Y dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres... y las persianas de cientos de cafeterías, bares y restaurantes seguían sin abrir. Y no lo harán –si no hay sorpresas– hasta dentro de un mes. La entrada esta pasada noche de la nueva normativa para evitar la expansión del Covid tiró por tierra el leve despertar de muchos hosteleros que, tras adaptar sus negocios a las exigencias puntuales impuestas casi cada mes por las autoridades sanitarias, ven ahora como los vigueses pueden transitar por sus calles cargados con bolsas pero solo mirar hacia sus negocios con cierta melancolía.

A pesar de que el tiempo no acompañó durante prácticamente toda la jornada, decenas de personas salieron a disfrutar del sábado en un escenario muy diferente al que estaban acostumbrados: mientras el bullicio llenaba Príncipe o Urzáiz, en Plaza Constitución, Plaza Princesa o As Avenidas la calma y tranquilidad eran protagonistas. Demasiado. Y es que el cierre de los locales motivó que estas céntricas zonas de la urbe que fin de semana sí, fin de semana también amanecían a rebosar, ayer lo hicieran casi desiertas. “Para nosotras el café de los sábados era ya tradición. Entendemos que si es la solución, adelante; pero te da pena”, cuentan Andrea y Beatriz, dos amigas que cambiaron su taza de cristal por un vaso para llevar. “No es lo mismo; esperemos que todo pase pronto”, comentaban estas dos jóvenes.

Como ellas, habituales también a los “desayunos” en el Casco Vello son Raquel Toyos y Eva Prado. “Era la forma de desconectar y empezar bien el fin de semana. Desayunar en Porta do Sol, disfrutar de unas cervezas al salir de trabajar o una comida rápida en una terraza aprovechando el ratito libre del mediodía para encontrarse con alguien”, relatan las dos viguesas.

Esta situación motivó que muchos negocios alterasen su actividad para ofrecer servicios a domicilio tanto de entrega como de recogida en el local, especialmente los restaurantes. Recientemente, el chef del Maruja Limón –primera estrella Michelín de Vigo– Rafa Centeno anunció la puesta en marcha de un servicio a domicilio de sus platos, sistema que se extenderá a buena parte de los negocios de hostelería. En el caso de las cafeterías, si bien todavía ayer no era la imagen más habitual, sí que varias contaban con sus persianas a medio subir y una mesa en la entrada informaba sobre la posibilidad de pedir un café para llevar.

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La hostelería viguesa echa la persiana hasta el 4 de diciembre FDV

Por esta elección se decantaron Isabel y Luis, quienes junto a su hija pequeña Sarela, aprovecharon las compras del día para disfrutar del olor del primer café de la mañana. “No éramos muy de cafeterías sobre todo por la niña, pero sí que el hecho de no poder sentarte en una terraza a disfrutarlo y tener que llevártelo en la mano es más incordio. No es para nada lo mismo, confiemos en que sea para bien”, relataba esta familia.

Por la contra, otros lo encontraban más “práctico”. “Hay que adaptarse a la situación; si ahora solo puedes llevarte el café y no tomarlo en una cafetería, eso te permite disfrutar del café pero mirando escaparates”, decía un matrimonio ayer en Príncipe, donde algunas tiendas llegaron a colocar el cartel de aforo completo debido también a la nueva normativa que limita el número máximo de personas por establecimiento.

Grandes superficies

Esta radiografía contrastaba con la de los centros comerciales o grandes almacenes, donde al estar permitido el acceso a tiendas y comercios, los vigueses optaron por este modelo de ocio en una tarde marcada por la lluvia.

Los mensajes de ánimo a la hostelería se dejaron notar durante toda la jornada tanto por los clientes de a pie que ojeaban apenados como sus cafeterías lucían apagadas, como a través de redes sociales, donde decenas de vigueses alentaban a realizar pedidos online o telefónicos en los restaurantes y locales de sus familiares, conocidos o allegados. Precisamente ayer era inevitable encontrarse con varios repartidores que salían de estos negocios para las entregas a domicilio. Un ejemplo de ello fue en el CC Gran Vía, cuya planta superior se encuentra cerrada excepto para la salida y entrada de repartidores que recogen los pedidos de las familias.

También los supermercados ofrecían una imagen que no dista de semanas anteriores, y cuanto menos en previa de domingo, donde los carros llenos de víveres se repartían entre las cajas.

El cierre de las actividades consideradas no esenciales despertará (otra vez) la necesidad de recurrir a los ERTE. Para tratar de paliar la situación, desde el PP local se solicitan a Concello y Diputación que dispongan de una partida para ayudas al sector.

