“Seguiré mientras el cuerpo aguante”

Gerardo Acosta es el abogado de oficio más veterano de Vigo: con 84 años continúa ejerciendo y aún no piensa en jubilarse

Acosta, en su despacho

Acosta, en su despacho / Marta G. Brea

Marta Fontán

Marta Fontán

La rutina diaria de Gerardo Acosta Santos consiste en levantarse “muy temprano” y acudir prácticamente a diario a su despacho y a los juzgados. Ahora tiene entre sus manos varios pleitos matrimoniales, algunos civiles de herencias o los asuntos penales que le van llegando del turno de oficio.

Ya tiene marcada en el calendario su próxima guardia de 24 horas. Será el 21 de febrero. Durante esa jornada deberá estar disponible ya que lo pueden requerir en cualquier momento para asistir a un detenido. “Hubo alguna vez que me llamaron a las cuatro de la madrugada”, concreta.

Nada de todo esto se sale de lo normal en el quehacer de cualquier abogado. Pero en Gerardo Acosta lo cierto es que sí. Porque este letrado está a punto de cumplir 85 años. Con casi seis décadas de ejercicio a sus espaldas, sigue muy activo en la profesión y por ahora no piensa ni un ápice en la jubilación.

“Me encuentro bien de salud y ánimo, seguiré trabajando mientras el cuerpo aguante”

Gerardo Acosta, en su despacho

Gerardo Acosta, en su despacho

Este abogado nació en septiembre de 1936 en Palencia. Su padre, un salmantino que pertenecía al Cuerpo General de Policía y que llegó a ser comisario de Vigo, estaba en aquella convulsa época en que estalló la Guerra Civil trabajando en esa ciudad española. La profesión de su progenitor llevó a Gerardo durante su infancia a vivir también en Burgos y Oporto (Portugal). Los estudios, los de bachillerato y los universitarios, los hizo en Salamanca. De la Facultad de Derecho recuerda especialmente a dos profesores: Enrique Tierno Galván, el histórico alcalde de Madrid, y Joaquín Ruiz Giménez, que fue embajador de la Santa Sede y ministro de Educación.

¿Cómo acabó en Vigo? Pues porque esta localidad fue, de nuevo, uno de los destinos de su padre. Y aquí, en la urbe olívica, un entonces joven Gerardo asentaba su vida, inscribiéndose en 1962 en el Colegio de Abogados vigués. Lo hizo con el número 210. A día de hoy, cuando ya se supera la cifra de los 4.000 colegiados, este abogado es el segundo en ejercicio más veterano de la ciudad, pero el primero entre los del turno de oficio.

En 2022 cumplirá 60 años en una profesión de la que se declara “entusiasta”, aunque de joven, confiesa, tuvo la tentación de hacer la carrera diplomática. La dureza de la oposición le echó para atrás. “Un cónsul me dijo que si esa era mi ilusión ya me podía poner el pijama y no quitármelo hasta que hiciese los exámenes; ahí fue cuando me empecé a desanimar”, confiesa en su actual despacho de avenida de la Hispanidad que comparte con Pablo, uno de sus tres hijos, que es procurador. Otro de ellos, con el que comparte nombre, se decantó asimismo por el Derecho.

Sus inicios como pasante

Gerardo Acosta recuerda al detalle sus inicios en la profesión. En aquella época en Vigo había pocos abogados. Fue pasante con Juan José Griñó Rabert hasta que tuvo su propio despacho en Doctor Cadaval, donde estuvo hasta que hace poco cambió a Hispanidad. En aquellos años los juzgados estaban en Príncipe, la Alameda y la calle del Cristo. Este jurista echa de menos la “cercanía” de entonces entre los letrados. La máquina de escribir Olivetti y los tomos de Aranzadi eran sus herramientas de trabajo. Recordándolas destaca como las nuevas tecnologías han facilitado su quehacer. Cita por ejemplo las cómodas bases digitales de jurisprudencia: “Antes tenías que buscar en 20 tomos para encontrar una sentencia; y eso si la encontrabas, claro”.

“Seguiré mientras el cuerpo aguante”

Gerardo estudió en la Facultad de Derecho de Salamanca / m. fontán

Este jurista que siempre ha hecho gala de su afabilidad cuenta que el secreto de que continúe tan activo es que toma su oficio con “tranquilidad”. Siempre lo hizo. “Nunca me estresé con ningún asunto, ni siquiera con el de Jacobo Piñeiro”, dice citando al autor del doble crimen de la calle Oporto, del que fue abogado defensor. Fue el caso más “importante” y “difícil” que tuvo en su larga trayectoria.

“Seguiré mientras el cuerpo aguante”

La orla de la Facultad de Derecho de Salamanca, donde se graduó / m. fontán

Ese caso le llegó por el turno de oficio, en el que sigue: “Continúo ya que es una forma de compensarme por todos los años que esta labor no era remunerada. Estábamos por obligación y sin cobrar”. Esta situación afortunadamente ha cambiado, dice el letrado, que tras tantas décadas en la abogacía conserva multitud de anécdotas. Escritas a modo de relatos, en algún momento pensó en publicarlas. En la titulado “Justicia de gorra” cuenta el día en el que en un juicio de faltas el fiscal, despistado, se sentó “tan campante” en el estrado “con su habitual gorra”, contraviniendo la solemne vestimenta de la sala judicial. Y en “Ego te absolvo” recuerda a un hombre que, por desconocimiento y nerviosismo, obedeció “tan ciegamente” que llegó a “arrodillarse” ante el juez.

Y esa lista de anécdotas aún podrá crecer. Porque Gerardo Acosta aún no piensa en la jubilación.

Un “viajero empedernido” que voló en el “Concorde”

Junto a la abogacía otra de las pasiones de Gerardo Acosta son los viajes. “He sido un viajero empedernido y he recorrido gran parte del mundo”, resalta el jurista vigués. La lista de países que visitó es interminable. “He llegado hasta Honolulú en Hawái, visité el Machu Picchu en Perú y tuve la oportunidad única de pasar la barrera del sonido viajando en el “Concorde” desde París [Francia] hasta Caracas [Venezuela]”, cuenta destacando algunos de sus viajes más relevantes. Aunque se acabó asentando en Vigo por ser uno de los destinos profesionales en la trayectoria como policía nacional de su padre, la vida de este letrado está también muy vinculada a Salamanca, donde nació su progenitor y donde estudió. Su madre era originaria de Ávila.

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