Povisa acaba de concluir la remodelación de sus urgencias, que comenzó en 2017 y que ha ejecutado en tres fases para no afectar a la actividad. La última la encajó en la tregua que dio la pandemia este verano y la desarrolló a lo largo de 14 semanas con un presupuesto de 550.000 euros. Ahora es un espacio “más moderno, más seguro y con mejores circuitos”, según destacó el director médico del grupo Ribera Salud, Carlos Catalán.

Las urgencias están dividas en tres áreas: una para Covid, otra –la ampliada anteriormente– para traumas y la recién remodelada, para pacientes médicos. Esta fue derribada completamente para acabar con el concepto de boxes cerrados y crear una sala diáfana en la que desde el control de enfermería se pueda ver a la mayoría los pacientes.. Se ha cambiado todo, incluido suelo, luminarias, recubrimiento de paredes y aparataje. Se ha reforzado la seguridad, dotando de monitorización a todos los puestos para seguir las constantes de los pacientes desde este control y la sala de trabajo de los facultativos. Además, se ha creado un segundo box de reanimación para pacientes críticos. “Con unas 3.000 urgencias en 2019, se necesitaba”, cuenta Catalán.

También han aumentado en 2 los boxes. Son 13 en esta zona, 12 en la de lesiones y 8 en la de Covid. El jefe de Urgencias, el doctor Ángel Martín, explica que, por ahora, es suficiente. y se ampliará si la evolución lo requiere. Están recibiendo entre 30 y 40 sospechas al día. “No estamos en una situación buena, pero no es desastrosa”, indica y cuenta que están empezando a recibir casos de virus respiratorios de otro tipo. El número de urgencias ha caído “por miedo” o por otras razones. De una media de 300, con picos de 400 en 2019, a las 220 actuales. La reforma consolida la división de circuitos al que ha obligado la pandemia con una zona “de sucio” reservada solo para esta infección. Pero las circunstancias actuales también se reflejan en el diseño del área “de limpio” con más huecos para aislados: dos espacios que se pueden poner con presión positiva –para evitar la entrada de microorganismos si la persona está inmunodeprimida– o negativa –para evitar la salida si es infeccioso–.