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Una hostelería con la verja bajada... y otra abonada a la terraza y al "take away"

En el primer día sin poder servir en el interior, los locales optaron por cerrar, desplegar las terrazas o el servicio para llevar y a domicilio | La incertidumbre reina en el sector

El local Mijo minibar, situado en la calle Luis Taboada, ayer, con la persiana bajada

El corazón hostelero de Vigo late menos fuerte desde ayer. Va mucho más despacio. No hace tanto ruido. La imagen de las persianas bajadas de numerosos restaurantes, cafeterías y bares en el primer día sin poder servir a los clientes en el interior de los locales entristeció el ambiente en las calles. Las terrazas desplegadas a las puertas de algunos establecimientos, así como el take away o la entrega a domicilio, mantienen encendida la luz del sector, aunque ilumina muy poco.

Una de las víctimas temporales del endurecimiento de las restricciones para poner coto al avance de la tercera ola del COVID-19 es el Mesón Compostela, uno de los clásicos de la Alameda viguesa. Su gerente, Javier Alfonso Pérez, cree que no podrá reabrir, al menos, hasta marzo. La posibilidad de continuar trabajando tan solo en la zona exterior “no es viable”, por ahora, debido al “mal tiempo”. “Los cuatro empleados que teníamos han tenido que irse al ERTE, situación en la que ya están otros siete desde finales de octubre. Y mi socio y yo, en cese de actividad”, detalla antes de destacar la caída de la facturación registrada desde marzo del 2020, de entre el 60% y el 70%, y en diciembre, un mes señalado para el gremio: un 80%. “El tiempo que hemos estado abiertos no hemos ganado ni para cubrir los gastos. Y las ayudas que hemos recibido no llegan ni para pagar dos meses de alquiler”, lamenta, a la vez que pone en duda la eficacia de no permitir atender a los clientes dentro de los locales. “La hostelería sufre restricciones desde hace meses y los contagios continúan en ascenso”, dice.

Gente en la terraza de una cafetería de la Praza da Constitución.

A dos minutos a pie, en la calle Luis Taboada, está MIJO minibar, otro restaurante que luce una verja en su cara. Jonathan Mota, su propietario, decidió cerrar ya el miércoles, “el día habitual de descanso”, y tomarse un tiempo para “pensar en cómo proceder” ante la “falta de información por parte de la administración pública” en relación con los ERTE. “No abriré ni esta semana ni la siguiente, por lo menos. Prefiero esperar y ver cómo evolucionan los datos de contagios. Planificaré el trimestre dando por hecho que esta situación se alargará dos o más meses”, explica antes de indicar que sus dos trabajadores se han tenido que acoger a un expediente de regulación temporal de empleo. Asegura que la actividad estaba en un porcentaje muy bajo, del 15% o 20%, debido a las limitaciones de aforo y horarias. “Tengo terraza, pero no del tamaño suficiente como para que sea rentable al 50%: me quedaría con una sola mesa de cuatro personas. La medida es absurda. Para eso, que nos cierren del todo”, indica, a la vez que lamenta la escasa cuantía de las ayudas recibidas. “Prefiero que nos exoneren los impuestos. De nada sirve lo que me han dado si tengo que devolverlo y, a mayores, poner dinero de mi bolsillo para poder pagarlos”, cita.

Un cliente coge dos cafés para llevar en un local de Montero Ríos.

Omar Fares, propietario del restaurante de comida italiana Nero, en la Praza de Compostela, La trastienda del cuatro, en Pablo Morillo, y La Central, en la Praza da Constitución, muestra una opinión similar. Optó por cerrar los tres negocios a pesar de contar con terrazas en los tres porque considera “inviable” trabajar “con temporal tras temporal”. Echar el candado en sus negocios ha significado la aplicación de un ERTE a 40 trabajadores. “Ninguno de los responsables que han decidido prohibir el servicio dentro de los establecimientos se pondría a comer en una zona exterior con el viento y la lluvia que hay. Desde que saltó la noticia en la que se avisaba del futuro cierre del interior de los locales, la facturación fue cayendo paulatinamente: ayer [por el miércoles], por ejemplo, fue paupérrima. Tengo deudas en los tres locales”, asevera antes de dejar claro que ninguno de los tres cierres es “definitivo”. “Lo que no sé es si volverán a ser lo de antes. La inversión en capital humano era muy elevada para que el servicio estuviera por encima de la media. No sé si podremos seguir con esa filosofía”, zanja.

Otro negocio con la persiana bajada desde ayer es el restaurante Pigmalión Tavern, en Castelar. “Con la terraza al 50%, solo podríamos poner una mesa. No estamos capacitados para el take away o el servicio a domicilio”, anotan desde el local. “Reabriremos si no acaban antes con nosotros. Debería haber una plataforma para informarnos de cómo pedir las ayudas”, opinan.

Un restaurante cerrado en la céntrica calle Pablo Morillo.

Hoja en la puerta de un restaurante explicando el motivo del cierre.

En el primer día del cerrojazo de los espacios interiores de bares, restaurantes y cafeterías, algunos locales han decidido apostar por el servicio para llevar, conocido como take away, las terrazas y las entregas a domicilio. Y es que, en pleno viacrucis por las restricciones de aforos y de horarios, hay profesionales que han preferido mantener sus rutinas para lograr ingresos, aunque sean mínimos. Es el caso de Enoque de Meneses, propietario de la cervecería y restaurante Bonpland, en Montero Ríos. “La situación es precaria, terrible, pero no me planteo cerrar, prefiero servir para llevar y, cuando el tiempo lo permita, sacaré la terraza”, explica antes de concretar que, durante la pandemia, ha acumulado una deuda de unos 40.000 euros, que se suma a la que ya tenía anteriormente: “En mi caso, todavía no he recibido ninguna ayuda. Y la culpa de que no haya casi actividad no es mía. Es un momento crítico, pero también la hora de la ley del más fuerte, ya que seguirán los que se mantengan, y de mostrarse solidario con todos”. Otro local que se mantiene abierto es el restaurante Arepa Olé, en Rosalía de Castro. Una de sus empleadas, Yulitza García, señala que, ante el cierre del interior, han optado por potenciar el take away y la entrega a domicilio. “El ritmo va muy lento. De la vez anterior, funcionó regular. La situación económica es terrible, va de mal en peor”, afirma.

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