Jornadas maratonianas, escasez de medios, falta de ropa impermeable para moverse por la ciudad los días de lluvia... Los trabajadores alertan de la “cara B” que, aseguran, acompaña al bum de demanda del delivery, el sistema de reparto de comida a domicilio gestionado vía online o a través de apps y que se ha visto disparado por el COVID. No hay constancia de que ocurra en todas las empresas que prestan el servicio, pero –advierte UGT– tampoco suponen casos aislados. Hace poco, de hecho, el Tribunal Supremo dictaminó que los repartidores de Glovo tienen un vínculo con la empresa muy distinto al que se reconocía hasta ahora, cuando se les presentaba como trabajadores freelances que usaban la plataforma como una mera herramienta intermediaria.