Y es que son centenares los empresarios, pequeños autónomos, empleados y trabajadores en general que desde ayer están de brazos cruzados, y sin ingresos, por un cierre forzoso de todos los locales de hostelería de la ciudad, una medida que acerca aún más a la ruina a un sector que ya acumula meses de pérdidas. Y con los bares, cafeterías y restaurantes, numerosas empresas logísticas y de distribución ven como su trabajo diario queda reducido al mínimo. Son los proveedores de esa amplia red hostelera de la ciudad: bebidas, aperitivos, café... un sinfín de productos cuyas compañías se ven arrastradas por la clausura hostelera.

Entre un 85 y un 98% de caída de ventas desde ayer es lo que, como mínimo, afrontan estas empresas durante las próximas cuatro semanas (plazo inicial de la clausura decretada por la Xunta), aunque muchos temen que no puedan reabrir pasado el 4 de diciembre. Hasta entonces, un nuevo ERTE, vacaciones para los empleados e incluso, en el peor de los casos, el cese de actividad. Las empresas de distribución de bebidas y otras mercancías para los bares consultadas por FARO ya hacen cuentas y ven que no cuadran. No cuentan con ningún plan específico de ayudas y dudan de que cerrar los bares vaya a ser la solución.

Es el caso de Manuel Galego, propietario de Distribuciones Galego, que vive de la hostelería. “El cierre nos afecta en más de un 90% del trabajo, las ventas, todo”. Con diez trabajadores más autónomos, ya consulta con la gestoría la posibilidad de un ERTE, al que acudió en el confinamiento de marzo. También maneja la opción de adelantar las vacaciones.

Anulación de pedidos

Isabel Fernández, responsable de administración de Disbegal, califica el panorama de “catastrófico”, con pérdidas que llegan al 98% de toda su actividad de reparto de cervezas, refrescos y otras bebidas. Se queja de que “carecemos de ayudas” y aunque acudan al ERTE, que todavía no era seguro ayer, “la seguridad social corre de nuestra cuenta”, con lo que se acumulan los gastos. Desde que se anunció que se clausuraba toda la actividad hostelera a partir de ayer sábado, estos proveedores no dejaron de recibir anulaciones de pedidos o devoluciones de los ya repartidos, y la escasa actividad que suponen los encargos a domicilio no compensa. Además, tampoco se puede suplir la hostelería ahora clausurada con el sector de la alimentación, ya que la mayor parte de este comercio depende de grandes cadenas que compran directamente a las fábricas.

Durante los últimos días el trabajo en los centros de distribución de bebidas se limitaba a descargar los camiones ya preparados para el reparto y acumular el stock en sus naves, cuyas estanterías están cargadas de mercancía sin salida.

En Distribuciones Marlo ya estaban bajando las persianas de sus almacenes el pasado viernes. Con el 98% de sus ventas vinculadas a bares y restaurantes, el 2% restante referido a tiendas y ultramarinos de toda la provincia no es suficiente para sobrevivir, y las limitaciones de movilidad tampoco ayudan. “Es una ruina”, resumen.

Distribuciones Caramelo, que surte de aperitivos a bares y restaurantes, cifra su descenso de ventas en un 85%. Carmen González explica que “el último pedido fue el miércoles” y se anuló la mayor parte de los que estaban pendientes. Ya tramitan un ERTE para sus 17 empleados, a la espera de que sea aceptado y solo trabaja una sucursal en el Baixo Miño “que es pequeña y apenas llega para un sueldo”. Apunta que “no podemos mantener todo esto. Es insostenible, llueve sobre mojado y no sé hasta qué punto podremos aguantar” y lamenta que no existan ayudas para esta actividad. Además, cree que el cierre de los bares “no es la solución”: “Nos dicen que el nivel de contagios es muy bajo” y cree que “se dan palos de ciego”.

Fernando Piñeiro, uno de los propietarios de Distribuciones Piñeiro-Astariz, coincide con los demás empresarios: “Dependemos en un 80-90% de la hostelería y ahora estamos abocados a un nuevo ERTE” para sus cinco empleados, aunque aún no sabe si se aprobará. Advierte de que el cierre de un mes ahora decretado afecta a muchos más trabajadores: “Detrás hay una cadena logística, de transporte, que llega hasta la fábrica. Si yo dejo de vender, también dejo de comprar”. Apela a la responsabilidad individual para poner coto a la pandemia porque “si alguien se contagia en un bar no es culpa del hostelero, sino de la gente”.

“Vendemos a hospitales”

Distribuciones Rivas es la cara positiva de la moneda. Suministra material de higiene y limpieza a la hostelería, pero también a hospitales y otras empresas, geriátricos o colegios, por lo que el trabajo no falta. El cierre de los bares y restaurantes “nos afecta, pero menos, porque han desaparecido unos clientes, pero aparecieron otros”, explica María Vasconcellos, una de sus trabajadoras. Guantes y, sobre todo, hidrogeles, se venden “por palés”, cuando hasta este año apenas se vendían algunas cajas al mes.