Veintiséis de diciembre, cinco de la tarde y sobre el calendario, en grande, el año 1970. Por aquel entonces, en las inmediaciones de O Castro, nacía la parroquia de La Soledad, tras donar el templo su propietario y precursor, Monseñor Don Leopoldo Eijo Garay –Obispo de Madrid-Alcalá– a la diócesis. Ayer se cumplió el 50 aniversario de esta reconversión y por ello parroquianos, feligreses y devotos participaron, de forma restringida por el COVID, de una sentimental eucaristía oficiada por el actual Obispo de la Diócesis de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza.

Dadas las restricciones sanitarias, solo pudo acudir un limitado número de fieles invitados. A continuación, el párroco de La Soledad desde hace 25 años, Alberto Cuevas, presidió otra celebración, también con el aforo limitado al tercio de la capacidad.

Además de estas eucaristías, las numerosas actividades previstas se han reducido a la proyección de varios vídeos sobre la historia de la parroquia en la Biblioteca “Eijo Garay” , ubicada bajo el templo, así como a la exposición de una artística maqueta del templo, elaborada con polispán y minuciosamente realizada por Ramón González González.

También se exhibe el retrato al óleo de Eijo Garay, obra del afamado pintor ponteareano Antonio Medal Carrera, y que la parroquia mandó restaurar, como muestra de gratitud a quien donó a la diócesis tanto el que ahora es templo de La Soledad como su Casa Rectoral. La sencilla exposición y proyecciones podrán visitarse diariamente de 18.00 a 20.00 horas en los días laborables y después de las misas en los festivos.

Además de las actividades habituales en cualquier parroquia, como son las catequesis, las eucaristías y la atención caritativa a los más necesitados, esta parroquia promueve singularmente la formación teológica y cultural a través de los conocidos “Coloquios en La Soledad”, que conjuga convivencia y la amistad a través de excursiones, romerías y viajes, así como conciertos musicales o visita a exposiciones y museos.

El templo parroquial se construyó entre 1957 y 1963 por el arquitecto Antonio Cominges. De sus inicios como parroquia pertenecen las esculturas de la Virgen de La Soledad y las estaciones del Vía Crucis. Su retablo fue realzado con luces, hierro y cristal para representar la decimoquinta estación del Vía Crucis y el séptimo dolor de la Virgen: “María al pie de la Cruz aguarda la Resurrección”. Junto a la pila bautismal destaca el Sagrario mosaico al más puro estilo bizantino. La luminosidad del templo se debe a la 10 devotas vidrieras que recogen seis de “los siete dolores de la Virgen” más los “dos amores” de Monseñor Eijo Garay” el Cristo de la Victoria y la Asunción de María, patrona de la ciudad.