Dos años buceando en los legajos del archivo municipal de Vigo, el provincial de Pontevedra y los diocesanos de Tui y Santiago, entre otros fondos, ha permitido a Juan Miguel González conocer en profundidad la vida y labor de los escribanos que trabajaron en la comarca de Vigo entre los siglos XVII y XIX. Gracias a esa intensa labor pudo componer Es testimonio de verdad, el libro que acaba de sacar bajo el sello editorial del Instituto de Estudios Vigues (IEV) y en el que desgrana la labor, influencia, vínculos, legado... de un colectivo que ostentó durante décadas una posición de poder difícil hoy de imaginar: dominar la escritura y la lectura, además de las leyes, en una sociedad eminentemente ágrafa.

El libro de González forma parte de la terna con la que el IEV se despide de 2020: en su web anuncia otros dos, Sofía Novoa Ortiz, de Carmen Losada Gallego; y Alfageme. Historia e memoria, una obra escrita por Xoán Carmona, Mariña López y el recientemente fallecido Moncho Iglesias Veiga y que se presentará el viernes de la próxima semana, día 11 de diciembre, a las 19.30 h, en el Salón de Actos del Liceo Marítimo de Bouzas. En la recta final de 2020 el IEV ha lanzado también Influencia de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo en la ciudad y su contorno, de Elena Durán.

–¿Qué temas trata en el libro?

–Hablo de los escribanos de Vigo y su comarca entre el siglo XVII y el XVIII, desde 1638 a 1862. Estos escribanos son los antecesores directos de los actuales notarios.

–En una villa donde el manejo de la lectura y escritura y el conocimiento de las leyes eran muy distintos al actual, dominar la administración y dar “testimonio de verdad” debía suponer un poder enorme.

–Efectivamente. Estamos ante una sociedad que nosotros llamamos ágrafa, es decir, que la gente no sabía ni leer ni escribir. Para todo tenían que acudir necesariamente al escribano. También podían manipular o manejar las cuestiones… Eran poderosos, se las sabían todas: normas, leyes... Por eso este libro. Me parece un personaje sobre el que nadie trató nunca en Vigo.

–¿Tiene algún ejemplo de casos de abuso en la comarca?

–El escribano da fe pública y como tal se supone que va a ser legal, que convertirá un acuerdo particular en algo de derecho, legal a todas luces. Esa era su misión. Lo cierto es que lo malo nunca queda reflejado en la documentación. Los refranes populares y los ilustrados los tenían considerados como de poco fiar, pero lo cierto es que en el caso de Vigo no conozco ningún caso.

–Lo que sí deben de ofrecer, entiendo, es una perspectiva privilegiada para estudiar la época.

–Habría que ir a los protocolos notariales que hacían. Yo he consulté sus archivos, el municipal de Vigo, a cuyos funcionarios debo agradecer su amabilidad, el archivo histórico de Pontevedra, los diocesanos de Tui y Santiago… Y alguno otro. En el de Pontevedra debe de haber miles de protocolos. Hacia 1700 funcionaba en Vigo un máximo de diez escribanos, aunque lo normal en el siglo XVIII eran de seis a ocho. En Bouzas había dos. Aquí había nobles, conventos, mercaderes… Suponía un negocio. Siempre se dijo que los escribanos son hijos de escribanos y es mentira. En Vigo el 90% proceden del área de O Morrazo, A Gudiña, Tui… Venían a Vigo en búsqueda de negocio.

–¿No se pasaban el cargo dentro de una misma familia?

–Siempre se dijo eso en España, pero en Vigo ocurre al contrario en el 80 o 90% de los casos. Venían buscando un oficio lucrativo. Queda otro 10-20% en el que sí, podía pasar de suegro a yerno. Es difícil detectarlo. En el caso de Bouzas están los Mejías desde 1682 a 1868.

–¿Qué lugar ocupaban los escribanos en la sociedad?

–Siempre fue clase media. No pertenecía a la alta ni tampoco a la baja. Llevaban una vida acomodada, no de lujo, pero sí acomodada. Era un puesto muy lucrativo.

–¿Y qué trámites realizaban? ¿Qué servicios demandaba la gente? ¿Cuáles eran los más comunes?

–Sobre todo hacía escrituras de tres cosas: testamentos, poderes de juzgado y compraventa de inmuebles, tierras y empresas. Esos tres. Incluso hoy en día nosotros vamos al notario por dos cosas principalmente: testamentos y dar poder a un procurador en el juzgado. Incluso había un escribano que gestionaba el permiso de los corsarios.

–¿Se parecía su trabajo en las villas y en los núcleos rurales?

–Quizás fuesen más poderosos los de Bouza y los del rural que los de la propia urbe. Los usuarios con los que trataban eran sobre todo labradores, algún artesano, marineros… En el rural tenían que ser casi los dueños y señores, si bien este tipo de corruptelas casi nunca salían a la luz y la documentación que yo utilicé no es tampoco la más adecuada para verlo.

–Hablaba antes de los corsarios que recalaban en Vigo, figuras que sí están bien estudiadas. ¿Qué ha pasado con los escribanos, por qué no se ha analizado tanto su papel?

–Se trata de una época histórica en la que solo se habla de guerra, peste y conquista. Lo demás se deja de lado. Son personajes muy relevantes de la vida social de Vigo.Tenían un cierto caché. Lo cierto es que formaban un sector pequeño, pero con peso y fuerza indiscutible.