A estas alturas, es absurdo que nos planteemos las relaciones internacionales solo en términos de competitividad. La realidad, como suele suceder, ha avanzado más rápido que el “imaginario colectivo” y, frente a los componentes irracionales de las “superidentidades nacionales”, el mercado impone sus leyes. No es solo la globalización (con tantos elementos discutibles) sino también concepciones como la que en su momento movieron a los promotores del Mercado Común Europeo.

Soy profundamente europeísta. Considero que, sobre todo en estos momentos, y con un Gobierno contrario a planteamientos básicos de libre mercado, Europa es nuestra principal esperanza. Progresaremos en la medida en que sepamos ser más europeos. En la medida en que sepamos estar a la altura y ganar la confianza de nuestros socios ahora que, una vez más, hemos tenido que apelar a nuestra pertenencia a este mercado para pedir ayuda.

Indiscutiblemente, Galicia y el Norte de Portugal configuran una región europea. Así nos ven. Se trata de un espacio económico que tiene que aprender a colaborar con una estrategia lo más común posible Sin restar un ápice de libertad competitiva a las empresas, debemos proporcionar la información y los medios para un desarrollo racional. Las empresas deben contar con las infraestructuras y con los datos necesarios para afrontar su actividad desde el punto de vista de una integración que permita cadenas regionales de valor.

En la integración regional, el transporte es el principal instrumento de vertebración. Portugal, un Estado que se encuentra en uno de los confines de Europa y que solamente tiene frontera con España, está obligado a definir su desarrollo teniendo en cuenta este factor. Y se han dado cuenta de que tienen que mirar hacia su norte.

Por otra parte, un área como la de Vigo está limitada por estrategias económicas que se discuten en Bruselas, pero, en muchos casos, se deciden en Madrid. No dejamos de ser una “esquina” de Galicia, que es, a su vez, una “esquina” de España. Y ahí estamos siempre en el orden de prioridades. Pero, sin embargo, somos el centro de una euroregión que podríamos considerar desde Porto a A Coruña, pero que, con un planteamiento extensivo de eje atlántico, podría incluir también a Lisboa y, hacia el resto de Europa, a Oviedo, Gijón, Santander o Bilbao.

Vigo debe dejar de ser una “esquina” y pasar a ser el centro sobre el que pivoten dos posibles estrategias de desarrollo económico. Y las autoridades de Portugal nos acaban de abrir dos puertas esenciales. Por una parte, el Gobierno luso ha dado prioridad a la línea de tren alta velocidad entre Porto (Lisboa) y Vigo. Y, por la otra, la Cámara Municipal de Porto ha lanzado una propuesta para la coordinación del transporte aéreo. Ahora, es responsabilidad nuestra, de los vigueses (empezando sin duda por su Gobierno municipal que debe de dejar de una vez las alharacas para centrase en lo importante) reivindicar el desarrollo de estas propuestas que nos sitúan en el centro de un importantísimo espacio económico.

Parece que el Gobierno de España no está muy por la labor de incluir a este eje atlántico en sus prioridades. Al menos es lo que se traduce de la última Cumbre Hispano-Lusa, en la que Portugal dejó clara su apuesta por Galicia. Y, por otra parte, Vigo debe mirar por sus intereses en la cuestión aeroportuaria y trasladar un posicionamiento claro e integrador en este sentido.

Estaremos siempre con Vigo en esta apuesta. Pero no con las luces cortas de un localismo trasnochado y vacío de contenido real sino con la perspectiva de que la “raia” ya no nos separa sino que debe de unirnos en un destino común que beneficie al bienestar de todos los que formamos esta euro-región, en la que, mucho más allá de la política y la economía existen lazos culturales, sentimentales e incluso familiares (como en mi caso) que hacen de esta una apuesta, sin duda, ganadora.

Estamos ante una oportunidad única para nuestra ciudad. Sus intereses están por encima de cualquier otro compromiso.

*Senador vigués del PP