Las nuevas restricciones implantadas en toda Galicia para poner freno al descontrol de la tercera ola del virus y que llevan ya vigentes desde el pasado miércoles prohiben de forma genérica las reuniones entre personas no convivientes. Pero hay algunas excepciones que permiten saltarse esta regla. Entre ellas están los casos de las parejas o matrimonios que vivan en domicilios diferentes. Las personas que compartan ese vínculo, pero no una vivienda, podrán reunirse en espacios públicos o privados para verse.
Estas excepciones solo son aplicables siempre y cuando los beneficiados no se salten los cierres perimetrales de cada concello que están vigentes en la totalidad del territorio gallego. Esto significa que si un miembro de la pareja vive en el ayuntamiento de Vigo y el otro en el de Ponteareas, por ejemplo, no pueden verse. Entre todos los supuestos que recoge el DOG para salir del municipio de residencia no se encuentran el de visitar a la familia si se vive solo o el de ir a ver a la pareja.
Esta última circunstancia provoca por ejemplo que el joven Eduardo Varela, un abogado vigués que reside en la ciudad olívica, no pueda ver a Lorena Alfaya, su pareja desde hace cuatro años y que vive en Pontevedra. En ellos se da además un caso curioso: durante el confinamiento de la pasada primavera, que duró cerca de tres meses, obviamente no se pudieron ver.
El levantamiento progresivo de las restricciones en la desescalada iniciada en verano pasado los volvió a juntar. Pero luego llegó noviembre y el avance de la segunda ola llevó a las autoridades sanitarias a decidir el cierre perimetral de Vigo en una almendra con municipios como Redondela o Gondomar. Por tanto, desde entonces apenas se han podido ver. La última fue la semana pasada ya que Lorena tuvo que ir de Pontevedra a Vigo para una entrevista de trabajo. Tanto en el viaje de ida como en el de vuelta le paró un control policial para conocer el motivo del desplazamiento. Al ser este por temas laborales, concretamente una entrevista de trabajo, se podía saltar el cierre perimetral.
“Cuando la vi por última vez ese día ya sabríamos que sería difícil y que seguramente no nos podríamos reencontrar en varias semanas. Más que tristes estamos resignados, entre el primer confinamiento y luego con el cierre perimetral son muchos meses en los que no nos podemos ver personalmente. Es complicado estar tanto tiempo separados”, explica Eduardo Varela. El hecho de vivir por su cuenta y hacerlo además en municipios diferentes les hace imposible verse con las actuales restricciones. Por eso, para mantener el contacto, utilizan los medios habituales: mensajes constantes de WhatsApp y llamadas telefónicas periódicas. “Lo único positivo que le vemos a todo esto, es que cuando nos reencontremos será especial”, asegura Varela.
Un caso opuesto es el de Carlos Saco y Yasmin Lagoa. No viven juntos (él está en el hogar familiar y ella sola en un piso), pero al residir ambos en Vigo pueden verse tanto en espacios públicos como privados. En este sentido, la pareja apuesta por verse habitualmente en el piso de ella, ya que prefieren salir a la calle lo menos posible para no exponerse al virus.
“Tampoco nos queremos poner en riesgo"
"Por eso yo suelo ir a comer a su casa una vez por semana más o menos y también hay días que cuando salgo del trabajo voy a verla. En la calle además ahora los bares están cerrados y yo salgo de trabajar a las 19.30, una hora a la que ya están todas las persianas de los negocios cerrados y no hay mucho que hacer fuera de casa”, explica Carlos Saco. En el caso de esta pareja, además, él abogado y ella programadora, se da la circunstancia de que Yasmin vive sola en su piso, por lo que Carlos no entra en contacto con otras personas que no sean ella.
Las dispares circunstancias de estas dos parejas son paradigmáticas de la situación actual vivida por las restricciones y que limitan al máximo la movilidad y los contactos. Pero también hay muchos casos de otras que vivían también separadas y que apenas unas horas antes de que entrara en vigor el cierre total de la comunidad, uno de los miembros decidió mudarse a la casa del otro para no tener que estar sin verse al menos las tres próximas semanas.
“Es complicado estar tanto tiempo sin vernos”
Hay que decir, no obstante, que es realmente complicado, salvo para aquellos que sean matrimonio o pareja de hecho, demostrar que tienen un vínculo sentimental que les permite reunirse con libertad en la misma ciudad en la que viven pese a las restricciones actuales. Por tanto, y como en otras tantas circunstancias de esta pandemia, queda en manos de la responsabilidad individual de cada uno el correcto uso de estas excepciones que permiten la reunión de las parejas siempre que vivan en un mismo municipio.
La Xunta incluye otros supuestos para poder saltarse las reuniones entre convivientes que ya figuraban en los paquetes de medidas de la primera y la segunda ola. Son los encuentros de los menores de edad con sus padres cuando estos no vivan juntos, los desplazamientos para el cuidado y la atención de personas mayores o dependientes y en el caso de actividades laborales, institucionales, empresariales, profesionales, sindicales, de representación de trabajadores y administrativas, actividades en centros educativos, de formación y ocupacionales siempre que se adopten las medidas previstas en los correspondientes protocolos de funcionamiento.