiendo es “muy baja”, lo que puede provocar el cierre definitivo de “muchos” negocios si no recuperan el pulso pronto. Carlos Rodríguez, presidente de APEMER (Asociación Provincial de Establecimientos Musicales y Espectáculos Reglados), exige un rescate del sector “específico”: “La Xunta ya conoce nuestras peticiones. Estamos a la espera”.