La festividad de San Blas que vivió ayer Bembrive nada tuvo que ver con la de años anteriores. La causa, obviamente, la pandemia del coronavirus, que impidió la celebración de la romería y la procesión y la presencia de los tradicionales furanchos en un evento gastronómico y religioso a partes iguales en el que, si no fuera por el dichoso virus, se habrían reunido miles de personas de diferentes puntos de Galicia, así como representantes políticos. Los puestos de rosquillas ubicados en la rúa da Igrexa y la presencia de fieles en el entorno y el interior del templo románico antes, durante y después de las misas –hubo cuatro a la mañana y tres a la tarde– ayudaron a ambientar el 3 de febrero.

En los momentos previos a la eucaristía de las 12.30 horas, el párroco, Jesús Barros, con una mascarilla con diseño especial por San Blas, aseguraba que la jornada estaba siendo “muy tranquila”. “La gente está siendo responsable. No ha habido aglomeraciones. El aforo dentro de la iglesia es de tan solo 25 personas, por lo que algunos fieles, entre 5 y 15, han tenido que escuchar las misas desde fuera”, señalaba antes de destacar que, al final de cada sesión, se bendecían los panes. “Los feligreses también se pueden llevar la estampa, pero no tocar el santo. Esperemos que ya no haya pandemia en la celebración del año que viene. Todos los domingos de este mes habrá misa a las 12.30 horas en honor a San Blas a intención de los devotos”, añadía.

María Méndez, la sacristana y vecina de Bembrive, fue una de las encargadas de entregar las estampas y coordinar el dispositivo anti-COVID en el interior del templo: gel hidroalcohólico en el acceso, asientos separados, aforo, entrada por la puerta principal y salida por la lateral. En un descanso, aseguraba que el San Blas de este año estaba siendo atípico. “Lo normal es que las calles estuviesen llenas. Hay muy poca gente. Es triste, muy diferente a lo habitual; la emoción no es la misma que otros años”, argumentaba.

Entre los fieles que se acercaron al templo de Santiago de Bembrive, estaban Fina Rodríguez y Mari Martínez, que llegaron a la parroquia caminando desde Vigo. Salieron de sus casas a las 11.30 y, sobre las 12.30, ya estaban en el exterior del templo. La primera de ellas subrayaba que su visita a San Blas –abogado contra los males de garganta– es una “promesa” que cumple desde hace 12 años, momento en el que nació su nieto: “Vengo a pedir por él. De pequeño, le hicieron una traqueotomía, que todavía mantiene”. Ambas coincidían en señalar que el ambiente estaba “muy apagado”, como “el resto del mundo”. “En 2020, ni se podía entrar en la iglesia de la gente que había”, anotaban.

A unos metros, Gina Patrascu esperaba la llegada de clientes en su puesto de rosquillas: “Es el séptimo año que vengo. Las ventas han bajado muchísimo, no hay casi nadie. Es una situación triste”, aseveraba.

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

“Visito a San Blas desde hace 12 años para pedir por mi nieto”

FINA RODRÍGUEZ - VISITANTE

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

“Los fieles son responsables; no se han formado aglomeraciones”

JESÚS BARROS - PÁRROCO

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

“Es el séptimo año que vengo. Las ventas han bajado mucho”

GINA PATRASCU - PUESTO DE ROSQUILLAS

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

Un San Blas “triste”: solo misas y sin multitudes

“Vino poca gente. La emoción no es la misma que en otras ocasiones”

MARÍA MÉNDEZ - SACRISTANA Y VECINA